Este principio es moralmente válido, pero ha sido ninguneado en los recientes avatares políticos de nuestro país. Concretamente me refiero a dos tipos de acciones: los bloqueos que impiden la libre locomoción de las personas y el uso desmedido de citaciones a los ministros de Estado por parte de algunos diputados.
En relación con la primera, soy totalmente consciente de que las grandes mayorías no tienen voz. Esta condición generó, en cierto momento de nuestra historia contemporánea, e...
Este principio es moralmente válido, pero ha sido ninguneado en los recientes avatares políticos de nuestro país. Concretamente me refiero a dos tipos de acciones: los bloqueos que impiden la libre locomoción de las personas y el uso desmedido de citaciones a los ministros de Estado por parte de algunos diputados.
En relación con la primera, soy totalmente consciente de que las grandes mayorías no tienen voz. Esta condición generó, en cierto momento de nuestra historia contemporánea, el movimiento de la voz de los sin voz. Y para estas grandes mayorías es necesario llegar a extremos para hacerse oír. De ello no hay duda. Sin embargo, al ejercerla optando por los bloqueos se provoca no precisamente un mal menor. Miles de personas que arriesgan sus trabajos, ambulancias que no pueden transportar a pacientes graves y otro tipo de enfermos que necesitan llegar a sus citas puntualmente (v. g.: quienes precisan recibir sus dosis de quimioterapia o radioterapia) dicen todo lo contrario.
Es preciso discernir entonces otra manera de hacerse notar, sentir y escuchar. Una manera que sea efectiva sin que lesione a la mayoría de la población, generalidad que también sufre precariedades y pobreza.
La segunda circunstancia, vinculada al exceso de citaciones de ministros de Estado al hemiciclo, ha quedado evidenciada con la citación que ya le hicieron a la nueva ministra de Salud Pública y Asistencia Social. La doctora Lucrecia Hernández Mack asumió la cartera el 1 de agosto recién pasado y antes de 48 horas ya tenía encima una citación y la amenaza de una manifestación de algún sector sindicalista.
¡Caramba! ¿En qué cabeza cabe que ella tenga que dar razón inmediata de la situación de dicho ministerio? Una de dos: o hay una supina ignorancia por parte de quienes citan y amenazan o hay un envés nada saludable en tales intentos. La doctora Hernández Mack tiene que enfrentarse nada más y nada menos que al mismísimo colapso del sistema de salud de Guatemala y ha sido muy clara al anunciar la manera como lo hará a inmediato y largo plazo. Por lo tanto, citarla famélicamente para que dé razones o amenazarla con manifestaciones es una monumental estulticia.
Guatemala ha sido llevada a un estado de vahído tal que los dilemas éticos son el día a día de quienes están al frente del Gobierno. En situaciones extremas, el principio del mal menor puede y debe ser utilizado. Las situaciones extremas que estamos viviendo exigen alternativas que, aunque se opte por la mejor, no nos conducirán a un estado de bien ideal. De ello debemos estar sabidos en forma precisa y concisa. Mas no hemos de confundir dicho principio con la comisión de hechos que afecten la buena labor de un funcionario o a una gran mayoría, menos aún si esa mayoría es tanto o más desposeída que quienes ejercen esos hechos.
Así las cosas, Gobierno y pueblo debemos asumir la mayor capacidad de discernimiento posible porque la fiesta no está para tafetanes. Llegamos ya a un estado en el cual, como reza un dicho de cierto movimiento cristiano, «o nos salvamos en racimo o nos hundimos en racimo».
La perversidad no debe enfrentarse con perversidad.
Más de este autor