La cantidad de gazapos legales interesados ha nublado el panorama electoral, al punto que hasta la segunda vuelta presidencial sigue día con día sufriendo amenazas, incluso provenientes del Ministerio Público, que debiera estar muy ocupado en investigar los delitos de alto impacto criminal que son abundantes por aquí. Pero bien vale pensar en el 2024: de ganar una opción progresista, que es el sentir actual, este debiera ser entonces el año del desamarre. Y con ello entendemos desatar los nudos giordanos que la burocracia estatal tiene en estos momentos. Comencemos entonces por explicarlo.
De ganar Sandra Torres, la hipótesis futurista de entrada sería una continuación del estado de cosas. Veamos el escenario contrario: ¿qué le depara a un gobierno de Bernardo Arévalo y qué acciones inmediatas y mediatas debiera acometer?
Vamos por partes: el cemento que mueve los comportamientos públicos actuales es la obtención de dinero fácil a través de la conquista de puestos, plazas fantasma o acomodadas y nombramientos de gente que no llena los requisitos mínimos de la complejidad de responsabilidades que los puestos demandan.
Ejemplos de ello los hay hasta la saciedad: miremos el tema del Aeropuerto La Aurora, que más parece una estación de trenes de segunda de allá por Bombay o alguna ciudad sucia del tercer mundo. Es evidente que el señor Francis Argueta, director de Aeronáutica Civil, es un ejemplo paradigmático del funcionario incapaz. ¿Y qué decir del ministro de Comunicaciones, Infraestructura y Vivienda, Javier Maldonado?
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El perfil de Maldonado es muy común en funcionarios e influyentes actuales. Del propio portal del Ministerio exponemos lo que se dice de su mediocre calificación: “Cuenta con estudios de especialización estratégica en la Universidad Europea del Atlántico (Uneatlántico); conocimientos en las áreas de construcción, planificación, logística, administrativa y métodos constructivos. Fue director de la Unidad de Construcción de Edificios del Estado (UCEE). ¿Cómo es posible que la Asamblea de Colegios Profesionales y el propio Colegio de Ingenieros permitan que a la cabeza de un Ministerio clave se encuentre una persona con tan dudosa formación en Ingeniería?, aun cuando es preciso admitir que también ha habido ingenieros graduados deshonestos, pero por algo hay que empezar
Imaginemos tan sólo allí, el tipo de amarres de grupos vegetando en contratos con estabilidad laboral que gente como Javier Maldonado o Francis Argueta dejarán en ambientes en donde la infraestructura, la tecnología y las relaciones con empresas de gran calado internacional ameritan un conocimiento que de ninguna manera se obtiene en colegios y universidades marca “Patito”, como la susodicha Universidad del Atlántico, ni siquiera reconocida por el Consejo de la Enseñanza Privada Superior.
Veamos lo que sucede en un Ministerio clave para la política social de un gobierno progresista: el de Desarrollo. Al frente del mismo está Héctor Melvin Caná Rivera, que es un Perito Contador, ni siquiera graduado universitario. En su hoja de vida en el portal de tal Ministerio indica que está estudiando el octavo semestre de Auditoría en la Universidad Mariano Gálvez.
Se imagina usted, ¿qué jocotes hace un auditor, como los que acostumbramos a ver en las entidades públicas, pasando papeles y torpedeando la agilidad de los trámites, en un Ministerio en donde al frente debiera estar un experto en diseño e implementación de programas de liderazgo en la protección social al gran porcentaje de la población guatemalteca que no está cubierta por el IGSS que es la mayoría?. Imaginemos entonces el desamarre de los vicios enquistados en tal Ministerio.
Sigamos y pasemos a un ministerio clave: el de Educación. La señora Claudia Ruiz de Estrada es esposa de un coronel de Infantería, razón esta que ha sido de influencia para su nombramiento dada la fisonomía pro militar del actual gobierno. Tiene tan sólo una carrera Técnica docente de la Universidad de San Carlos y luego una licenciatura de la Universidad Panamericana, que es junto con Galileo y Mariano Gálvez las más comunes de los burócratas actuales. Durante su actual gestión se ha evidenciado la caída de la matrícula escolar, nuestro vergonzoso puesto de puntero del grupo de países con menos cociente intelectual del mundo, y la merma de los procesos de aprendizaje cuantitativo, científico y de comprensión de lectura. Incluso el gremio de los propietarios de los colegios privados ha publicado en fecha reciente unos resultados poco halagadores en términos de aprendizaje escolar.
En tal Ministerio el gran desafío también estará en lidiar con los poderosos y molestos sindicatos que han cogobernado en la última década, y promovido leoninos pactos colectivos, junto a sus similares del Ministerio de Salud Pública y Asistencia Social.
Hemos expuesto tan sólo unos ejemplos paradigmáticos: imaginemos la situación de entidades como la Comisión Nacional de Energía Eléctrica, el Ministerio de Economía, el Instituto Guatemalteco de Seguridad Social, el Instituto Nacional de Electrificación, la Secretaría de Bienestar Social, y el enjambre de agencias públicas que urgen de meritocracia, honestidad y un esquema de función pública y funcionariado de mérito de primera calidad. ¿Estará listo el equipo de gente para ello?
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