Aburrido de no hacer nada de nada en Venezuela, el viaje se organizó al estilo Carlos Ghosn, usando los mismos amigos que en febrero del año pasado le brindaron su supuestamente desinteresado apoyo, descuidando por un momento sus negocios de polvo blanco que no es harina.
En Europa, donde los gobernantes están contra la pared chantajeados por Estados Unidos con el financiamiento de la OTAN, quienes menos intereses políticos y económicos tienen en la región recibieron al presidente encargado con alfombra roja, a quien solo le faltó mostrar su alegría al estilo Luisa Mayol.
El tour estuvo programado hasta el último detalle, al menos en la ida, porque nadie sabe cómo hará el dizque presidente para entrar legalmente a su país. Los grandes medios europeos, en especial los españoles, que representan los intereses de la lumpenoligarquía de su país, no dejaron pasar detalle. Abrazos, sonrisas y entrega de llaves y medallas se esparcieron por el mundo. Todo, después de recibir el itinerario y los boletos en Bogotá de manos del secretario de Estado estadounidense y de mostrar al venezolano muy bien alimentado y trajeado, lo que demuestra que gracias al apoyo estadounidense se ha mantenido bien, no como la mayoría de los venezolanos, que han tenido que sufrir los costos del bloqueo económico que padece la república bolivariana. Hasta ahora las conferencias de prensa han sido breves, solo para las fotos. No sea que a algún periodista se le ocurra preguntarle cómo está lidiando con la abierta y pública corrupción que sus más próximos han evidenciado o que le soliciten pruebas fehacientes del número de diputados que lo reeligieron.
Para su desdicha, en España el presidente del Gobierno decidió tomar distancia, y para la entrevista fue recibido, por cortesía, por la nueva ministra de Exteriores. Allí lo usaron las ultraderechas para agitar más los fantasmas del comunismo y sacar algún beneficio con su más que debilitada figura, sin que le puedan explicar al común de los españoles qué ha hecho Guaidó para resolver los problemas de su país. Ya no se animó a viajar a Italia, pues Salvini ya no está para fiestas después de su sonora derrota en la Emilia-Romagna. Tal vez llegue a Polonia y a Hungría, donde los regímenes autoritarios y antidemocráticos simpatizan con su posición desestabilizadora.
Pero resulta que, mientras él viaja, en Venezuela los que tienen efectivamente el poder detuvieron a la exsenadora colombiana Aída Merlano, quien peliculescamente se había fugado de su país, donde cumplía condena de 15 años de cárcel por su responsabilidad en la compra de votos y en fraude electoral para llegar al Senado.
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El asunto pone las cosas en su lugar, pues, si bien de manera más que cantinflesca el Gobierno colombiano dice que tramitará la extradición con el presidente que reconocen, el viajero de Guaidó, es más que sabido que este no tiene ningún poder sobre la justicia, la Policía y el sistema carcelario de su país. La señora, que posiblemente entró a Venezuela apoyada por los mismos que tramitan los viajes clandestinos del presidente encargado a Colombia, fue detenida en la ciudad de Maracaibo, capital del estado de Zulia, limítrofe con Colombia.
El gobierno de Maduro efectuó la captura con sumo cuidado, poniendo de inmediato a buen recaudo a la fugitiva, pues su presencia en el país podría ser usada para afectar aún más al país por quienes en el exterior han encargado la presidencia a Guaidó. Rápidamente ha propuesto resolver el asunto de manera oficial. La señora podrá ser juzgada en Venezuela por haber ingresado ilegalmente, mas, para deportarla y que cumpla su condena en Colombia, donde delinquió, la solicitud debe llegar por medios oficiales. De ahí que el mecanismo sería restablecer relaciones consulares entre los dos países, lo que no significa que alcancen niveles diplomáticos. Esto, además, beneficiaría a los miles de colombianos y venezolanos que viven en el otro país, desprovistos de todo apoyo por causa de las conspiraciones del Gobierno colombiano contra su vecino.
El presidente colombiano, arrinconado por sus incapacidades administrativas, quiere sacar ventaja del asunto negándose a establecer ese nivel de relaciones y dejándoles el problema a los venezolanos. Como sea que este se solucione, la principal evidencia es que Guaidó es un presidente de pacotilla y que la fugitiva no pudo complicar al Gobierno venezolano.
Pero la podredumbre en el grupo guaidoísta no deja de aflorar, al grado de que el principal medio internacional que lo apoya, CNN, ha tenido que hacer público el último escándalo de una más que probable corrupción. Guaidó, con el apoyo de cada vez menos diputados, dispuso una ampliación de 20 millones de dólares al financiamiento de los gastos legales para defender los activos del país en el exterior, lo que en otras palabras es legitimar el uso de parte del dinero retenido por Estados Unidos para que Guaidó lo pueda seguir usando en su campaña internacional. Para administrar esos recursos nombró a un supuesto procurador especial, quien, al ver el escaso sustento legal que lo ampararía y la inexistente planificación para el uso y manejo de esos recursos, optó por renunciar y hacer pública su preocupación.
Y mientras Guaidó viaja y hace piñata con los recursos públicos incautados en el exterior, el Gobierno, con sus limitaciones, continúa con su Plan Vuelta a la Patria, que consiste en facilitar el regreso de venezolanos que enfrentan dificultades en el exterior. Según medios independientes, que los grandes medios no retransmiten, el domingo 25 fueron repatriados 250 venezolanos desde Chile y el miércoles otros 250 desde Perú.
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