El cadáver de mi enemigo

Entre el repelús (ñáñaras, en chapín) que me da ver a los presentadores chupándose las pijas unos a otros con eso de que “el 9/11, YO estaba aquí en NY, reportando que…” o “en mi entrevista con Obama, YO le pregunté que…” y las preguntas como “el 9/11, es tu cumpleaños y ese día tu le pediste a tu papá que no fuera a trabajar a su oficina en Las Torres, piensas que debería haberte hecho caso?” a la insistencia en machacar cada diminuto avance en cada diminuto acontecimiento. O los de la Fox diciendo que está buena la tortura. O la discusión sobre quien debería interpretar el papel de Bin Laden en la inevitable película que se hará.

Pero ya es muy tarde, durante el día tengo esa sensación de que el cadáver de Osama está, en el fondo del mar, planeando una revancha. Por la noche, me asaltan sueños de terror. Y no precisamente del terror a cuya guerra hemos cerrado un capítulo.

Es un terror más existencial, menos asible que tomar por las barbas a el cuerpo de Osama y subirlo a un helicóptero.

Resulta que de tanto oír la cantaleta sobre el funeral de Osama, anoche me dio por soñar que había matado a alguien. Los motivos del asesinato quedarán en el campo de la intriga por el momento. En mi sueño, pensé muchas formas de deshacerme del cadáver. Incluso pensé en tirarlo al mar. Pero el cliché de que ya lo había hecho Obama sumado a la imposibilidad de encontrar un portaaviones y que vivo en medio del desierto me hicieron desistir de la idea.

Luego, pensé, -inspirado por una receta de chuletas con pistachos que había leído la tarde anterior- ¿por qué no lo congelo y luego lo corto en rodajas?

Y me imaginaba cortando al muchacho, tirando sus rodajas en el desierto. El terror llegó después, al despertar. Esos dos o tres minutos en que no supe si en realidad había matado o no a alguien.

Eso habrá durado dos o tres minutos, como dije. Luego, volvió el sueño. No el sueño terrorífico. Era en cambio, El Sueño, ese que te envuelve como una nube y te hace caer de pronto en la inconsciencia. Hasta que fue hora de levantarme y seguir oyendo de Obama, Osama y sus amigos.

J

9 de mayo de 2011