Aunque yo ubicaba a su familia como de clase media alta y a la mía como de clase media baja, siempre compartimos juntas muchas reuniones y cenas. Nuestras charlas con otros amigos terminaban a altas horas de la madrugada. Recuerdo que reíamos hasta las lágrimas, pero esta vez fue diferente. Me dijo: «No sabés el gusto que me da que estés contenta y apoyando en un proyecto. Me imagino que has de parar muerta de la risa con tanto disparate. Así pasamos en la casa con el hijo de la chacha. Es medio bruto igual que ella. No pueden ni hablar bien». Su forma de expresarse es clara, pero la actitud, por grosera que parezca, es muy común en nuestro estilo de vida o en el interior de nuestras casas.
Viene a mi mente el recuerdo de una joven muy inteligente que me ayudó a cuidar a uno de mis hijos desde el primer día de nacido. Ella lo amaba a él con todo su corazón y él la amaba a ella de la misma manera. Algunas veces, cuando yo tenía que salir, ella me hacía el favor de quedarse cuidándolo. Una vez llegó a traerme a casa una pareja de amigos. Estos pidieron pasar a mi habitación para saludar al bebé. Cuando íbamos en camino, me preguntaron cómo permitía yo que esa señorita «con traje tradicional» se sentara en mi cama. No quise darme por enterada del prejuicio que arrojaban con tan impertinente pregunta. Recuerdo que respondí con sarcasmo que no estaba enterada de que el traje emitiera radiación o portara veneno.
No es difícil comprender que el problema no era la indumentaria. El problema está en que por alguna razón nos creemos superiores a las personas de origen indígena y no nos damos cuenta. Somos racistas incluso los que pensamos que no heriríamos a alguien por ser de una raza diferente. Las conductas las tenemos tan arraigadas que no lo hacemos de manera consciente. Es muy importante hablar de racismo para comenzar a atacarlo.
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¿Cómo saber si soy racista? Hay muchos indicadores de conciencia que, como ejercicio personal, nos podemos plantear a manera de reflexión o como autoevaluación de nuestro proceso mental. ¿Usas palabras como indio, negro, cholero o shumo como insultos? ¿Crees que hay razas que tienen cualidades físicas o intelectuales que hacen a unas personas mejores que otras? ¿El color de piel de las personas cambia la manera como las tratas? ¿Le hablas de distinta manera a alguien que presta servicio de limpieza? ¿Ves normal que las personas que trabajen en oficios domésticos lleven un uniforme que las distinga? ¿Crees que el personal de servicio debe comer con una vajilla y en un lugar diferentes? ¿Contraerías matrimonio con una persona indígena? ¿Crees muy gracioso imitar irrespetuosamente el acento de los indígenas castellanizados («manzano güeno»)? ¿Juzgas a las personas por su indumentaria? Cuando alguien señala una actitud de racismo, ¿tiendes a entender su punto? Si sueles descartar de antemano los señalamientos de las actitudes de discriminación sin siquiera intentar comprenderlos, definitivamente tienes esa tendencia.
Se dice que las personas tenemos los mismos derechos, pero no es así, ya que no nacemos en las mismas condiciones. Una vez que seamos conscientes de los prejuicios que asignamos a los demás por su raza podremos comenzar a advertir la injusticia social que existe. ¿Por qué a las escuelas privadas asisten personas con ciertas características, diferentes a las que asisten a escuelas públicas?
Evitemos hacerle a alguien preguntas sobre su raza, hacer suposiciones sobre la profesión, el empleo, las preferencias alimenticias o los gustos musicales de las personas por su vestimenta, color de piel, etnia o lugar de origen. Tal vez así garífunas, xincas, mayas y mestizos logremos convivir respetando nuestra pertenencia a un territorio y nuestro derecho a la identidad en iguales condiciones y derechos, en un país con tanta riqueza cultural, con distintas cosmovisiones, y valorando el legado ancestral de sabiduría.
Este 21 de marzo fue el Día Internacional de la Eliminación de la Discriminación Racial.
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