En este mundo de locos no faltará quien piense que el Teatro Negro de Praga es una compañía de artistas afroerupeos o de inmigrantes africanos. Y por esa misma razón, es posible que haya quienes rechacen asistir al teatro.
La verdad es que el nombre es engañoso, y en eso todos podemos estar de acuerdo. Con la paciencia de quienes ya conocen este espectáculo, intentaré explicarlo brevemente desde la mirada de un lego que admira mucho esta manifestación del arte.
Cuentan que en China, para el entretenimiento de los emperadores, se inventó un tipo de teatro que evolucionaría hasta lo que hoy conocemos como teatro negro. ¡Era detrás de sábanas blancas! Detrás de ellas se jugaba con luz de velas para proyecta...
La verdad es que el nombre es engañoso, y en eso todos podemos estar de acuerdo. Con la paciencia de quienes ya conocen este espectáculo, intentaré explicarlo brevemente desde la mirada de un lego que admira mucho esta manifestación del arte.
Cuentan que en China, para el entretenimiento de los emperadores, se inventó un tipo de teatro que evolucionaría hasta lo que hoy conocemos como teatro negro. ¡Era detrás de sábanas blancas! Detrás de ellas se jugaba con luz de velas para proyectar sombras que agrandaban al cuerpo iluminado. Usaban títeres y personas. En Japón hubo desarrollos similares que en algún momento se encontraron. Era un teatro en blanco y negro, o en luz y sombras.
Dando un salto geográfico y en el tiempo por causa de las leyes espaciales (es decir, el espacio de esta columna), llegamos a Praga. Ahí, Georges Méliès (ilusionista y amante de los efectos especiales para el cine) y Konstantin Sergéievich Alekséiev (innovador hombre de teatro) combinaron sus talentos e iniciaron el teatro de luz negra en la ciudad checa de Praga. Solo que aquí desaparecieron las sábanas blancas y el escenario completo se vistió de estricto y profundo negro. La luz de las velas se cambió por luz ultravioleta y todo lo que aparece en el escenario usa colores fosforescentes. El resultado es que, por un lado, hay oscuridad profunda, y por el otro, luz ultravioleta (en una paleta de colores fosforescentes) reflejada hacia los espectadores.
La combinación del talento de los creadores de este espectáculo se mantiene. Las piezas teatrales combinan mimos, acróbatas, danza, música, efectos especiales de sonido e ilusionismo, mucho ilusionismo.
El pasado 20 de septiembre tuve la oportunidad de asistir a una presentación original del Teatro negro de Praga (Compañía de teatro de luz negra, de Jirí Srnec). Fue una antología de actos de obras que se han presentado desde 1961. El propósito del espectáculo, asumo, es mostrar una amplia paleta de recursos que se usan rutinariamente. Valga decir que Praga es una ciudad impresionante, el único lugar que conozco donde se vive profesionalmente de tocar música clásica y los artistas pueden tener más de una presentación diaria. Tocan en muchos escenarios con buena acústica, destacándose algunas iglesias. Ahí también están las compañías de teatro de luz negra y presentan funciones todos los días. Es alucinante.
Volviendo a la función del pasado martes y para fortalecer la idea de que fue didáctico, mostraron al final que todos los efectos especiales (cosas que cobran vida y vuelan, bailan, nadan, aparecen y desaparecen) son realizados por artistas vestidos con tejidos negros, por lo que no se les ve en el escenario. He ahí la magia y la ilusión, combinadas con el talento diverso de los artistas. La música y los pregrabados son fundamentales, aunque a veces las obras sean mudas.
Hubo partes de mucha interacción con el público. Confieso que tenía otro tema para esta columna, pero cambié de idea porque lo mejor de la velada fue escuchar la reacción de los niños. Conectaron inmediatamente con los artistas, se rieron con el alma y sus risas inundaron de alegría mi corazón.
Esto es parte de lo que dijo una adolescente que asistió: «¡Impresionante! Parecía que las cosas se movieran por sí solas […] En algún punto sentí que estaba viendo algo en realidad virtual porque todo parecía tan mágico […] A la vista parecía imposible que un humano fuera quien hacía todo eso».
Un adulto, que conocía cómo se hacen las animaciones, reconoció: «es como la magia, no deja de sorprender al ojo, dejándonos la inquietud: “¿cómo lo hicieron?”, sin sentir la necesidad de corroborarlo. Solo nos hace disfrutar».
Cuando terminen la lectura visiten el enlace del final, con parte de lo mostrado en la comentada función.
Reflexión final: Guatemala tiene suficiente talento para crear y hasta para innovar el teatro de luz negra —duro trabajo de por medio—. ¡Hay que hacerlo!
Ciudadano del mundo con nacionalidad guatemalteca e identidad latinoamericana. Cambia un asiento VIP por una buena compañía en la fila de atrás. Piensa que quien se cree amigo de todos no tiene ni un solo amigo y que la revolución es un acto perenne de empatía.
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Byron Ponce Segura
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