Desde mediados del año pasado no desperdicio un minuto de mi tiempo sintonizando cadenas oficiales radiales y televisivas. Hablo con familiares y amistades y el sentimiento es compartido.
No saben los ufanos fabricantes de mentiras que siempre será más importante lo que no se dice que lo que se dice. Sí, están en lo cierto al pensar que, si una mentira se repite lo suficiente, resultará asimilada por la población. Sin embargo, como gastan su tiempo en regodearse en su habilidad para mentir, resultan incompetentes para analizar y sacar conclusiones sobre lo que pasa con lo que no se dice.
Por ejemplo, la fiscal general está derrochando dinero en campañas publicitarias que pretenden darle al Ministerio Público una imagen de eficiencia y de aceptación general. Pero ella y muchas personas más sabemos cosas que nunca se dirán. Si se presentaran ante medios críticos e independientes sus preguntas acompadradas y acomadradas con las respuestas escritas la noche anterior, resultarían bochornosas y humillantes. Haría bien en contratar un estudio imparcial, que le confirmará, sin duda, que nadie le cree, que las declaraciones públicas despiertan oleadas de indignación y que nadie recibe paga para pedirle que renuncie.
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¿Sobre qué cosas nos gustaría escuchar para ponerle cuidadosa atención? Aquí le dejo una lista corta: sobre el presunto plagio de su tesis de doctorado y la velocidad con que cursó esa especialización luego de la maestría; sobre el fraude homicida de la empresa Kron, S. A., y de sus cómplices en el Organismo Ejecutivo; sobre los avances en las investigaciones para someter a la justicia a los magistrados del Tribunal Supremo Electoral con títulos falsos (y sobre un sistema nacional de falsificación y venta de títulos académicos); sobre la tranza de información (fuga es un título demasiado inocente) desde despachos periféricos hasta el de ella (por lo menos) y de personas bajo investigación por todo tipo de delitos; sobre su disposición a aprobar personalmente cada orden de captura (¿en qué países no totalitaristas se replica esa microgestión obstructiva?); sobre sus criterios para decidir quién debe o no debe ser investigado y asignarles prioridad y recursos a los casos (pareciera que toda la institución se ocupara en perseguir a Francisco Sandoval); sobre su anhelo de ser reelegida y sobre qué está dispuesta a hacer para lograrlo. Le pongo las fáciles para no alfombrar el escenario. ¿Se entiende ahora? Todo lo que no dice es más importante que lo que su despacho dice, carece de credibilidad y genera hastío en la población. Ahí está el chorizo del pan con chorizo. ¡Anímese! Verá cómo le llueve respaldo público sin invertir un centavo del presupuesto. Todo lo demás es peinar calvos.
Y sigue el hartazgo, el hastío. Estamos en los peores lugares de todos los indicadores de desarrollo, de credibilidad como país, de clima de negocios con competencia y con certeza jurídica, de aceptación y respaldo a las autoridades, de avances de la vacunación contra la covid-19, de mortalidad por esta enfermedad. La desnutrición infantil sigue aumentando y, por supuesto, la culpa es de los gobiernos anteriores. Ya ni siquiera hay compromiso para al menos dejar el país tan mal como lo encontraron. Pero de todo esto nada se dice. En la agenda está hacer ruido, dar espectáculo, lanzar distractores, ganar tiempo y no dar patada sin trompada en lo que a negocios con lágrima, moco y baba corresponda.
Entretanto, la campaña política ya comenzó. Como en Nicaragua, se trabaja fuerte en una fachada legalista para inhabilitar candidaturas molestas y habilitar las que garanticen un cambio sin cambio.
Guatemala duele, la patria acusa, el futuro se desvanece y la esperanza está en terapia intensiva junto con la justicia y la democracia.
Lo bueno es que el cambio depende de usted, de nosotros, reunidos en pleno uso de nuestras capacidades mentales y volitivas para declarar los términos de un nuevo contrato social y usar el hastío como resorte para impulsarnos en una nueva dirección.
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