Tenía muchos años de no departir con ellos y al volver a su pueblo, durante un fin de semana, los procuró para recordar épocas pasadas. El encuentro, lejos de ser grato, resultó agrio y penoso.
Uno de sus amigos (por supuesto que le aclaré que no era tal), lo trató de petulante cuando él les contó que en dos años más cerraría pensum y tendría solo, como pendientes, sus exámenes privados y la elaboración de su tesis para graduarse como Abogado y Notario; otro, le dijo que «preferiría acudir con un güizache que ponerse en sus manos como profesional» (sic); y un tercero le manifestó que «los universitarios eran una $%& que no hacían nada por el país» (sic).
Mi respuesta, para tranquilizarlo (condición que fue lograda), fue precisa y concisa: «estamos en el lapso final de una pandemia y las pandemias siempre hacen aflorar lo mejor y lo peor del ser humano». Le conté de cómo, los profesionales del sector salud, fuimos vilipendiados, vituperados y hasta amenazados (algunos agredidos) por personas ignotas que se dedicaron a descalificar no solo nuestro quehacer sino, como si hubiesen sido científicos egresados de las mejores universidades del mundo, despotricaron (porque de otra forma no podían argumentar) contra las vacunas y los antivirales, pero —eso sí— al tener conocimiento del primer fallecido dentro de su familia o dentro de su círculo social cercano, corrieron a pedir ayuda a enfermeras y médicos.
Como una demostración apodíctica le pedí que revisáramos las redes sociales y encontramos, el 28 de marzo recién pasado, las siguientes contradicciones:
1. Un considerable número de candidatos a puestos de elección popular que, a diferencia de campañas proselitistas anteriores, mostraban no solo su expertise sino todos sus estudios realizados. Ni qué decir, contrastan esos currículums con la perorata de los eternos vividores de la política. Sin embargo, a guisa de comentarios en los posts, había algunos que provocaban risa y lástima (por quienes los escribieron). Entre otros: «De nada sirve un título sin inteligencia, de nada sirven los estudios si no sos educado, vos venís de universidad de juguete» y otros similares. En tanto, no pocos comentaristas, encomiaban la diferencia que encontraban ahora en ese tipo de candidatos de diferentes partidos políticos. Ponderaban los estudios y la experiencia.
2. Analizamos a comentaristas conocidos y encontramos que muchas opiniones provenían de personas que no tenían el mínimo conocimiento de los cursos que se imparten en una carrera. Así, a un ingeniero lo agredieron adjetivándolo de «persona sin inteligencia». Nosotros reflexionamos: ¿Cómo puede una persona sin inteligencia aprobar Matemática I, Matemática II, Cálculo I, Cálculo II, Cálculo III, ¿Álgebra lineal y Ecuaciones diferenciales tan solo por mencionar siete de los cursos numéricos que se llevan en la carrera de Ingeniería Civil?
3. Los comentarios en contra de los académicos —que felizmente están navegando como nuevas opciones en diferentes partidos políticos—, están escritos con sendas faltas de ortografía, de esas que puedan catalogarse no como errores ortográficos sino como horrores ortográficos.
Ya en una revisión de anécdotas, le conté al distinguido estudiante de Derecho (que lo es, muy distinguido) lo sucedido a una amiga egresada de la Universidad de Salamanca (España), la más antigua de habla hispana en Europa. Durante una discusión por medio de redes sociales (más ataque que discusión), un estudiante que jamás rebasó el cuarto semestre de su carrera de pregrado le dijo que «era una presuntuosa y que no sabía la razón por la cual se creía tanto si venía de una universidad de cartón». El adjetivo «presuntuosa» se lo ganó la académica porque don fulanito, el hombrecito que no rebasó el cuarto semestre de su carrera, no le pudo rebatir sus argumentos. Y a ojos vistas, aquel hombrecito, ignoraba de la historia y la calidad académica de la universidad germinada en la Scholas Salamanticae, creada el año 1218.
En resumen, soy de la opinión que la vía de la educación superior es una de las principales para que el ser humano pueda realizarse a plenitud, mas no la única (en ello soy enfático); pero también insisto en que, cuando nos atacan con la enjundia que veo no pocas veces en las redes sociales, tales acometidas provienen de personas con el corazón fracturado. Por lo tanto, sin descuidar la dignidad propia y la institucional, es preciso ser tolerantes.
Que esta Semana Santa nos provea el tiempo y la paz necesarias para reflexionar y discernir.
Hasta el lunes 17 de abril de 2023, si Dios nos lo permite.
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