Todos dejamos alguien o algo atrás. Más de 17,000 fallecidos documentados y a saber cuántos más sin tener noción siquiera de que la causa de su deceso fue la peste, indican que no menos de 200,000 guatemaltecos fuimos acometidos por el duelo. Aunado a ello, más de 850,000 fueron contagiados sufriendo las consecuencias económicas, psicológicas y corporales.
Desde el 11 de marzo 2020, cuando la Organización Mundial de la Salud declaró que la enfermedad —para entonces llamada ya COVID-19— era una pandemia, nuestra prioridad fue sobrevivir. Me refiero a la población sensata y con los pies sobre la tierra. Porque hubo otro tipo de población, como los malos políticos y los pésimos gobernantes, cuya prioridad fue medrar aprovechando la crisis.
A partir de entonces comenzaron los menoscabos humanos, familiares y sociales. Las pérdidas de vidas humanas, quiebra de negocios, pérdida de trabajos, cierres de oportunidades, colapso de los sistemas educativos (particularmente de los estamentos públicos) y otro sinfín de noxas, significó para muchos iniciar esa larga ruta del proceso psicológico que se llama duelo. Dicho sea, ese proceso no es exclusivo por la pérdida de un ser querido, alcanza también por el menoscabo de situaciones, objetos, bienes y servicios que generan apego. Con mayor gravedad si esos bienes y servicios fortalecen nuestra economía personal o familiar.
Pero los guatemaltecos somos resilientes. Es decir, tenemos esa enorme capacidad de levantarnos de una aparatosa caída y en lugar de mirar hacia nuestras heridas, nos recuperamos en silencio y levantamos la cabeza para otear el futuro. De esa cuenta, la normalidad que predominará después de la pandemia está comenzando a mostrar su rostro. Y por eso insisto, es tiempo de iniciar el retorno. Siempre con los debidos protocolos, siempre con los máximos cuidados.
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Durante la pandemia dejamos de lado muchas actividades que eran casi rutina diaria en nuestra anterior normalidad: deportes, pasatiempos, recreos sanos y más de algún compromiso ad extra de nuestras actividades laborales. A mí no me permitió, entre otras actividades, continuar con la escritura de mi novela histórica Las 12 cartas del obispo Valdivieso. Se trata de una obra concerniente a las causas que provocaron la muerte violenta del Tercer Obispo de Nicaragua, Fr. Antonio de Valdivieso Álvarez, hecho sucedido el miércoles 26 de febrero de 1550 (Miércoles de Ceniza), en León Viejo, Nicaragua.
Un amigo me preguntó (ante mi mutismo con relación a la obra durante el lapso 2020-2021) si continuaría escribiendo la novela. Yo le respondí: «No puedo dejar en el archivo cinco viajes de investigación para levantar trabajo de campo entre Nicaragua, Honduras y varios sitios de Guatemala. Tampoco puedo tirar por la borda más de 50 obras consultadas y muchas horas de trabajo diurno y nocturno desde el año 2015. Así que hoy, ya con cuatro vacunas recibidas, mi familia protegida y mis pacientes a resguardo porque hice una fuerte campaña de concientización con relación a la necesidad de inmunizarse, he ordenado libros y archivos para alcanzar mis propósitos».
Estos libros y archivos van desde las Crónicas de Bernal Díaz del Castillo hasta Documentos inéditos relativos al descubrimiento, conquista y organización de las antiguas posesiones españolas de América y Oceanía[1]. Acompañado este bagaje por los resultados del trabajo de campo: investigación in situ, entrevistas, cotejos y desandar y volver a marchar ante una mínima duda. Así lo exige la metodología de la investigación.
Indudablemente el trabajo lo concluiré por mis propósitos originales y para honrar la memoria de quienes, por causa de esta pandemia, no alcanzaron los suyos.
Amiga y amigo lector, por su salud integral y la de su familia, retome sus propósitos de vida. Por supuesto, con los debidos cuidados. Las vacunas, el uso debido de mascarillas, el correcto lavado de manos y el prudente distanciamiento físico siguen siendo nuestros salvavidas.
[1] Torres de Mendoza, Luis. (1867). Documentos inéditos relativos al descubrimiento, conquista y organización de las antiguas posesiones españolas de América y Oceanía. Tomo VIII. Madrid: Imprenta de Frías y compañía, Misericordia,2.
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