Platero y yo es un libro del español Juan Ramón Jiménez, publicado en 1914. Haga las cuentas. Alguien encasilló la obra como cuentos infantiles, sin ser ninguna de las dos cosas. Esta obra de 138 capítulos resulta ser un libro de crítica social. Lo etiquetaron como lectura para niños (sorpréndase, en la antigüedad ponían a los niños a leer libros después de enseñarles cómo suena la danza escrita de las vocales y las consonantes) porque transmite valores humanos y amor por la naturaleza.
Platero, la estrella del libro, es un burro y si a alguien le dan ganas de abandonar aquí la lectura, sepa que se quedará sin conocer algunas cosas importantes, como la existencia de Burrolandia (tranquilos, es en España y México).
Los congéneres de Platero son animales asombrosos, dignos de todos los homenajes y, por desgracia, despreciados a términos inhumanos. Si aguantan con una película muy triste, busquen «Al azar de Baltazar», de Robert Bresson (Francia, 1966), que retrata tanto al burro Baltazar como a las personas que le toca conocer.
Hace unos años, en un país muy lejano, tuve la tristísima experiencia de aprender sobre los últimos días de todos los burros. Luego de ser explotados hasta la vejez, sin misericordia alguna son abandonados en un basurero. Los llevan hasta allá y les «regalan» la libertad. El precio de esta es que nadie los alimentará ni ofrecerá cuidado alguno. El país es semidesértico, por lo que no hay ríos para beber, salvo que sea aguas negras del mercado cercano al basurero. Abundan los burros famélicos errantes. Los burros no han hecho nada que merezca ni tal trato ni tal destino.
Popularmente hemos convertido al burro en sinónimo de estupidez, haraganería y terquedad. La palabra se usa para ofender.
Aprendamos un poco sobre ellos: son físicamente fuertes y muy valientes. Por eso los aprovechamos para tiro, cabalgadura y carga, a veces más allá de sus capacidades. A gran costo de su salud pueden llegar a soportar cuatro veces su propio peso. La fuerza viene acompañada de mucha inteligencia y capacidad de liderazgo. En cualquier sitio donde pongan juntos burros y caballos no pasará mucho tiempo para que los asnos sean los líderes. Los burros son más inteligentes que los caballos y tan inteligentes como los perros.
Muchos ovejeros modernos han abandonado los medios tradicionales de proteger al rebaño y han puesto burros como centinelas. Su fuerza, inteligencia y lealtad con sus amigos los hace el terror de lobos y coyotes que en el uno a uno están perdidos y aunque ataquen entre varios aún pueden ser derrotados.
Son el piloto automático más eficiente. Pueden regresar a casa con un borracho a cuestas desde largas distancias.
Ningún equino está capacitado para sobrevivir en el desierto tanto como el burro. En las montañas, si los ingenieros y topógrafos no logran dar con el mejor diseño para una carretera, no les queda más que soltar un burro. Este atravesará los cerros exactamente por los puntos de pendiente más suave.
El sistema digestivo de los asnos está mejor diseñado que el de los equinos para comer los pastos y otras plantas del ambiente. Eso les permite ser más resilientes y adaptados a las malas condiciones.
Los burros pueden ser enseñados a caminar y bailar igual que los carísimos caballos artísticos.
En fin, se necesitan muchas páginas para aprender lo bueno de estos animales. Vean este video y al menos lean esto.
Lástima que nadie puede explicar a todos los burros del mundo que son abusados y estamos de su lado para que los respeten y protejan, aunque nosotros sí podemos actuar.
Por otro lado, hay que sacar de su engaño a este gobierno provida pero antiniñez, liberal pero antiderechos, justiciero en la venganza pero laxo en la persecución de sus delincuentes. La deuda pública que rebalsa sus bolsillos la tendremos que pagar nosotros y nuestra descendencia. EI no más del burro significa no más, es hora de que mostremos ese perfil a quienes nos consideran sus burros de carga.
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