No debiera llamarnos a risa la tragicomedia que estamos viviendo los guatemaltecos. Cada vez sufrimos más y más vergüenza ajena ante las declaraciones que muchos de ellos espetan ante la prensa nacional e internacional. Ni qué decir de las descalificaciones que se hacen entre ellos y las amenazas que vierten impunemente, ni de sus guardaespaldas que parecieran haber sido sacados de un ejército de demonios.
Lejos de reír (por no llorar), tendríamos que hacernos la pregunta de cuándo y cómo empezó esta vorágine porque, quien crea que data del reciente proceso democrático que se inició después de la firma del tratado de paz de 1996, está muy equivocado. En realidad, sus raíces se remontan a doscientos años atrás cuando el jefe político superior de Guatemala, brigadier Gabino Gaínza, sustituyó al presidente Carlos Urrutia y Monroy en marzo de 1821, y una de sus primeras acciones fue declarar que Agustín de Iturbide, proclamador del Plan de Iguala en México, era un traidor al rey, ingrato, extraviado y perverso. Pero, sin perjuicio del Plan de Iguala, la independencia de México se veía venir a corto plazo y a las autoridades guatemaltecas, españolas y realistas, les quedaron dos opciones: entrar en ruta de colisión con el México independiente o seguir su ejemplo. Pues asústese usted, estimado lector. Don Gabino, fiel hasta la muerte al rey Fernando VII, optó por una salida muy cómoda: declarar la independencia adhiriéndose al Plan de Iguala y uniéndose a México. El proceso en mención lo hizo público en agosto o septiembre de 1821, y el 28 de agosto, para desagraviar al de Iguala, consiguió que algunos de sus amigos colocaran luminarias en obsequio de Iturbide. Era el día de san Agustín. Encima de ello, se quedó a la espera de las reacciones de los nobles, quienes veían en el Plan de Iguala la posibilidad de una emancipación unidos a México y de una monarquía borbona.
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No contó don Gabino con que Juan José y Mariano Aycinena, Pedro Molina, Mariano de Beltranena y José Francisco Barrundia habían pactado el Plan Pacífico de la Independencia para la Provincia de Guatemala y, viendo los titubeos, inseguridades, temores y devaneos de Gaínza; (quien, no obstante dichas fluctuaciones, seguía manteniendo hegemonía sobre las tropas, principalmente sobre las que capitaneaba Félix Lagavra, comandante del poderoso Batallón de Veteranos), le ofrecieron la guayaba (que ya tenía dueño) y, muy patriota, don Gabino la aceptó de buen gusto. Así, anocheció jefe político superior (entre Jerez y la frontera) la noche del 14 y amaneció presidente del Gobierno superior político y militar el 16 de septiembre de 1821.
Puede colegirse entonces que ese mangoneo —el de los que ponen y quitan presidentes y autoridades en Guatemala— y el transfuguismo partidario, lo inauguraron de manera deshonrosa el tal don Gabino (a quien todavía se le considera uno de los próceres de la Independencia) y sus titiriteros.
En consecuencia, dos escenarios deben quedarnos en claro: las imposiciones de una élite que se ha perpetuado a través de los siglos y una ausencia total de ideología y de fervor patrio en los actores políticos.
Para sumirnos en más ignominia, el siglo XXI nació signado (para nosotros los guatemaltecos) con la imposición de candidatos a cuales más torpes y vulgares. En consecuencia, más fáciles de manejar para quienes nos los montan a troche y desmoche.
Conste, obra a nuestro favor (para nosotros, el pueblo), la saludable presencia de jóvenes (muchos de ellos en proceso de formación o recién graduados de diversas universidades) en los grupos contendientes. Ellos y algunos adultos honorables, son la excepción en esta debacle.
Estimado lector, Guatemala se merece una mejor clase política. Creo, es tiempo de replantearnos una reestructuración del Estado y el significado de próceres y padres de la patria (con minúsculas) que nos han impuesto desde una historia oficiosa y de dudosa autenticidad.
Si desea más información sobre los devaneos de Gabino Gainza (y sus adláteres), puede remitirse a mi artículo Los saltos de don Gabino, publicado en este medio el 24 de septiembre de 2012.
Hasta la próxima semana si Dios nos lo permite.
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