Quiero contarles algo: soy conductor de automóvil y, hasta hace poco, de motocicleta. Transportarse en moto es bonito, práctico y económico. Lo digo por aquello de que piensen que no sé de qué hablo o que soy parcial.
Posiblemente estamos de acuerdo en que la tasa de muertos por la delincuencia es alta en Guatemala, pero parecemos no ser conscientes de que aquí muere igual cantidad de gente por accidentes de tránsito. Tan solo el año pasado alcanzamos 22 accidentes, 6 muertes y 23 personas heridas cada día. El número de accidentes en moto duplica a los demás. Hay dos millones de motocicletas en el país, y el número sigue aumentando. De cada 100 multas, 25 son para motociclistas. Desde 2015, hay 5,000 muertos y más de 22,000 heridos en accidentes de motocicletas.
No más números, hablemos de las causas de los accidentes, elaborada por experiencia y observación personales.
La causa más importante (les dolerá) es no saber conducir, ni conocer las normativas de tránsito. ¿Por qué se da esto? Muchísimas personas piensan que no necesitan aprender porque ya manejan otros vehículos o porque son demasiado listas. De listos están llenos los cementerios, recuérdenlo.
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Hay muchas personas que conducen sin licencia, aunque tengan que arreglárselas con la policía cuando las detienen. Otro buen número se carga de razones para comprarse la licencia legítima o chafa. Eso nos lleva de vuelta a la primera razón. Imagino que estas mismas personas aúllan por la corrupción en Guatemala aunque son un ejemplo ambulante.
Si a este motociclismo lo juntamos con los conductores de auto que andan en las mismas, pues ya está asegurado el accidente, no por una fianza sino por la señito de la guadaña.
¿Saben algo? Pienso que no hacer la inversión de aprender a conducir correctamente es síntoma de estupidez, aunque solo sea vial. Desmonten mi teoría y explíquenme el porqué.
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No hay espacio para un análisis detenido, así que deduzcamos más causas a partir de mis varios accidentes en moto. En uno, un conductor de carro recordó al último momento que en la esquina tenía que cruzar a la izquierda y giró repentinamente (él venía en el carril derecho y yo detrás, en el izquierdo). No hubo exceso de velocidad. Él no llevaba espejos ni puso el pidevías. Intenté detenerme, pero no dio tiempo. Me lanzó a varios metros y sufrí heridas y fracturas. Mi casco se rompió al pegar contra el borde de la banqueta. No pagó los daños.
En otra oportunidad, en una vuelta había combustible diésel derramado. El resbalón fue inmediato y patinamos con la moto por varios metros.
En una caída nocturna, la municipalidad abrió una zanja para hacer trabajos y no puso iluminación ni rótulos de precaución. Logré elevarme y pasar por encima de la moto, que se fue a la zanja.
Uno más: yo conducía correctamente cuando un motorista que dijo haber perdido los frenos se estrelló contra la llanta trasera de mi moto. Rodé desmontado algunos metros.
Los accidentes siempre ocurrirán y no es necesario que el motorista tenga la culpa. Lo importante es no empeorarlos.
Para muchos automovilistas la moto es la mosca en el flan y, si se puede, hay que aplastarla. Así que, ¿bajo qué lógica empeoramos las cosas cometiendo animaladas como las que siguen?
—Rebasar por la derecha, hasta para cruzar. ¿Sabían que está prohibido?
—Circular a alta velocidad (a mayor velocidad, más aparatoso el accidente).
—Colocarnos en el punto muerto del espejo de los vehículos de adelante (si usted no ve al conductor por el espejo, tampoco lo ven a usted).
—Rebasar por el carril contrario (hasta echándole la moto encima al de la otra vía).
—Rebasar (lento o rápido) circulando entre carriles, chocar y culpar al de adelante (es ilegal, ¿lo sabía?).
—Circular con moto en mal estado o sin equipo de protección (peor con acompañante).
—Pasarse semáforos en rojo (hasta los chuchos callejeros son más listos).
—Ni hablar de manejar bolo, chateando o con audífonos.
—Llevar el casco como canasta de mercado.
El primer mono subiría de regreso al árbol.
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