No se conocen detalles más allá de un súbito cambio de las condiciones climáticas, con un drástico descenso de temperatura, mucho mayor que lo que las predicciones habían anunciado esa mañana. Además, hubo lluvia y fuertes vientos.
Los resultados forenses divulgados el martes 10 señalan que Jennifer Nimcy Ibania Marroquín Rivera, de 20 años de edad, y su hermana, Bani Magdiel Marroquín Rivera, de 34, fallecieron por golpes en la cabeza. Es posible que hayan intentado descender en medio de la noche y sufrieran una caída.
El doctor Axel Rubén Carranza falleció por edema pulmonar, que también podría haber sido causado por traumatismo. El doctor Carranza tenía 46 años.
Según datos de prensa, Francisco Javier Velásquez González, de 33 años, se abrazó al cuerpo de su hermano Daniel Eduardo Velázquez González (de 18) y logró que este sobreviviera gracias al calor que le brindó mientras aquel sucumbía a la hipotermia.
Joselyn Yajaira Roldán Sánchez, de 21 años, y Lucía Jireh Sánchez Sarceño, de 19, ambas deportistas, también fallecieron por hipotermia.
Me entristece mucho esta tragedia. Se perdieron seis valiosas vidas, y la estela de dolor no se extinguirá rápidamente. No encuentro palabras para dirigirme a sus familiares. Creo que estas no existen y que ninguna puede hacer frente a los sentimientos de quienes sufren esta pérdida.
No quiero resaltar a alguna de las víctimas sobre las demás, pero debo decir que fui paciente de Axel Carranza, quien me guio para superar una tendinitis en ambas manos que me hizo sufrir por dos o tres años. Lo recordaré como un profesional dedicado, muy capaz y con un gran trato humano para con sus pacientes.
He leído muchos comentarios buscando responsables de este infortunio. Mencionan a la Coordinadora Nacional para la Reducción de Desastres (Conred), a la Municipalidad de Acatenango, al Instituto Guatemalteco de Turismo (Inguat), a la federación de alpinismo, a los guías locales, a otros montañistas que estaban en la cumbre y hasta a las propias víctimas. Parece que la reacción común es sugerir un culpable para que reciba castigo, cuando ningún acusador estuvo allá arriba para testificar los hechos. No creo que ese sea el camino a seguir, ya que lo sucedido fue un accidente provocado por un deterioro no previsto de las condiciones climáticas y por la poca exposición de los montañistas a situaciones tan extremas.
No soy perito en la materia, así que desconozco si alguna autoridad violó disposiciones o ignoró procedimientos obligatorios para este tipo de escaladas. Lo que sí me queda claro es que esta tragedia no debe ser en vano. No puede convertirse en una estadística o en una advertencia ni quedarse en alguna sanción, por severa y merecida que sea.
La pérdida de Jennifer Nimcy, Bani Magdiel, Francisco Javier, Joselyn Yajaira, Lucía Jireh y Axel Rubén debe servir para que las instituciones correspondientes adopten todas las medidas necesarias para que esto no se repita, para que se salven muchas vidas en el futuro. Deben facilitarse refugios, señalización de rutas y de puntos clave, formación y fortalecimiento de guías, simulacros de rescate y evacuación, sistemas de alerta y comunicación y sistemas de registro y seguimiento de visitantes.
Quienes nos aventuremos a escaladas similares debemos recordar que las fuerzas de la naturaleza están muy por encima de las nuestras y que cualquier peso extra en el ascenso ayuda a asegurarnos el descenso si se trata de equipo apropiado para enfrentar las peores condiciones.
Que todo lo anterior sea parte del legado de las seis personas cuya partida hoy nos entristece y del consuelo para quienes los extrañarán por siempre.
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