Las evidencias muestran a Jimmy Morales no como el estadista que tiene encuentros con los líderes de la alianza política que sostiene a su gobierno, sino como el que usa los lujos de sus amiguetes y como el cómplice con quien se encuentran estos para tramar un acto criminal. El uso del helicóptero con las iniciales de Mario Estrada Orellana es una cuestión respecto a la cual, cada vez que el presidente o sus voceros tratan de supuestamente aclarar la situación, lo único que consiguen es aumentar las sospechas, al grado de que el vehículo ha sido ya inmovilizado por el Ministerio Público.
Suena extraño que, con una agenda preparada con anticipación, como lo es la de cualquier gobernante, la Presidencia de la República de Guatemala no tuviera a su servicio alguno de los helicópteros del Ejército para asistir a la actividad divulgada. Resulta que él, que ha presumido de ser un firme jefe de las fuerzas armadas, tuvo que alquilar vehículos para movilizarse porque sus oficiales tenían en reparación todas las aeronaves. Pero no usó la que contrató el ministro del Interior, sino la de otra empresa, que hasta el momento no presenta la prueba de que le fue pagado el servicio. Sucedió en enero de 2018, cuando el Pacto de Corruptos se consolidaba y avanzaba en su siniestra campaña para inutilizar a la Cicig.
Pero, si solo este hecho acaba con la poca credibilidad que el presidente podría aún tener, su reunión del 2 de abril en la hacienda mansión del ahora detenido levanta una nube espesa de dudas. No es ya el amiguete prestando su lujosa nave para que el presidente se sueñe poderoso. Es el aliado o cómplice con quien se encuentra fuera de su oficina en un día laboral para degustar un platillo que, aunque preparado por el o la mejor chef del oriente del país, podría haber sido preparado en la lujosa y dispendiosa cocina de Casa Presidencial.
El pollo en crema con lorocos no era ciertamente la razón del encuentro. Era, cuando mucho, el culinario complemento, como muy posiblemente lo fueron algunas onzas de un Dalmore 64 Trinitas o, en caso de escasez, un Stillman’s Dram. Esta vez el presidente viajó, según parece, en helicóptero militar, empleando al menos tres o cuatro horas del tiempo que debería dedicar a sus labores de jefe de gobierno y de Estado, en un día en el que todos los guatemaltecos trabajamos.
Por qué era tan importante esa reunión, que no pudo realizarse en Casa Presidencial o en horario y en día inhábil, cuando estaban a pocos días del largo feriado de Semana Santa.
Tal vez querían tener una conversación a solas para hablar de nuevas conquistas amorosas o para compartir secretos sobre producción de equinos o caprinos, especie esta muy común en las ahora estériles montañas jalapanecas, o para que, sin testigos, el candidato presidencial le contara al cómico presidente alguno de los chistes que por el oriente se cuentan de él. Todas esas son razones válidas para compartir un delicado pollo en crema con loroco, ¡pero no justifica el viaje, el tiempo invertido y el descuido de las responsabilidades públicas en un día hábil!
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Lo que sí resulta evidente es que un presidente no hace un viaje en helicóptero para degustar un plato de pollo y hablar con un supuesto casi desconocido de cuestiones tan intrascendentes como el sueño electoral de que ahora sí Mario Estrada va a ser presidente y quiere conocer, con ocho meses de antelación, cuál es el proceso de sucesión. Para ello el candidato, ubicado en el pelotón del sótano de las intenciones de voto, podría pedir una audiencia y el presidente concederle, como máximo, una larga media hora de su valioso tiempo.
Lamentablemente, en estos tortuosos tres años y tres meses hemos comprobado que el cómico que llegó a presidente, si bien gusta de reflectores y de fotos, de lucir su colección de uniformes militares, sacos y corbatas de los más variados y chiltotes tonos, adora sobre todo la opacidad de sus actos, con lo cual intenta parecer imperial, cuando lo único que ha conseguido es que se sospeche que usa más tiempo en las conspiraciones para destruir enemigos y comprar eterna impunidad que a a gestionar con seriedad y eficiencia los intereses del país.
Tal vez nunca lleguemos a saber los asuntos sobre los que discurrieron en esa tan amigable reunión, pues cocineros y meseros estarán siendo silenciados y los acompañantes del invitado se habrán quedado afuera, comiendo los desperdicios de tan opípara mesa, lo que hará que las sospechas sobre las criminales razones del encuentro aumenten. Porque, dos semanas después de esta histórica comida, Estrada Orellana fue detenido en Estados Unidos y, además de que se lo acusa por conspirar para introducir estupefacientes en territorio estadounidense, también se ha denunciado que estaba entre sus planes electorales eliminar a dos candidatos para asegurarse el triunfo.
Como a Morales no le gusta la transparencia, mucho menos la sinceridad, y como ha quedado demostrado con el uso del helicóptero, se puede suponer que el pollo en crema fue testigo mudo de los planes criminales del ahora excandidato y que, asumida la tarea asesina por parte del jefe del Ejecutivo, Estrada dijera a sus interlocutores, supuestos narcotraficantes, que ya no los necesitaba para esa chapina tarea del sicariato.
De esa cuenta, a estas alturas de la historia más le valdría a Jimmy Morales que existieran grabaciones de esa reunión, pues así podría sacudirse el estigma de sicario que por siempre cargará, esperemos que frustrado.
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