Muchos siglos más tarde, en esa especie de regreso a la caverna que propició la primera temporada de la pandemia, la escultora Arianka López[1] se embarcó en una exploración del paleolítico y retomó el ritual. Primero, con bocetos y, luego, moldeando yeso, ese material que no se usó en la prehistoria, para elaborar sus Venus: pequeñas representaciones de las mujeres y de la violencia que se cernía y se intensificaba para muchas en esos encierros.
Hay que recordar que, a mediados de junio del 2020, las noticias[2] informaban que el Observatorio de Educación Sexual y Reproductiva de Guatemala (OSAR) había reportado que, del 1 de enero al 20 de mayo de ese año, el Ministerio de Salud registró 1,962 embarazos en niñas entre 10 y 14 años de edad. Una tragedia dentro de otra tragedia en un país que pareciera no tener fondo ni salida.
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La serie de esculturas que le sirvieron a la artista para digerir la realidad se titula Venus atadas y representa figurillas exuberantes. Esas que, según la historia, eran símbolo de fertilidad y abundancia. Ahora, sin embargo, doblegadas, con las extremidades unidas, con la impotencia en el gesto corporal, limitadas. Sus rasgos develan contorsiones tensas, que bien podrían ser el resultado de una lucha pasiva, de una imposibilidad aceptada.
Es en esa repetición de la violencia que se ejerce sobre las mujeres en donde surge la fuerza del ritual, el deseo de la lucha ganada, la invocación mágica del arte, una invocación de la certeza por venir. Entonces aparece la Venus liberada. Una figurilla en la que no hay tensión, que parece ir en proceso de recuperar sus fuerzas, de tomar un poco de aire y empezar a levantarse.
Han pasado dos años desde el inicio de la pandemia, desde los toques de queda, desde esos encierros que pretendían salvarnos del virus al salir de trabajar. Encierros que, para muchas, significaron la convivencia prolongada con el agresor, una pesadilla doméstica. Han pasado pocos días del 8 de marzo, cuando, paradójicamente, el Congreso de la República se dispuso a legislar en contra de los derechos de las mujeres. Y, como una conmemoración que abraza esos dos momentos, aparece la obra de la escultora Arianka López. Un discurso visual que es, a su vez, una invocación colectiva
La exposición, que finaliza el 23 de marzo, se puede visitar en Perjura Proyecto Cultural, 7ª avenida 13-01, local 4, primer nivel del edificio La Cúpula.
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