Si bien me parecía vital accionar contra la retórica denigrante, divisionista y antidemocrática del presidente entrante, la plataforma inicial de la marcha convocada por un grupo de mujeres blancas, aunque legítima y necesaria (v. gr.: protección de derechos reproductivos), era limitada y excluyente de las necesidades estratégicas de tantas otras mujeres y comunidades. Y, después de todo, ¿no había sido una mayoría de mujeres blancas (aunque conservadoras) la que había votado por Donald Trump?
Sin embargo, con el tiempo la coalición creció a la par de otras marchas hermanas en todos los estados de la nación, apoyada por organizaciones de mujeres y otras afines, con lo cual amplió las voces de mujeres y jóvenes de color, de trabajadoras y de la comunidad LGBT. Hace unas semanas la Marcha de las Mujeres emitió su agenda y los valores que sostienen el esfuerzo. La diversidad de voces que se sienten amenazadas por la retórica del nuevo presidente cobró vida en una agenda interseccional que ahora incluye otros temas como derechos laborales, diversidad sexual, discapacitados, inmigración, acceso a la salud y paridad de las mujeres en liderazgo y en el salario, entre otros.
Lo anterior dio frutos. Millones de personas en Estados Unidos se unieron en solidaridad y de forma pacífica para exigir al nuevo gobierno la garantía de sus derechos ciudadanos, el respeto a la dignidad humana y la protección de programas sociales para la población. Según algunos cálculos, al menos tres millones de personas asistieron a las marchas en el país. Esto, sin contar otras manifestaciones similares en las principales capitales del mundo.
Mi ciudad no fue la excepción. Varias columnas de mujeres, individuos y familias enteras aparecían desde varias avenidas adyacentes al capitolio y a la catedral para ver pasar el colorido desfile con organizadores y lideresas políticas portando la pancarta oficial del evento. Pese a las bajas temperaturas, al viento y a la amenaza constante de lluvia, se estima que entre 90 000 y 100 000 personas se congregaron en la sede del poder político del Gobierno para escuchar el mensaje de lideresas influyentes en el estado. He asistido a decenas de marchas, vigilias y protestas: desde las manifestaciones contra las guerras en Oriente Medio luego del 11 de septiembre, pasando por Ocupemos Wall Street y el apoyo a la reforma migratoria, hasta Black Lives Matter. Pero esta marcha (sin restarles ninguna importancia a las anteriores) rebasó todas las expectativas.
¿Qué significa esta marcha histórica en todo el país? ¿Qué sigue? ¿Se trata de un evento o de un movimiento? ¿Se sostendrá o veremos cómo se desintegra como tantos otros? ¿Será esta una nueva primavera para el movimiento feminista?
Ciertamente todavía es difícil prever la sostenibilidad de esta hasta ahora exitosa iniciativa nacida de las redes sociales, pero con una infraestructura cada vez más formal. Por de pronto, su primer comunicado presentó diez acciones concretas para los primeros 100 días de gobierno. La primera de ellas invita a que las personas, de forma individual o en grupo, se organicen, se involucren directamente formulando peticiones específicas a sus legisladores y las hagan virales en las redes sociales.
Y para muestra, un botón: luego de la serie de decretos presidenciales antiinmigrantes, proteccionistas y aislacionistas emitidos la semana pasada, en decenas de lugares los ciudadanos están llamando y presionando a sus congresistas, ocupando aeropuertos o salones comunitarios o saliendo a las calles para repudiar las políticas trumpistas.
Quienes formaron parte de las jornadas cívicas de #JusticiaYa hace dos años en Guatemala seguramente comprenderán el urgente frenesí y la responsabilidad cívica frente a lo que se percibe cada vez más como un abuso de poder. Ya lo decía el gran Frederick Douglass y vale recordarlo siempre: «Si no hay lucha, no hay progreso […] El poder no concede nada sin una demanda. Nunca lo hizo y nunca lo hará».
Así las cosas, con tantos frentes domésticos y externos abiertos en tan solo una semana y con una buena parte de la sociedad civil en resistencia, las instituciones y la gobernabilidad de este país están a prueba.
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Artículo editado. Originalmente publicado en El Minnesota de Hoy.
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