El primero (con relación a la peste) lo titulé: En tiempos de crisis, mucho hace el que poco estorba. Anunciaba que, desde la aparición del primer contagio por coronavirus en Guatemala, el país había entrado no solo en estado de calamidad pública sino también en una situación de desastre y que obrar con sensatez era indispensable
Los propósitos de los artículos que di en llamar de la serie pandémica, fueron cinco: pregonar la esperanza, impeler a la población (especialmente a los jóvenes) a no dejarse doblegar por el miedo, llamar a la sensatez (de manera particular a las personas antivacunas y a las propagadoras de noticias falsas), ponderar la ciencia y el trabajo de los científicos y proponer un discernimiento acerca del tipo de país que querríamos pasada la crisis.
No dejé de lado la revisión histórica de las enfermedades de alcance mundial. Los aciertos y los errores cometidos por la humanidad durante las pandemias están documentados desde el siglo V a.C., y son fácilmente localizables. Dicho sea, la corrupción de los mandamases de los diversos Estados ha sido un hallazgo iterativo. Estos datos también los puse a ojos vistas de mis lectores.
Entrado el año 2023 me pregunté la razón por la cual, extrañamente, la Organización Mundial de la Salud no había dado por terminada la pandemia de COVID-19. A mi juicio, el tiempo y las condiciones ya eran propicios. Sin embargo, la doctora Karin Slowing en su artículo A la puerta de la post-pandemia de covid-19 (12 abril 2023) me proveyó respuestas muy documentadas que me hicieron cambiar de opinión. Según ella (especialista en epidemiología), estamos muy cercanos al momento de cese porque la vacunación ha hecho lo suyo. Uno de sus argumentos alecciona: «Sin duda, la vacunación, hecha a una escala sin precedentes, ha hecho la diferencia: a la fecha, el 64.5 % de la población total (5.1 mil millones) contaban con al menos dos dosis de vacuna. Un poco por debajo de lo recomendado por la Organización Mundial de la Salud (OMS) —70 %—, pero que evidentemente ha logrado un impacto favorable en el acortamiento del período pandémico». Es decir, falta poco para salir del túnel pandémico, pero aún estamos en el último tramo del pasadizo.
Estamos en tiempo, a la sazón, para discernir (un poco más), el quinto propósito de mis artículos de la serie pandémica: Qué país deseamos en la postpandemia. Para ello analicé las necesidades de la población con relación a tres tipos de dirigentes: políticos, sociales y religiosos. Me di cuenta que no es demasiado lo que se espera de ellos si su voluntad está del lado del bien. Revisemos esas expectativas.
De los dirigentes políticos: Necesitamos en su orden, transparencia en sus ofrecimientos, coherencia entre lo ofrecido y lo actuado (o por actuar) y honradez a toda prueba. En estos momentos no nos importa la ideología que dicen tener sino su honestidad, su rectitud y su probidad.
De los dirigentes sociales: Incluyo aquí desde los líderes de los Consejos Comunitarios de Desarrollo (Cocodes) hasta aquellas personas que, sin figurar en las redes sociales, son consultadas en las comunidades porque proveen respuestas sesudas y apegadas a la realidad del entorno. De ellos necesitamos firmeza. Además, no dejarse mangonear y no dejarse corromper. Precisamos también de su valentía para alzar la voz cuando sea necesario.
De los dirigentes religiosos: Requerimos acogida y comprensión. Somos miles las personas que fuimos golpeadas por la COVID-19 en Guatemala y en el mundo. No hay una sola familia que no haya perdido a un ser querido, y, entiéndase por favor, jamás podremos regresar al «curso normal que teníamos antes de la pandemia». Tenemos sí, nuevos derroteros por delante (para caminarlos con alegría y esperanza) pero nunca podremos ser los mismos que fuimos antes de la crisis. Reza un dicho, sacristía adentro: «Vale más fomentar convicciones que arrancar decisiones».
El personal de salud que estuvo y sigue estando en las trincheras del frente (héroes sin capa y sin deseos de figurar) seguirá hombro con hombro con el pueblo. Solo necesitamos de los dirigentes (políticos, sociales y religiosos): transparencia, honradez, firmeza, valentía, incorruptibilidad, acogida y comprensión. ¿Es mucho pedir? Yo creo que no.
De lograrse, podremos desearnos en breve (abrazo de por medio): feliz retorno a una nueva normalidad.
Más de este autor