¿De qué nos asustamos si un partido político con una mínima institucionalidad, sin cuadros ni ideología ni organización, llega a ganar la presidencia, en sus primeros meses de legislatura adquiere o ficha a los diputados cuya forma de hacer política es saltar de partido en partido, y el nuevo presidente nombra a las groupies en puestos como el de subsecretaría de Bienestar Social de la Presidencia para que meses más tarde su jefe de bancada esté escondido y sea acusado de delitos de lesa humanidad?
¿Cómo puede sorprendernos la presentación de un proyecto de ley en el cual se otorga amnistía a todos los trabajadores legislativos y a los congresistas por los delitos que hayan sido cometidos en las actividades administrativas del Congreso desde el 2008 por el exsecretario general del sindicato de trabajadores del Organismo Judicial, diputado Lau, mientras en tercera lectura se discute la ley de exenciones fiscales a ganaderos que fueron presentadas por ganaderos que, habiendo financiado o comprado su plaza, llegaron a esa posición de privilegio?
Llegamos a indignarnos por la encerrona de estos diputados con el procurador de los derechos humanos en el hemiciclo para tratar de encaramarle a este la responsabilidad política de la gestión de la crisis humanitaria del Hogar Seguro Virgen de la Asunción que desencadenó la masacre.
Tampoco olvidamos la elección de la presente junta directiva, planeada en la Casa Crema en horas de la noche, entre promesas y estrategias, con el objeto de cambiar el acento de la presidencia de Taracena, polémica pero efectiva, por un liderazgo tipo Morales (es decir, anodino e intrascendente) como el de Óscar Chinchilla.
El hastío de la ciudadanía es patente. Ya durante el año 2016 se discutieron y aprobaron tímidas reformas a la Ley Electoral y de Partidos Políticos, y con esta herramienta legal se pretende iniciar el proceso electoral en poco menos de tres años.
La ciudadanía informada pretendía una profunda restructuración del sistema político y electoral del país para permitir la elección directa (y no por lista), la revocatoria del mandato, la democratización de los partidos, la financiación estatal, el acceso equitativo a medios, la participación de minorías, la participación de los comités cívicos en elecciones de diputados y el poder reivindicativo de los votos nulo y blanco, entre otros. Pero pusimos a los perros a cuidar las salchichas, y esos anhelos fueron imbuidos en una dinámica del vamos poco a poco. Y al final el resultado será el esperado: nuevamente habremos elegido a cafres que se limitan a levantar la mano mientras se comen un chocobanano, juegan en su teléfono celular y aprueban una ley que nunca habrán leído y que misteriosamente les interesa.
Yo lo que sé es que en aquellas y en las actuales condiciones no quiero elecciones desarrolladas en un sistema perverso de financistas, caciques, amiguetes, narcos, edecanes, helicópteros, compra de filiales con todo y afiliados y candidatos reciclados una y otra vez que cínicamente invocan persecución política cuando, con las esposas cubiertas por una bufanda, comparecen ante un juez que seguramente fue elegido por su voto en un sistema de justicia que nunca fue reformado porque nunca hubo cuórum para discutirlo.
Y así para siempre.
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