Puedo hablar de cómo ha sido mi vida desde antes de que se detectara el primer caso en Guatemala. Ha sido un ir y venir de reuniones, discusiones en pasillos, capacitaciones, resolver dudas de muchas personas, y todo eso me da mucho gusto. Es decir, todo mi entrenamiento sirvió para poder ejecutar en este momento todas estas actividades. Y creo tener el temple para sobrellevar esta emergencia en todas sus fases.
No obstante, hay algo que me ha costado comprender de todo lo concerniente al covid-19. Es el miedo que ha despertado en diversos grupos en todas partes de nuestro país. El miedo es una emoción normal, sobre todo cuando nos enfrentamos a una situación nueva. Es natural sentir miedo de enfermarnos, por ejemplo, pero el miedo que percibo a mi alrededor es uno que mueve a las personas a hacer cosas que considero que atentan contra el prójimo.
Veamos varias manifestaciones. En el ámbito de la medicina, hay instituciones dedicadas a atender la salud que han declarado que no recibirán a pacientes con covid-19. Y en muchas comunidades del interior del país, incluso antes de que se limitara la movilización entre los departamentos, cerraron la entrada a personas de afuera. Y con la llegada de los migrantes hemos visto claramente que son tratados como si fuesen una plaga.
¿Qué podemos hacer para frenar estas acciones guiadas por el miedo? Lo primero es reconocer que son irracionales y que tenemos miedo, pero lo importante es racionalizar ese miedo y saber si está basado en ideas verdaderas. Entonces, respecto al covid-19, las posibilidades de infectarse siguiendo las normas de seguridad que se han planteado desde el inicio, como el lavado de manos, el distanciamiento social y la desinfección de superficies, son realmente bajas. Las personas infectadas no siguieron esas reglas, y la gran mayoría se han infectado con casos sintomáticos. Estas personas enfermas tienen un lugar en nuestra sociedad. Necesitan apoyo y cuidados. Y al brindarles esto no necesariamente nos vamos a infectar.
Al personal médico y paramédico en todas las instituciones que cuidan la salud de los ciudadanos, debemos ser los primeros en mantener la calma y prestar todos nuestros servicios con normalidad, con las medidas de precaución del caso, para que nuestros pacientes tengan las puertas abiertas para recibir tratamiento donde ellos prefieran.
Los bloqueos en las comunidades son una acción entendible de autoprotección que puede tornarse en su contra. Ninguna persona está libre por completo de adquirir esta enfermedad. Piensen que podría ser alguien de su propia familia y que sería poco solidario que, si puede recibir cuidados en casa, no se le permita estar cerca de sus seres queridos.
A las personas que piensan que discriminando a los migrantes van a conseguir frenar la transmisión de la enfermedad, créanme que no es así. Estas personas, enfermas de covid-19 o no, están siendo evaluadas y apropiadamente puestas en aislamiento o cuarentena. Y si ya pueden volver a sus hogares, deben volver. De hecho, es un grupo de personas de quienes con más seguridad sabemos si están o no infectadas, mientras que allá afuera hay muchísimas más personas enfermas a las que no se les ha podido realizar una prueba, razón por la cual cualquiera de ellas representaría un riesgo mayor que un migrante que dio positivo y se recuperó o está en aislamiento en su hogar. Él ya no va a transmitir la enfermedad si se mantiene aislado y luego se recupera.
Hay personas que incluso discriminan a médicos que responsablemente están atendiendo a los pacientes positivos de covid-19. Además de ser reproblable, es algo en contra de nuestros propios intereses como sociedad, pues recordemos que son los médicos los que estamos en la primera línea de batalla. Y si el médico se siente discriminado o asediado y deja de realizar su trabajo, ¿quién te va a atender cuando llegues enfermo al hospital?
Ciertamente esta pandemia está sacando lo mejor y lo peor de cada persona, pero el miedo sin fundamento no nos permite avanzar. Es una emoción normal, pero no podemos permitir que nos paralice y lleve a hacer cosas que sabemos que son incorrectas.
Dejar de discriminar a las personas enfermas de covid-19 es el primer paso. Sus vidas son tan valiosas como la tuya y la mía. La ciencia está de nuestro lado, y estamos seguros siguiendo las directrices que ya tenemos por parte de comunidades científicas tanto dentro como fuera de nuestro país.
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Alicia Chang es pediatra e infectóloga de la Unidad Nacional de Oncología Pediátrica (UNOP) y vicepresidenta de la Asociación Guatemalteca de Enfermedades Infecciosas (AGEI).
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