Debe darnos una vergüenza enorme la indiferencia colectiva ante los ataques y amenazas sistemáticas en contra del juez Miguel Ángel Gálvez.
Me cuesta creer que a la ciudadanía guatemalteca no le importe la forma en que estamos perdiendo a un jurista estandarte de la aplicación de la justicia en contra de la corrupción y de la violación de los derechos humanos. Es de verdad vergonzoso que hoy el mejor escenario para el juez Gálvez sea el exilio forzado, y que sus alternativas sean la prisión y, muy en serio, la muerte por asesinato.
Da vergüenza que sea el mismo país en el que, simultáneamente a estos abusos, Giammattei y el grupito de empresarios egoístas que lo apoyan, hayan celebrado en Antigua el foro de Forbes en Español, en el que abundaron las declaraciones miopes y mentirosas, empezando por el propio Giammattei que se atrevió a declarar que «hoy Guatemala es el destino ideal para invertir». Además del séquito de voraces y rastreros, ¿habrá quién le crea?
Porque la Guatemala de hoy es justamente una en la que hay empresarios invirtiendo en financiar a la Fundación Contra el Terrorismo (FCT), un grupito de payasos fascistas dedicado a encarcelar o enviar al exilio forzado a decenas de operadores de justicia honestos e íntegros. Miembros notables en la denominada lista Engel, porque, ya han demostrado que la cantidad de dinero que tienen y la cuota de poder que ejercen hoy, no la han ganado por la calidad de su trabajo profesional, ni porque sean emprendedores innovadores ni exitosos.
Una Guatemala en la que prácticamente todas las instituciones del Estado están capturadas por una articulación de mafias, que con acierto hemos dado en llamar pacto de corruptos, siendo quizá el peor caso el Ministerio Público encabezado por la nefasta Consuelo Porras, otra insigne integrante de la lista Engel. Y que es justamente por estas desgracias que es posible el acoso y ataque sistemático en contra de jueces y fiscales honestos e íntegros.
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Un país donde Giammattei declara triunfal que «cuenta con un capital humano joven, amplio y capacitado, con el bono demográfico más grande de la región», pero con la peor cobertura y calidad educativa de toda la región centroamericana, con casi dos millones de niñas, niños y adolescentes fuera de las escuelas. Un país en el que impera la desesperanza, y que para la gran mayoría de la gente su única ilusión es largarse, huir de Guatemala como migrantes forzados, porque acá no hay oportunidades de educación ni empleo. Giammattei habla que la mejor carta de presentación es la juventud que mediante unos programas de bilingüismo, mediocres e inefectivos, si no corruptos, «se están capacitando y son nuestra mejor carta de presentación», cuando la imagen de la juventud guatemalteca es sumida en la pobreza o en jaulas de las autoridades estadounidenses anti migrantes.
Resulta cruelmente torpe y desafortunado ese slogan gubernamental y empresarial de «Guatemala no se detiene», porque ante la realidad, en lo que no se detiene Giammattei y su pandilla es en castigar a quien es honesto y justo, sumir en la pobreza y la marginación a la mayoría, especialmente a la niñez y a la juventud, en una corrupción galopante. Con la imagen del juez Gálvez en el exilio forzado, encarcelado o muerto, quedará muy claro que la Guatemala de Giammattei, efectivamente, no se detiene en su orgía de corrupción y crimen.
Pero, ¿qué clase de sociedad es la guatemalteca de hoy, que calla y se muestra indiferente conforme vemos cómo un grupito de mafiosos lincha a un juez justo? ¿Qué estamos esperando? ¿Que lo maten por haber hecho lo correcto?
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