Evidentemente, otro habría sido el comportamiento de los comerciantes de la información si Luke Denman y Airan Berry hubiesen podido entrar al palacio de Miraflores y capturar al presidente Maduro. En ese caso, todas las primeras planas estarían aún llenas de noticias sobre el éxito de la empresa y, como todo en este mundo, habría muchos padres y madres que, sonrientes, estarían posando sobre la cabeza del político venezolano.
La telenovela, muy a la venezolana, en la que se convirtió el intentó de infiltración armada este domingo 3 de mayo, para felicidad de los venezolanos y de los que en el mundo aprecian la paz y el respeto a la soberanía de los pueblos, por ahora ha tenido final feliz. Los ex-marines estadounidenses han sido capturados y puestos a disposición de los tribunales venezolanos, lo que hace evidente que, si bien habían visto mil veces todas las películas de Rambo, puestos en el escenario de los hechos fueron incapaces de al menos actuar como el Chapulín Colorado.
Con apenas unos días de intentada la operación, su fracaso tiene claras y evidentes causas. La improvisación del desembarco, la ausencia de apoyos locales y la cobarde actitud de Guaidó y de los suyos de no responsabilizarse de los hechos. Como en el intento del golpe de Estado de abril del año pasado, queda más que claro que los políticos opositores venezolanos no están dispuestos al más mínimo sacrificio, por lo que delegan los riesgos a mercenarios.
Guaidó y sus hombres decidieron delegar en una empresa de seguridad, de cartón, el análisis de «todos los escenarios posibles para el cese de la usurpación». Porque, con todo lo dicho y publicado en los últimos días sobre Silvercorp, la empresa que contrató a Denman y a Berry, queda más que claro que no es más que la fachada comercial de la invasión armada a Venezuela. La empresa no tiene más actividades que las realizadas en Colombia tanto para dar seguridad al fracasado concierto supuestamente humanitario Venezuela Aid Live como para entrenar a los mercenarios que fracasaron este 3 de mayo en su intento por entrar al país, armar el desorden y capturar a Maduro, a quien, en sus delirios, enviarían de inmediato en un avión militar estadounidense para así cobrar la millonaria recompensa que Donald Trump ha ofrecido porque, sin ninguna prueba, lo acusa de narcotráfico.
[frasepzp1]
El uso de mercenarios es la única opción que Estados Unidos y sus Gobiernos aliados en la OEA tienen para sacar a los chavistas del poder, pues de otra manera tendrían que intentar una operación al estilo de la invasión militar estadounidense a Panamá en 1989, cínicamente llamada Causa Justa, que a estas alturas haría que el ejército invasor tuviera muchas bajas. Construir un ejército insurrecto no está en los planes de quienes manejan a Guaidó, pues eso les implicaría mucho tiempo, esfuerzo y sacrificio, y eso solo es cosa de comunistas.
Pareciera que el repertorio de ideas liberadoras no pasa del libreto invasor, donde los muertos, si es que los hay, los pongan los venezolanos ingenuos que puedan creer en Guaidó y los aguerridos defensores del chavismo. Solo que en esa ecuación los primeros no son apenas escasos, sino simplemente inexistentes. Formados en la política del fraude y de la corrupción, los antichavistas creen que todo se arregla con dólares, vengan de donde vengan, y que, si no consiguieron llegarles al precio a los altos mandos militares, una incursión mercenaria sería la solución.
El escenario no estaba del todo mal armado. Como se denunció en los días previos, hubo supuestos enfrentamientos entre grupos de narcotraficantes con la intención de atraer la atención de la seguridad venezolana y de dejar libre el paso a la incursión mercenaria. Sin embargo, el gobierno de Maduro no mordió el anzuelo, pues ya tenía conocimiento de lo que sucedía en los campamentos de adiestramiento en fincas colombianas fronterizas. Entra aquí en juego la DEA, con lo que se demuestra que, como se ha denunciado infinidad de veces, mantienen contactos fluidos con los narcotraficantes para mantener vivo y activo el negocio.
Todo hace suponer que la incursión fracasó porque los recursos no fluyeron como se había acordado, lo cual creó cierta desesperación entre los más de 60 mercenarios acampados. En el interior de Venezuela nada estaba organizado, dado que Guaidó no controla ni el portón de su casa y el grupo mercenario no podía quedarse para eternas memorias en tierras colombianas.
[frasepzp2]
Obligó el Gobierno colombiano a que actuaran aun sin la mínima infraestructura en el interior venezolano para evitarse complicaciones mayores. Es una posible opción. Otra podría ser que los mercenarios decidieron actuar para presionar los pagos, en espera de enriquecerse cuando les pagaran el rescate por el intento de captura de Maduro y su más que probable asesinato. Pero una opción más es que los dirigentes de la operación, al descubrir la inanición de Guaidó y de su séquito, optaran por realizar la operación y les cobraran el incumplimiento de los pagos con el fracaso anunciado. Trump intentará sacarlos con vida a cualquier precio, pero no sería raro que intentaran suicidios u otros subterfugios para, culpando a los chavistas de su muerte, tener excusas para una intervención militar.
Sea cual sea la razón que los obligó a precipitar la acción, lo que resulta claro es la complicidad de todos los Gobiernos latinoamericanos con la práctica de acciones militares privadas contra un Estado, pues, a pesar del cinismo de J. J. Rendón al aceptar que contratan mercenarios para realizar acciones en territorio venezolano, ni uno solo de los países latinoamericanos se ha pronunciado condenando el atentado. Mientras tanto, el Gobierno de Estados Unidos ha negado su injerencia cobardemente. La OEA, por cierto, brilla por su ausencia y deja en evidencia su simpatía por acciones mercenarias si estas suceden contra los desafectos de su patrón.
Un fracaso más en los intentos golpistas de Guaidó y de su gente. Una mancha más en ese tigre de oportunismo e irresponsabilidad en el que están montados todos los que apoyan su supuesta presidencia. Es tal vez la oportunidad de insistir en las palabras de Bertolt Brecht: «Quienes no quieren asumir ninguna culpa terminan lavándose las manos en ollas de sangre. ¡Pero esa sangre después se les verá en las manos!».
Más de este autor