La actitud desafiante de Giammattei y de Porras y el cinismo y desfachatez de las y los congresistas oficialistas alimentan la legitimidad de las protestas y el descontento.
La semana pasada comenté acá la actitud desafiante del presidente, de la fiscal general y de toda la alianza oficialista consolidada en un pacto de corruptos fortalecido e integrado por las autoridades de los tres poderes del Estado, así como por alcaldes, fanáticos religiosos, nacionalistas, exmilitares y algunos empresarios. Argumenté que esta actitud concretaba un desprecio profundo de la credibilidad...
La semana pasada comenté acá la actitud desafiante del presidente, de la fiscal general y de toda la alianza oficialista consolidada en un pacto de corruptos fortalecido e integrado por las autoridades de los tres poderes del Estado, así como por alcaldes, fanáticos religiosos, nacionalistas, exmilitares y algunos empresarios. Argumenté que esta actitud concretaba un desprecio profundo de la credibilidad y la legitimidad como condiciones para gobernar.
Siempre que se argumentan estas cosas, naturalmente existe el riesgo del error o de la exageración. Pero me causó asombro ver la contundencia, si no el descaro, con que quedó demostrada la veracidad del argumento con lo expresado por un grupo de diputados oficialistas del distrito del Quiché liderados por la diputada Greicy de León. Trascendió cómo la diputada De León regañó a los quichelenses, a quienes les espetó frases ofensivas y desafortunadas como «Si las compró o fueron donadas [las vacunas], fueron [sic] gracias a la buena gestión y a los buenos oficios del señor presidente», o «Como diputados nos queda nada más buscar esa metodología para poder hacer conciencia a la población y decirles: ya no se quejen; vacuna hay».
Sorprende el cinismo descomunal de la diputada De León, ajeno a las protestas y al enojo ciudadano. El incidente permite hacerse una idea de lo que ella tiene en la cabeza y de sus visiones políticas: demostró ser una persona embrutecida por el poder nominal de la curul, que le importa poco o nada lo que sus electores piensan o sienten y, más aún, que se siente investida de autoridad para regañar y decir qué sentir y hacer. De ahí la desfachatez de exigirle a la ciudadanía que no se queje. Los otros diputados del distrito de Quiché que la acompañaban no actuaron de manera distinta, ya que también se dedicaron a adular a Giammattei y al gobierno de este agradeciéndole las vacunas, como si de una dádiva o favor se tratase.
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Resulta vergonzoso siquiera contrastar la actitud de estos diputados oficialistas, su menosprecio cínico e insolente de la ciudadanía, con el concepto elevado de democracia madura y funcional o con los derechos fundamentales de protestar y de disenso garantizados en ese sistema político. Ofende y enoja profundamente constatar que no es exageración que esta gente sea capaz de pensar que la ciudadanía debe estar agradecida con un presidente corrupto como Alejandro Giammattei, con su predecesor o con los anteriores.
De León raya en la insolencia estúpida porque pasa por alto que gestionar la respuesta al impacto de la pandemia y la provisión de las vacunas es una harta obligación del gobernante plasmada en la Constitución Política de la República, lo cual ha incumplido, por lo cual la gente está en las calles manifestando, pues sabe que los 614.5 millones de quetzales pagados a Rusia por unas vacunas que no se han recibido son recursos públicos, dinero del pueblo; que la asiste el derecho constitucional y humano fundamental de quejarse de este mal manejo; que por supuesto que puede quejarse, ya que las vacunas rusas por las que ha pagado no están, y que las vacunas que se están aplicando son en su gran mayoría donaciones recibidas por el gesto amistoso y la deferencia de los pueblos de los países amigos, a los cuales claro que hay que agradecerles, pero no a Giammattei.
Así, la respuesta a De León y a los diputados oficialistas es clara y contundente: ¡sí nos quejamos por el mal manejo de la pandemia y por las vacunas rusas que ya fueron pagadas y que no hemos recibido! ¡No tenemos nada qué agradecerle a Giammattei!
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