La variante es que hoy no habrá oro, plata ni bronce. Solo oro. Y se harán dos nombramientos. Espero que concuerden con ello.
La primera medalla de oro va para el personal médico, técnico y de enfermería que atiende pacientes de covid-19 a pesar del oprobioso desdén con que las autoridades ven su sacrificio y sus necesidades. Algunos están desde el inicio de la pandemia. Es casi un insulto llamarlos «incansables». Son personas que se agotan física y mentalmente y a las cuales tiran a la hoguera si liberan un poco de tensión haciendo un bailecito. Trabajan largas jornadas, necesitan protestar para que les paguen salarios que no llevan bono de riesgo y se exponen cada día de trabajo a contagiarse y a contagiar a sus familias. He escuchado casos en los que han debido aislarse de sus seres queridos como si estuvieran contagiados. Ese costo nadie lo asume ni valora. Un saboteador invisible de su trabajo es la gente que no toma conciencia de su obligación de protegerse, y mucho menos de proteger a los demás, aunque se trate de su propia familia y de sus propios compañeros de trabajo. Ellos actúan egoístamente y viven como si no pasara nada, pero tarde o temprano caen enfermos y se convierten en una fuente más de estrés y de frustración para ustedes. Quiero que sepan que somos muchas las personas que vemos su trabajo y su sacrificio con empatía y que deploramos la forma en que son tratados. Va una medalla de oro para ustedes y sus familias. ¡Y regálennos otro baile!
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La segunda medalla va para un grupo de héroes anónimos para el ojo público. Me refiero a todo el personal que fue capacitado a un alto nivel por la Cicig en investigación criminal y a los trabajadores de la FECI, que se comportaron como un ejército disciplinado combatiendo las infames corrupción e impunidad en condiciones de alto riesgo para ustedes y sus familias. Aún recuerdo los gritos chillones de aquellos que decían: «Que la Cicig haga transferencia de capacidades y que se vaya». Se fue y las capacidades quedaron con todos ustedes. Pero todo era una infame mascarada: no querían transferencia, sino destrucción, anulación o secuestro de sus capacidades. ¿A cuántas personas de la Cicig se les reubicó para darle peso y sentido al trabajo del Ministerio Público? Y las personas honestas y calificadas de la FECI ahora penden de un hilo y seguramente habrá muchos despidos. Todos se han expuesto a la difamación y al desprestigio por parte de los sicarios digitales, así como a la violencia organizada ejercida con distintos medios de persecución y de persuasión forzada. Todo ello impacta la salud mental y física y hace de cada día en el trabajo una jornada de tensión en la que algo puede reventarse en cualquier momento. Por su resistencia, por su resiliencia y para que sus servicios leales y apegados a valores sean reconocidos, aquí dejo una simbólica medalla de oro.
La última medalla va para los 48 cantones y sus aliados, quienes con orgullo, determinación y valentía están haciendo catarsis por todo el pueblo de Guatemala. Es triste cuando las personas no se sienten representadas en la toma de decisiones que afectan el presente y el futuro de este país. Solo tenemos depredadores insaciables que se creen los tiburones de los siete mares, pero que moralmente no son sino tepocates de charco. La juventud valiente y ustedes sí están logrando que nos sintamos representados.
Pasemos a los nombramientos. A Juan Francisco Sandoval quiero nombrarlo fiscal emérito contra la corrupción, no por estar jubilado, sino por sus méritos y su valentía en la lucha contra la corrupción y la impunidad. A José Rafael Curruchiche Cucul, quien usurpa el puesto que un plebiscito devolvería por amplia mayoría al fiscal emérito, lo designo fiscal demérito, a secas.
Algunos dirán que hago todo esto sin tener autoridad para ello, pero, si hay universidades privadas regalando y vendiendo títulos de todo tipo a la escoria académica, ¿por qué no voy a darme yo este gusto?
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