Igual de precisos, pero alimentados por sabiduría y no por desarrollos tecnológicos, son los refranes populares. Cada país y región tiene sus propias cápsulas de saber. Bien dice el adagio árabe: «Los proverbios son la lámpara de las palabras».
Volviendo al título de esta columna, una serie de acontecimientos no vinculados nos hace recordar el refrán «Dime de qué presumes y te diré de qué careces». Empecemos en una escuela del estado de la Florida, Estados Unidos. Este video lo explica todo.
¿Es pornografía esta famosa estatua del Renacimiento? El 97 % de los padres de la mencionada escuela no lo cree. Les diré de qué carecen quienes escandalizan por esta estatua: no hacen nada por detener la exposición de la niñez a verdadera pornografía, incluyendo violaciones en grupo, según este otro video.
Bueno, sabemos que todo el mundo dirá: «¡Mis hijos no!», aunque yo escuché de varios casos aquí mismo en Guatemala. Presumimos de moralidad intachable y no tenemos la menor idea de las consecuencias de facilitar a menores la tecnología que permite el acceso a videos pornográficos. Somos moralistas, defensores de la familia y no sé cuántas cosa más, pero estamos ciegos a la realidad. Una contradicción mayúscula e infame es andar presumiendo de defensores de la vida y no menear una pestaña siquiera ante las sobrecogedoras cifras de desnutrición infantil y de muertes por desnutrición en el país. Para tapar el ojo al macho tuerto los gobernantes prefieren presumir el crecimiento económico. Vamos, que todos sabemos que se sustenta en el sudor de los emigrantes (desplazados económicos y ambientales) y no en el buen gobierno, el libre mercado o nuestra competitividad empresarial.
También acostumbramos a presumir de tolerancia. ¿Es tolerante la sociedad guatemalteca? Absolutamente, siempre que nadie se atreva a contradecirnos o a tener una opinión diferente. Ahí ya no vale ni la amistad ni el parentesco. Ahí mostramos el cobre corroído.
Ridículo grande hace también el Tribunal Supremo Electoral, que ha sancionado a un par de agrupaciones políticas por lemas de campaña que «no cumplen con valores éticos, pacíficos, pragmáticos y democráticos». Aparte de que la expresión es un galimatías, no entiendo cómo se puede presumir de moral y ética en medio de un proceso electoral tan criticado, empezando por las historias de títulos universitarios falsificados para cumplir requisitos de selección y siguiendo con el evidente uso de recursos oficiales y de legítima propiedad del pueblo en campañas partidarias (anticipadas y oficiales), la inscripción de candidatos que en un pequeño país vecino no se atreverían ni a salir a la calle y pare de contar porque nos agarra la noche. Para ser justos, sí estoy de acuerdo en que tal propaganda carece de creatividad y de buen gusto. No se puede pedir mucho en un país donde esas estructuras políticas hasta plagian los símbolos de partidos de otros países.
Y qué decir de presumir respeto a los derechos humanos y al Estado de Derecho al tiempo que, émulos tropicales y minimoesfuercistas de Elliot Ness, buscamos delitos penales proxy para silenciar incómodos periodistas y medios de comunicación.
Permitamos que la sabiduría popular nos ilustre y prevenga. Vamos a necesitar mucha en este año del señor. Dejemos que el desesperanzador panorama del país nos indique en qué casos resulta aplicable cada uno de los refranes que siguen:
«El Abad, de lo que canta yanta».
«Bien predica el ayunar quien acaba de almorzar».
«De principio ruin, nunca buen fin».
«Por el olfato se adivina el plato».
«La divergencia de opinión es una bendición de los dioses».
«En la boca del mentiroso lo cierto se hace dudoso».
«Vergüenza para quien me engañe una vez, pero si me engaña dos, la vergüenza es para mí».
«La crueldad es la fuerza de los cobardes».
«El mal que hace un hombre poderoso, sobre la cabeza de su hijo lo hace».
A las personas católicas y no católicas les deseo una Semana Santa a la medida de sus sanas necesidades.
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