Los amantes de la educación y de las letras atesoramos y valoramos los libros como fuentes de sabiduría. Ingresar a una biblioteca privada de alguien letrado puede ser una experiencia apasionante. De ahí que muchas personas se vean inspiradas por el noble propósito de compartir o donar sus libros, ya sea los de su biblioteca personal con poco uso o ante la pérdida de algún ser querido. Pero cómo deciden las bibliotecas qué libros conservar y cuáles no resisten el paso del tiempo puede fundamentarse en diversos criterios. Me permito compartirles un par de recomendaciones desde mi experiencia.
¿Dónde donar?
Constantemente me preguntan sobre los lugares donde se pueden donar libros. Esto, mi querido lector, depende del tópico de los libros que usted desee compartir. Mi primera propuesta es buscar los sitios que requieren material literario. Por ejemplo, puede consultar los sitios que ofrecen información sobre lugares que los necesitan (aquí una lista de ellos). También hay organizaciones que canalizan este apoyo hacia distintas instituciones (puede consultar al respecto aquí).
Si no tiene la suerte de trabajar en una biblioteca pública, es difícil imaginar que existen necesidades de todo tipo y de toda dimensión. Algunas bibliotecas, aunque necesitan libros de consulta, no tienen espacio suficiente para contener todo el material. Otras tienen material y espacio, pero no tienen suficiente mobiliario. Nuestro esfuerzo al donar libros, apunto entonces, debe enfocarse en las bibliotecas o instituciones que tienen espacio y mobiliario, pero que no cuentan con suficiente material.
¿Qué se puede donar y a quién?
Las bibliotecas escolares o comunitarias se nutren de enciclopedias. Y aunque el uso de estas puede parecer obsoleto, les sirven de referencia a los alumnos que aún no tienen acceso al Internet. Los libros de materias escolares o de texto también pueden ser útiles en no más de un par de ejemplares de las diferentes casas editoriales. Los libros de carreras universitarias deben ofrecer información actualizada que pueda ser útil para los estudiantes. Para carreras de investigación o de tecnología, no siempre es recomendable que las publicaciones tengan más de cinco años de antigüedad. Si lo que desea donar son obras literarias, puede buscar bibliotecas que atiendan a este grupo específico de usuarios, siempre con el cuidado de ver qué tipo de literatura les interesa. Mi sugerencia es consultar en organizaciones como Lectores Chapines.
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Entonces, ¿qué hacer con libros de texto que no se quieren tirar?
Si usted tiene en su casa libros que usaron sus hijos en el colegio —que, dicho sea de paso, son muy completos, además de onerosos— y quiere dárselos a alguna institución que pueda encauzarlos al servicio de los niños y las niñas, seguramente usted es de los nuestros.
Durante poco más de seis años me propuse voluntariamente buscar la manera de aprovechar esta oportunidad. Debo confesar que esta actividad, aunque altamente gratificante, es complicada: implica incalculable trabajo y logística y requiere conocimientos sobre clasificación y organización de información y material diverso, así como disposición de tiempo y de recursos para recibir los libros (ya sea en un centro de acopio o a domicilio), cajas y cinta para sellar, un vehículo que resista carga pesada, gozar de una espalda saludable, mantener una bodega… La parte más complicada, la que me hizo desistir luego de donar a más de 60 bibliotecas comunitarias, es ubicar personas u organizaciones con potencial para hacerse cargo de administrar el material. Encima, esta tarea requiere de un amplio presupuesto para sufragar los gastos de envío.
Es importante considerar que las instituciones públicas reciben del Ministerio de Educación libros de texto para el servicio de sus estudiantes. Los servicios de biblioteca pública escolar que existen en las comunidades rurales son escasos por falta de un espacio físico donde funcionar.
Mi propuesta es la siguiente: si usted tiene libros escolares que pueden aprovecharse, considere entregarlos a alguna escuela o instituto público cercano a su casa o trabajo. Esta podría ser una de las mejores elecciones: los docentes pueden usarlos como referencia para dar clases o para trabajos en clase. Los que tienen hojas escritas pueden servir como libros de recortes.
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