En ella, Madame de Maintenon le expresa a una allegada el deseo de dedicar más tiempo a colaborar con el orfanato para niñas que fundó y la imposibilidad de hacerlo, ya que debe darle todo su tiempo al rey. Afirma que este lo absorbe todo, pero que aun así le queda un resto para dedicarle a su orfanato.
Esta es la paradoja, escribe el autor: «Aunque el rey le tome todo su tiempo, parece que le queda algo» [1]. No obstante, Madame de Maintenon podrá dedicarle todo su tiempo al orfanato hasta después de la muerte del rey. Derrida se pregunta: «¿Podríamos decir que la cuestión del resto, y del resto del tiempo dado, está secretamente vinculada con una muerte del rey?» [2].
Ese resto podría constituir la posibilidad de que la alteridad lo siga siendo, de que uno no cierre al otro y lo anule. Para ello debe morir un rey, debe terminar la tendencia totalizante que en general caracteriza nuestras relaciones con los otros y las otras, empezando por las relaciones de pareja. Y si bien creemos que hemos superado la época de los absolutismos, este desafío parece ser especialmente complejo en la actualidad y desde nuestro contexto, ahora que nos atraviesan realidades moldeadas por otros dispositivos de poder.
A diferencia de lo que los protectores de la familia piensan, no solo es la familia la que forma o deforma nuestras concepciones acerca del amor. La publicidad y la cultura de masas juegan un papel central en el desarrollo de imaginarios, como representaciones de los otros, que influyen en nuestra manera de verlos, entenderlos y aproximarnos a ellos. Estas representaciones, que han pasado por extensos procesos de categorización y construcción de estereotipos, responden hoy a las prioridades del mercado. De hecho, podemos afirmar que el amor en tiempos del capitalismo avanzado es una transacción económica.
Hace medio siglo, Erich Fromm advertía cuáles podrían ser las implicaciones de moldear nuestras relaciones a partir de las relaciones económicas. El amor fraternal es sustituido por el narcisismo y la reducción de los otros a mercancías. El amor propio se confunde con el egoísmo. El amor erótico abandona la ternura [3].
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Y si bien no sabemos cómo ponerlo en práctica y en el fondo, qué es o cómo puede ser el amor como mera experiencia es la más importante entre las múltiples experiencias que el consumismo romántico nos vende. Así, lo damos por sentado, asumimos que se da naturalmente. El dualismo nos ha hecho pensar que no tiene nada que ver con la razón. Por lo tanto, no hay que pensar tanto en el tema, por lo menos no antes de que todo se derrumbe.
El encuentro con el otro, por ser otro, nos descoloca y generalmente no sabemos qué hacer ante esa situación. Para entenderlo necesitamos traducirlo, algo que haremos siempre desde las categorías con las que contamos. Cuando la alteridad se nos desvela, la anulamos desde nuestra subjetividad y generalmente acabamos por totalizarnos. Las expectativas que tenemos de la otra persona están moldeadas por nuestros deseos, nuestras frustraciones y, la mayoría de las veces, la influencia de los discursos hegemónicos. Todo, menos las cualidades reales de esa persona.
En Dar (el) tiempo, Derrida explora el sentido de dar y encuentra que lo que se da deja de ser un don (un regalo) cuando existe reciprocidad, que se concibe como pago a una deuda. Damos para satisfacer nuestro ego. El agradecimiento o la expectativa de un favor de regreso no sirven más que para eso. De este modo, la relación de pareja está determinada por la «lógica de crédito, de las tasas de interés y de los vencimientos». Es esto lo que se refleja en los reclamos, en la insistencia, en la necesidad de atención y cuidado como necedad.
Como el imaginario hegemónico también asigna roles según su concepción binaria del género, no es casualidad que el principal acreedor tienda a ser el hombre y la deudora la mujer, quien, en su imposibilidad de pagar de vuelta lo que quien además tiene el poder económico le cobra, debe resignarse a pagar elevados intereses «en especie».
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[1] Derrida, J (1995). Dar (el) tiempo. Barcelona: Paidós. Pág. 13.
[3] Fromm, E. (2014). El arte de amar. Barcelona: Paidós.
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