Algunas personas caminan hacia la oportunidad de un posgrado, la adquisición de un bien, las merecidas vacaciones con la familia. Para muchas otras, caminar es una estrategia de sobrevivencia. Centroamérica camina huyendo de la violencia estructural, migra para acceder al alimento, al trabajo, a un espacio para vivir. Ha entendido que su tierra, su alimento y sus riquezas siguen usurpadas. Mejor se aglutina y camina colectivamente a un destino que, siendo incierto, promete ser mejor que el actual.
En Guatemala recibimos la caravana migrante con brazos abiertos, el corazón impresionado y los ojos llenos de admiración. En familia, mis hijos escucharon la historia de sus cuatro abuelitos migrantes: dos buscaban trabajo y dos huían de la violencia contrainsurgente. Se recordó el dolor de la distancia, lo que implicó crecer lejos de la familia, desarrollar la identidad del otro en un entorno que era poco más que tolerante a nuestra presencia. Lloramos de rabia al reconocernos una Centroamérica repleta de dignidad, trabajadora, solidaria, compasiva, astuta e inteligente, pero plagada por la pobreza, el miedo, la doble moral, el terror, la violencia y el autoritarismo.
La caravana migrante le recuerda a toda la región que Centroamérica ha cambiado poco, aunque se ha movido mucho. Llevamos siglos caminando en un círculo que tiene como eje la explotación del más pobre y el enriquecimiento del más rico. Andamos sin avanzar, girando en torno a ese eje que no logramos romper ni por la vía violenta ni por la vía pacífica ni por la vía electoral. Nos seguimos moviendo, buscamos nuevas rutas, resistimos a la fuerza centrípeta que nos mantiene caminando en el mismo sendero: se sacrifica nuestro presente, más de 20 defensores de derechos asesinados, la mitad de los niños y las niñas con hambre, jueces bajo amenaza, un puñado de diputadas y diputados contra una jauría de dinosaurios corruptos. Sabemos que ese eje se sostiene por un extremo con la oligarquía, las Iglesias y los militares locales; y por el otro, con los extranjeros.
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Las imágenes del recorrido andado por las niñas y los niños de la caravana migrante muestran plazas llenas de personas que se han hermanado en su lucha por el presente. Documentan muros echados al suelo por la fuerza de la colectividad. Registran barricadas policiales y militares derrotadas. Dan testimonio de la sabiduría popular, que sabe evadir a los lobos vestidos de ovejas. Muestran que en Centroamérica se trabaja duro y se resiste mucho: El Salvador resiste a la privatización del agua, Honduras denuncia al dictador, Nicaragua derrota al traidor, Guatemala quiere romper con las cadenas de la esclavitud neoliberal.
Sí, tenemos derecho de avanzar como lo ha hecho la caravana migrante para no repetir los errores del pasado. No volveremos a elegir lobos militares vestidos de oveja. Es nuestra obligación desaprender las cómodas mentiras del colonialismo. Denunciaremos que la riqueza desmedida de los finqueros y de los empresarios es la que estos roban en forma de cuotas no pagadas al IGSS. Tenemos la opción de pensar científicamente, con base en la evidencia. Dejaremos de admitir como referentes de la democracia a los caciques del pollo, del azúcar, del cemento, de la palma africana, de las hidroeléctricas, de la minería y de la telefonía móvil. Es de humanos vivir una espiritualidad profunda inspirada en la dignidad de la vida. Negaremos el diezmo y la bendición a los profetas de la doble moral, que construyen alianzas con los corruptos de la Municipalidad y la Presidencia.
La migración de un territorio a otro para alejarse de la amenaza de la violencia es un derecho, ya que es propio de la naturaleza humana preservar la vida. También estamos en nuestro derecho cuando rompemos con las relaciones enfermizas de codependencia con familiares que se resisten al cambio, con poderes fácticos nacionales que concentran las riquezas y el poder, con los inversores extranjeros que priorizan el saqueo de nuestros recursos sobre nuestra dignidad. Nuestra única esperanza es hacer como la caravana migrante: avanzar como colectivo que derrota las fronteras históricas que amenazan nuestros deseos de vivir dignamente.
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