La desaparición forzada, el asesinato, diversas formas de agresión, la irrupción violenta en instalaciones, el robo de información y las campañas para intimidar a activistas son parte de la cotidianidad regional. Y hasta el momento las garantías constitucionales poco o nada garantizan, especialmente para quienes no tienen acceso a sistemas privatizados de seguridad.
Es decir, sin perder de vista el contexto posterior a la firma de la paz, las organizaciones sociales siguen siendo víctimas de agresión. Por ello resulta razonable proponer un ejercicio interno que exponga prioridades de seguridad y acciones concretas en forma de varios y pequeños pero efectivos planes de contingencia.
En esencia, se deben discutir tres cosas. La primera es el conjunto de escenarios, de situaciones de riesgo y de posibles actos de violencia que pueden ser dirigidos contra el personal, simpatizantes, familiares, la imagen y los bienes de las organizaciones que luchan por el territorio, por la defensa de los derechos humanos y por el rescate de las instituciones, y últimamente también para quienes se encaminan a procesos de refundación del Estado plurinacional.
Tengamos presente que los sistemas de inteligencia que identifican estas organizaciones como enemigos potenciales cuentan con recursos para elaborar listados, perfiles, análisis organizativo, intrusión, seguimiento y pronóstico de acciones, así como para identificar puntos vulnerables y eventuales blancos, que pueden ser personas, instalaciones o la imagen de la organización. De esa cuenta, no basta con tomar precauciones que provengan del sentido común. Es preciso identificar las situaciones de riesgo y caracterizarlas en atención a la posibilidad de ocurrencia. Esto incluye, por supuesto, desde acciones eminentemente jurídicas y propagandísticas (es decir, legales) hasta actos criminales ejecutados por actores encubiertos.
Lo que sigue es un ejercicio interno en dos partes para determinar dos conjuntos de acciones y sus correspondientes recursos para cada escenario:
- Acciones previas dirigidas a reducir el impacto de un escenario. Por ejemplo, ante el escenario de irrupción violenta en las instalaciones, algo que puede tener diferentes fines, las acciones previas pueden orientarse a la disuasión, a la protección de la información y al establecimiento de puntos de reunión, así como a los mecanismos para la denuncia y el acompañamiento. Lo anterior lleva implícita una preparación que solo puede ocurrir si el escenario es discutido.
- Acciones que deben ejecutarse en el momento en que ocurra la contingencia. Estas pueden acordarse verbalmente, pero en ocasiones se requiere de algunos instrumentos que hagan viable una respuesta oportuna. Tomando el ejemplo anterior, un listado de teléfonos, de direcciones, de puntos de reunión, y mensajes de alerta pueden ser necesarios para una respuesta efectiva. Estas acciones también pueden orientarse a la manera como operará la organización después de la agresión, de manera que el período de parálisis, si ocurre, se reduzca al mínimo.
Debe tenerse presente que estos tres elementos (escenarios de riesgo, acciones previas y acciones de contingencia) son una agenda de diálogo interno que contribuye a la anticipación de puntos débiles en las operaciones, en las comunicaciones, en la logística, en el manejo de la información y, especialmente, en la protección de las personas y de sus círculos inmediatos.
La clave es discutir cada escenario o contingencia por separado, es decir, un plan de acciones previas y contingentes. En mi experiencia, una discusión intensa sobre los elementos anotados permite definir qué es prioritario, qué necesidades hay en el corto plazo y quiénes deben estar a cargo de la seguridad. Y, por supuesto, el seguimiento dependerá del contexto y de los recursos existentes.
Algunos beneficios adicionales del ejercicio anterior tienen que ver con elevar el nivel de alerta de las personas y con mejorar la protección de información sensible, que en ocasiones está expuesta hasta en las redes sociales. Del mismo modo, las organizaciones también pueden desorientar a potenciales agresores siempre que se desarrolle una cultura de protección colectiva. Y no debe perderse de vista que incluso los sistemas de inteligencia más poderosos fallan cuando ponen toda su atención en el secreto, y no en la efectividad de las acciones. De ahí que un paso natural y posterior sería la articulación de esfuerzos de protección entre organizaciones.
No lo deje para después. Y no desperdicie la oportunidad para hablar de los escenarios típicos que nos atañen en cualquier organización, como los provocados por sismos, incendios, inundaciones o actos delincuenciales en un sentido general. Solo se necesita la voluntad, algo de tiempo, invitar a las personas involucradas y unas tazas de café con pan dulce.
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