Desde hace más de dos décadas el currículum nacional base guatemalteco establece, en lo que a geografía política se refiere, que el mapa de Guatemala no incluye a Belice. No puede hacerlo porque allí legalmente funciona un Estado totalmente diferente al guatemalteco. Guatemala no tiene ningún poder de decisión sobre el territorio, los funcionarios y los ciudadanos beliceños. Lo que actualmente tenemos en común es una frontera que, al no estar claramente definida, se conoce como zona de adyacencia.
En esa oportunidad, el presidente Morales realizó muy posiblemente el mayor acto de agresión contra un país vecino, pues llegó a exigirle a la maestra que modificara una práctica que ha sido la muestra más fehaciente de paz de los grupos democráticos y progresistas del país. Para el ignorante Morales, que los guatemaltecos hayamos votado mayoritariamente por llevar la demanda territorial con Belice a la Corte Internacional de Justicia nos exime de reconocer el territorio del vecino, cuando es todo lo contrario: Guatemala acepta la existencia de Belice porque negarla sería tan absurdo como negar que después del día viene la noche. Solo luego de resuelta la demanda territorial podremos delimitar definitivamente nuestras fronteras.
Fue este comportamiento errático del presidente Morales lo que en buena medida estimuló a un amplio sector de la sociedad beliceña a votar por el no en la reciente consulta. Felizmente, allá gano la visión de futuro y se impuso el sí, aunque apenas alcanzó el 55.37 % de los votos válidos con una participación que, si bien superó el 50 % de los electores, no llegó al esperado 60 %, que era la estimación del partido en el Gobierno.
De cualquier manera, que las dos sociedades hayamos dicho que debe ser un ente jurídico internacional el que resuelva las diferencias territoriales es un inmenso logro no solo para la paz, amenazada constantemente por las manipulaciones mediáticas de los guerreristas y demagogos oportunistas guatemaltecos, sino para el desarrollo social y económico de Belice y, especialmente, de su vecino, el departamento de Petén, que sería obligado a poner en práctica políticas ambientales y de seguridad que beneficiarían a todos los guatemaltecos, dada la relación sin desconfianzas que se llegaría a establecer entre los vecinos.
[frasepzp1]
Belice y sus habitantes no deben ser vistos como un enemigo, mucho menos como una zona de conquista y como dominio del criollo chapín. Es un país que, dadas sus condiciones, puede convertirse en un socio preferencial de los guatemaltecos no solo en lo económico y comercial, que tanto gusta a nuestras élites, sino también en lo cultural y social. Belice se alinea a los países del Caribe anglófono en las cuestiones hemisféricas, mucho menos serviles a los intereses estadounidenses y mucho menos dependientes de estos. Su democracia es mucho más sustentable y efectiva, pues el parlamentarismo ofrece la posibilidad de transparentar y aclarar de la mejor manera las decisiones políticas y evita en buena medida la existencia de franquicias electorales.
Con solo conocer cómo funciona su sistema político, los guatemaltecos ganaríamos muchísimo en nuestra formación política. Y una relación de amistad, sin el fantasma de la agresión, permitiría que nos acercáramos a ellos como vecinos, y no como enemigos.
Morales ha salido a felicitarse por el resultado, pero oculta sus errores y malas prácticas, aunque es posible que su actitud buscara lo que estuvo a punto de suceder: movilizar a la mayoría de los beliceños contra el sí. Hipócrita y falso como es, no es absurdo suponer que su presencia en esa escuela y la profusa divulgación del video fueran parte de la campaña de los guerreristas y nacionalistas demagogos para culpar a Belice de la no resolución del diferendo, con lo cual el caso se habría mantenido como la cortina de humo de la que aquellos se valen cuando quieren que la población deje de poner atención a los delitos y malas prácticas gubernamentales.
Por suerte, si esa era su intención, ha tenido que tragarse sus palabras. Resta saber cómo y quiénes llevarán adelante la presentación de la demanda guatemalteca, pues, mientras más realista y objetiva sea, más posibilidades se tendrán de obtener algún beneficio. Si, por el contrario, se parte de la infantil demanda por más del 50 % del territorio de lo que hoy forma parte del Estado de Belice, es previsible que ni las migajas a las que se tiene derecho se le concedan a Guatemala.
Más de este autor