Se trata de Xibalbá, el inframundo de los mayas. Un mural en el que estuvo trabajando durante los últimos años de su vida, incluso hasta poco tiempo antes de morir, el 1 de noviembre de 2019. Un proceso pictórico que tuvo la oportunidad de atestiguar la historiadora del arte Fátima Anzueto, guatemalteca radicada en México, que estaba llevando a cabo una serie de visitas a la casa de la artista con el objetivo de darle forma a una investigación que dio como resultado el libro titulado: Rina Lazo: Muralista mesoamericana. Una historia sobre tierras fértiles[1]. Un proyecto que la artista no logró ver terminado, pero que desde 2020 está dando testimonio del recorrido plástico de una mujer que logró hacer historia con un arte que iba de la mano de la cosmovisión de esta región.
Recuerdo que mi primer encuentro con Rina Lazo fue en octubre del año 2010, cuando llegó al Palacio Nacional de la Cultura una exposición que se llamó ¡Oh Revolución! Estaba conformada por dos murales acerca de la intervención norteamericana a Guatemala en 1954. Gloriosa Victoria de Diego Rivera y Venceremos[2]de Rina Lazo. Pero, ¿quién era Rina Lazo? Y la primera respuesta estaba en el mismo mural de Rivera. En la mujer de rojo que empuñaba un arma en la esquina superior derecha.
Rina Lazo había sido asistente de Diego Rivera, un puesto que se ganó a los tres meses de estar estudiando con la beca guatemalteca en la Escuela Nacional de Pintura, Escultura y Grabado La Esmeralda. Y, en el mural Gloriosa Victoria tenía una doble presencia: como personaje, sí, pero también con un cuadro dentro del cuadro, como bien explica Fátima Anzueto en su libro. Se trataba de la ventana de una cárcel y de un grupo de campesinos que atestiguaban la actitud de entrega y sumisión del presidente de la Contrarrevolución, Carlos Castillo Armas. El mural tiene la firma de los dos artistas.
Pero Fátima Anzueto, quien ha dedicado varios años de su vida a estudiar la obra de la muralista mesoamericana, como ella misma se hacía llamar, había oído hablar de Rina Lazo desde su época de estudiante en la Escuela Nacional de Artes Plásticas, en 2004. El primer contacto con su obra fue en el MUSAC, en donde se encuentra el mural titulado Tierra fértil[3]. Una pintura, que según explica Anzueto, le había sido encargada a Rina Lazo para decorar el comedor del Club Italiano de Ciudad de Guatemala, pero que, durante un período de remodelación, fue cubierta con acrílico blanco. Tras un intenso trabajo de restauración, el mural se recuperó y fue donado a la Universidad de San Carlos de Guatemala.
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Su vida, su obra y el hecho de que nunca tuvo una exposición individual en su país de origen, empezaron a rondar con insistencia la curiosidad estética de Fátima Anzueto y fue así como, tras una llamada telefónica consiguió una primera entrevista con Rina Lazo en su casa de Coyoacán. Una reunión a la que siguieron muchas otras y durante las que nacieron varios proyectos que se vieron penosamente truncados por la falta de voluntad, e incluso la mala voluntad, de autoridades del medio cultural guatemalteco. Fue así como la idea de una exposición que incluía la proyección de sus murales fue posponiéndose y mudando hasta convertirse en un esfuerzo individual, independiente, que finalmente se materializó en forma de libro y en una página virtual[4] que es a su vez un homenaje y un medio de difusión de la obra de la artista.
Una obra que también sirve de línea de tiempo en el tránsito del relato que arma Anzueto. Uno que parte desde el primer encuentro de la artista con la pintura, durante los años de infancia que vivió en Cobán, su paso por el taller del maestro Julio Urruela Vásquez, sus premios en la convocatoria de carteles para conmemorar la Revolución de Octubre y la primera Feria del Libro en Guatemala. La beca que la llevó a México, a ser asistente de Diego Rivera, a hacer historia y a casarse con el grabador y también muralista Arturo García Bustos. Así como el proceso de la copia de los murales de Bonampak para el Museo Nacional de Antropología de México y la creación de la obra titulada Venerable abuelo maíz, basada en el Popol-Vuh. Estos, entre otros trabajos de su destacada trayectoria, hasta llegar al mural con el que Fátima Anzueto ve el cierre perfecto de un ciclo: Xibalbá: el inframundo de los mayas, un espacio para el que imaginó su entrada en unas cuevas que visitó siendo niña, junto a su madre, en el lejano Cobán, según le contó en una entrevista.
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Rina Lazo falleció un día después de su cumpleaños número 96, en noviembre de 2019. Cuenta Fátima Anzueto que el maestro Carlos Navarrete le colocó una pequeña bandera de Guatemala sobre el féretro. Con todo, su historia sigue viva, su obra es testimonio de una época; y el esfuerzo de Fátima Anzueto por difundirla, un acto que debería ser bien aprovechado.
Para mayor información acerca del libro sobre Rina Lazo y el trabajo de Anzueto, pueden visitar la siguiente página: www.muralistamesoamericana.com
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