Como si los sobresaltos relacionados con dicho proceso hubiesen sido pocos, el 16 de agosto supimos de la acometida del régimen de Daniel Ortega y Rosario Murillo en contra de la Universidad Centroamericana de Nicaragua (UCA), por medio de una sindicación de terrorismo.
Según el diario El País, «el centro informó que recibió la notificación el martes 15 de agosto a las 17:29. “Hemos recibido oficio del Juzgado Décimo Distrito Penal de Audiencias Circunscripción Managua, a cargo de la jueza Gloria María Saavedra Corrales, en el que se nos notificó la incautación de bienes inmuebles, muebles, dinero en moneda nacional o extranjera de las cuentas bancarias inmovilizadas, productos financieros en moneda nacional o extranjera propiedad de la UCA”, denunció la alma mater (sic) en un comunicado. “En razón de ello, la UCA suspende a partir de hoy todas las actividades académicas y administrativas, hasta que sea posible retomarlas de manera ordinaria, lo cual será informado a través de los canales de comunicación oficiales de la Universidad”»[1].
La Universidad Rafael Landívar no se hizo esperar para alzar su voz. Con fecha 16 de agosto hizo circular un comunicado que se titula «En defensa de la dignidad universitaria centroamericana»[2], nombre que le di a este artículo. Inicia (sabor agridulce para mí), con el último fragmento del tercer párrafo del Sermón de Fuego, homilía pronunciada por monseñor Arnulfo Romero, arzobispo de San Salvador, el domingo 23 de marzo de 1980: «¡En nombre de Dios, y en nombre de este sufrido pueblo, cuyos lamentos suben hasta el cielo cada día más tumultuosos, les suplico, les ruego, les ordeno en nombre de Dios: cese la represión!»[3]. Un día después, en plena celebración eucarística, monseñor Romero fue asesinado de un tiro dirigido justamente al corazón. Sucedió en la Capilla del Hospital de la Divina Providencia. Y comenzó así, desde allí, el camino que culminó con su canonización el 14 de octubre de 2018. Hoy se le conoce como San Romero de América y así se le recordará siempre. De sus asesinos, a futuro, quizá solo quede un recuerdo en el sumidero del infierno.
El comunicado de la Universidad Rafael Landívar es taxativo. Condena enérgicamente las acciones emprendidas contra la UCA y advierte sobre los nefastos efectos que generarán en la juventud en estas circunstancias históricas de la región; manifiesta su solidaridad y cercanía con aquella comunidad universitaria que se ve afectada por otra ola de violencia golpeando su dignidad y su proyecto de vida; exige al gobierno de Nicaragua, así como a las instituciones de justicia de dicho país, suspender las agresiones en contra de la comunidad universitaria de la UCA y también exhorta a todas las instituciones de educación superior de América y el mundo a denunciar públicamente este ataque directo y deliberado hacia una institución que comparte sus funciones sustantivas.
Las declaraciones torales del comunicado me remitieron de inmediato al prólogo de la obra Fray Antonio de Valdivieso. Obispo mártir de Nicaragua 1544-1550. CARTAS., de José Álvarez Lobo, O.P., publicado por la Editorial Lascasiana de Costa Rica el año 1992. Dicho prefacio está escrito por Pedro de Casaldáliga (+), obispo de São Félix do Araguaia, Brasil. En la página 6 reza: «En mis veintidós años de América Latina, y muy particularmente en mis viajes a Centroamérica, yo también me he encontrado con hechos y dichos, situaciones y personajes de esos que pululan en las cartas de Valdivieso. Nombres nuevos, pero viejas historias. Muy semejante la esclavitud, muy semejante, a veces, la omisión. Fray José Álvarez Lobo apunta también, de otro modo, el recelo que fray Rafael insinúa en su carta (se refiere a una carta de fray Rafael Aragón, responsable por la Viceprovincia dominicana de Centroamérica, enviada a él desde Nicaragua el 31 de diciembre de 1989): “Hay mucho temor a los grandes y fuertes de este mundo o mucha avidez por las migajas que dejan caer de sus repletas mesas. A lo mejor, por eso, el recuerdo de obispos como Las Casas, o Valdivieso y Romero, parecen subversivos, no solo en medio de la sociedad del capital, sino también –dolorosa verdad– en el Cuerpo de los seguidores de Jesús”».
Temor y migajas. Con esos miedos y esas pequeñas fracciones de pan nos han manipulado los poderosos en Centroamérica desde la invasión ibérica. Y allí están, llamándose derechas o llamándose izquierdas, según les convenga. Enemigos en la superficie (donde pueden ser vistos), del brazo en las profundidades (de sus conciencias y el averno).
La Universidad Centroamericana de Nicaragua (UCA), según el comunicado (y la realidad), es «una de las voces legítimas que ha evidenciado la degradación de la democracia en Nicaragua», y ese es su pecado.
Cierro este artículo con el párrafo final del comunicado de la URL de Guatemala: «Ante ello, es oportuno recordar a la familia universitaria jesuita en Centroamérica que no debemos dar lugar al miedo, porque caminamos juntos y confiamos plenamente en la mano de Cristo que nos sostiene en la tormenta».
Así las cosas, Pedrarias Dávila (+1531), Anastasio Somoza Debayle (+1980), Daniel Ortega y Rosario Murillo, no hacen alguna diferencia.
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