¿Cómo un ex presidente guatemalteco se convierte en figura pública invitada a un evento internacional en una universidad? ¿Cuáles son los elementos que legitiman su posición como líder mundial? ¿Debería sentirme orgullosa de que un ex presidente guatemalteco ha sido invitado a este evento?
Ciertamente su elección en 1985 define una nueva etapa en la historia del país y siempre se piensa en él como el que inicia una nueva era democrática para Guatemala, no por nada había recibido un 68% de los votos válidos de una población desencantada. Se le recuerda, además, como uno de los gestores de los Acuerdos de Paz en Centroamérica, a partir de las cumbres de Esquipulas I y II.
¿Por qué entonces el sentimiento que tengo hacia él no es muy positivo? Siempre he pensado que tuvo en sus manos una oportunidad increíble que no supo aprovechar en ese período de transición, en el que la guerra ya había sido perdida por todos. Luego de tanto fraude, de tanta muerte, del horror y la ignominia, se empezaba a sentir alguna esperanza entre tanto dolor. Y sin embargo, en realidad no hubo tantos cambios.
Luego de la primera ronda de diálogo de Esquipulas II en 1987, el Estado Mayor de la Defensa Nacional declaró que las demandas de la guerrilla no podían ser aceptadas y que las conversaciones con la misma quedaban suspendidas. Por esos días, Cerezo también toma una decisión, la de solicitar más ayuda militar a Estados Unidos, acelerar el rearme de las Fuerzas Armadas e intensificar las ofensivas contrainsurgentes. ¿El resultado? Solamente en el primer trimestre de 1989 se contabilizaron 1,600 asesinatos y 800 secuestros o desapariciones. El 11 de septiembre del siguiente año Myrna Mack sería asesinada.
Cierto que inmediatamente después de Esquipulas II Cerezo nombró al primer procurador de Derechos Humanos del país y creó la Comisión Nacional de Reconciliación, pero por alguna razón no termino de sentirme en paz con él.
Estoy consciente de que el poder del ejército seguía siendo fuerte en un país con estructuras sociales, económicas y políticas debilitadas. Sé que las cosas no se podían cambiar tan pronto de manera tan radical —tampoco hay que ser tan ingenuos. Sé también que un presidente no puede ser responsabilizado por todo lo que sucede en un país, y que también habría que juzgar el papel de Álvaro Arzú, bajo cuya presidencia se dio la verdadera transición del país —o debió darse— y de los que le siguieron y le siguen.
Por supuesto, la historia no es tan sencilla y hay mucha tela que cortar. Y si menciono estos hechos —que habría que confirmar con mayor seriedad— es porque muchas veces cuando se habla de paz, de democracia, de justicia, nos olvidamos que el discurso se articula paralelamente a otras realidades que tienen sus propias dinámicas del horror.
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