Sin embargo, en Guatemala no parece que sea la forma en la que el Estado y la sociedad se relacionan con las mujeres. A lo largo de la historia la deuda, lejos de mermar, crece en volumen y profundidad. La exclusión y la discriminación suelen ser los elementos centrales de las formas de relacionarse con las mujeres. Ni el sistema de partidos políticos ni la organización del Estado responden a la necesidad de reducir la brecha establecida por el patriarcado.
Los pocos avances en materia de legislación y de diseño de políticas son resultado de las luchas de las mujeres a lo largo de la historia. Mediante aportes y luchas colectivas o individuales, de la mano de las mujeres han venido también buena parte de las acciones de mejora en diversos ámbitos nacionales. En el sistema de justicia, por ejemplo, gracias a la tenacidad y a la persistencia de Helen Beatriz Mack Chang se produjo un cambio sustantivo que derivó en la formación del sistema oral y en la sustitución del trasnochado sistema judicial de procesamiento penal.
Gracias a la persistente y valerosa intervención de las abuelas de Sepur Zarco fue posible juzgar y condenar en cortes nacionales la violencia y la esclavitud sexual y laboral en un destacamento militar. La valentía y la persistencia de Emma Guadalupe Molina Theissen y de su familia permitieron juzgar y condenar a los responsables de abuso sexual y de tortura durante el conflicto armado, también en una instalación militar, así como de la desaparición forzada de su hermano Marco Antonio. Las mujeres ixiles de Nebaj, con su testimonio desgarrador sobre acciones antihumanas perpetradas por el Ejército, fueron claves para demostrar, en dos ocasiones, que en Guatemala se cometió genocidio.
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Desde la Fundación Sobrevivientes, Norma Cruz antes y Claudia Hernández ahora han sido fundamentales para perseguir a perpetradores de violencia sexual y doméstica. Las mujeres de Voces por Cristina mantienen el dedo en la llaga sobre la desaparición y el asesinato de Cristina Siekavizza a manos de su esposo, Roberto Barreda. Junto con Paula Barrios, las abogadas de Mujeres Transformando el Mundo (MTM) acompañan a víctimas de violencia de género. Andrea Barrios promueve condiciones dignas a mujeres privadas de libertad.
Marta Godínez, Isabel, doña Chave y las incansables del Sector de Mujeres son el rostro infaltable en toda lucha por los derechos humanos. Sandra Morán es la diputada que ha llevado la voz de la defensa de los derechos a un Congreso donde predomina el patriarcado. Las mujeres de la Unidad de Protección a Defensoras y Defensores de Derechos Humanos (Udefegua) no escatiman día para acompañar a quien las necesite. El aliento de las mujeres del Equipo de Estudios Comunitarios y Acción Psicosocial (ECAP) es fundamental para superar el dolor acumulado en la tragedia. La labor organizadora de las integrantes de la Unión Nacional de Mujeres Guatemaltecas (UNAMG) es clave en la reivindicación de las mujeres. Mujeres de la Red Musovi, de La Cuerda, de Las Poderosas. En fin, miles de ellas que puedo no mencionar, pero no por ello no reconocer, ejercen una labor que contrasta con la acción permanente del Estado.
Mientras en su quehacer las mujeres construyen y promueven una nueva forma de ver la vida, de entender las relaciones desde la sororidad y la equidad, el Estado impone formas de exclusión y de violencia. Imposible olvidar, por ejemplo, el segundo aniversario, precisamente en el Día Internacional de la Mujer, de la masacre en el mal llamado hogar seguro, en el cual se incendió a 56 niñas que estaban bajo el cuidado del Estado. La muerte de 41 de ellas y el daño permanente a las otras 15 son la dolorosa evidencia de que la lucha por cambiar el estado de cosas no es fácil, de que la amenaza, la agresión, la discriminación, la difamación y la violencia son la respuesta del sistema: un sistema que, pese a su poder, de antemano está derrotado porque no ha podido ni podrá doblegar la necedad que nutre la lucha cotidiana por sepultar el patriarcado.
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