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Hay una Guatemala sin hambre ni mendicidad, con niveles muy bajos de crímenes, corrupción o violencia, y en acción permanente contra el deterioro ambiental y los desastres. En ese universo paralelo, Guatemala es una sociedad que recompensa el resultado de los esfuerzos individuales, a la vez que protege de injusticias pasadas a las nuevas generaciones, abriendo oportunidades desde el inicio de la vida. Así, las personas, los grupos sociales y las comunidades tienen mejores perspectivas de realizar su potencial y disfrutar los beneficios.
Construir esa realidad que coexiste con esta, desde donde escribo, habría exigido de las élites de cada estrato social, en las disyuntivas de los cincuentas, setentas y noventas, tomar el ramal correcto de la bifurcación y mantener el rumbo el tiempo suficiente para conocer y evaluar los resultados. Nuevamente en la coyuntura, debemos escoger un proyecto de alcance medio, ambicioso, realizable, no tan lejano que pierda interés y no tan próximo que desate regateos mezquinos de posiciones y privilegios.
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En la conducción del Estado, las tareas domésticas se distinguen de los retos estratégicos por su vocación de futuro, por propiciar circunstancias, convicciones y alianzas que descongelan el cambio. El último discurso de Salvador Allende contiene la receta.
“Superarán otros […] este momento gris y amargo que parece imponerse […] más temprano que tarde, de nuevo abrirán las grandes alamedas por donde pase el hombre libre para construir una sociedad mejor”. Como una suite de tres movimientos: presto para abrir senderos estratégicos, largo en la formación de nuevas generaciones, y andante para desatar las dinámicas de desarrollo social. ¿Por qué no reconocer la cualificación laboral de los jóvenes como prioridad política, programática y fiscal, capaz de abrirnos nuevas rutas al desarrollo?
Chile es un país de ingresos altos y desarrollo humano muy alto, en un club donde supera a Portugal, Croacia y Kuwait. La desigualdad reduce la esperanza de vida seis años. El 75% de la población tiene educación secundaria y 70% de los jóvenes asisten a la universidad.
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Guatemala, con ingresos medianos bajos, desarrollo humano bajo y 17 años de vida menos por la desigualdad, está en el club de Namibia, Timor-Leste, Vanuatu y Kiribati. Tales países no alcanzan 40 años de ser independientes, mientras que en siete años Guatemala será bicentenaria. En 2021 iniciarán la primaria los nacidos en 2014 y terminarán el básico quienes la iniciaron en 2013.
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Guatemala invierte en educación 3% del PIB, menos que el promedio de países de ingresos bajos. Un tercio de quienes inician la primaria no concluyen. Se inscribe en ciclo básico 45% de quienes tienen edad. Un tercio inicia tardíamente. La mitad de los hombres y un tercio de las mujeres no lo terminan. Al diversificado, que certifica competencias para el empleo, se inscriben cuatro de cada diez jóvenes; uno de ellos no termina.
En resumen de diez jóvenes, siete carecen de preparación para una inserción social y económica ventajosa, y se suman a la población económicamente inactiva, desempleada o subutilizada en el sector informal. El balance es preocupante. De seguir igual, para el bicentenario habría 3.7 millones de jóvenes, la mitad económicamente inactivos, y un cuarto sin cualificación laboral.
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¿Por qué no proponernos la cualificación laboral como meta del bicentenario? Si el gasto público por estudiante de diversificado es un tercio que el de primaria, debemos triplicarlo para mejorar la calidad, apoyar económicamente a estudiantes en condiciones precarias y actualizar las áreas de formación. La cobertura de diversificado es de 40%: propongámonos duplicarla, y extenderla a las regiones desatendidas.
Estas metas dependen de niveles previos. La cobertura de básico llega al 75% y la primaria casi 100% pero deben mejorar la calidad, la equidad y la pertinencia cultural. Si cada año ingresan 200 mil nuevos jóvenes; en siete años se puede cubrir 1.4 millones. La otra mitad, quienes hoy tienen 15 años y más, necesitan esquemas flexibles de capacitación laboral.
¿Cuánto nos cuesta? Mucho menos que el costo del hambre, la mendicidad, el crimen, la violencia, el deterioro ambiental y los desastres. Contar con ciudadanos informados, productivos, fiscalmente responsables, sujetos a la ley y capaces de proveer una vida digna para sus familias es una suite intermedia. La ruta estratégica pasa, entre otras grandes alamedas, por la educación. Y esta es una tarea impostergable.
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