La columna de hoy es la segunda de una corta serie iniciada aquí, en la cual se habla de una gran brecha de conocimiento entre el pasado y el presente, lo que representa un gran riesgo y grandes costos. Al final de la reflexión, el artículo toma el reino vegetal como un buen ejemplo. Ahora tomemos algunas historias pintorescas y elucubremos sobre significados más allá de lo que parecen.
Dicen los investigadores de las culturas antiguas que las creencias en la singularidad de los bosques y las relaciones entre plantas y humanos son elementos comunes. Las llamadas culturas primitivas mantenían relaciones de respeto con los árboles. Estos aparecen casi rutinariamente en la explicación del origen de la vida y de la aparición de la especie humana (aparecen por doquier los relatos donde los dioses crearon al hombre de plantas, donde estas fueron hombres o donde los hombres fueron plantas). Se consideraba que los árboles tenían propiedades espirituales y que eran puentes entre mundos o dimensiones coexistentes. Los árboles tenían espíritu y debíamos vivir en armonía con su mundo. Los bosques llevaban una vida invisible para los humanos y formaban parte de comunidades, con jerarquías y relaciones entre individuos. Algunos nativos americanos establecían relaciones con individuos arbóreos, y alguien podía tener un árbol favorito con el cual intercambiar energía. De forma más precisa, el árbol podía ayudar al ser humano a desprenderse de energías negativas y a llenarse de energía vital. Por lo anterior, los humanos respetaban a los bosques y, cuando debían talar algún árbol, le daban explicaciones y le pedían permiso o perdón para luego derribarlo de manera ceremonial. Eso es parte del conocimiento perdido que se menciona en el artículo anterior.
Andando más acá en el tiempo, quizá hayamos escuchado historias en las que los árboles son personajes e interactuamos con ellos como si fueran personas. Por ejemplo, se escuchan historias de personas que han azotado árboles con cinturones de cuero para reprenderlos por no dar frutos, así como de personas que les cuelgan artefactos que los avergüencen (como calzones de mujer). Hay quienes han amenazado a árboles con cortarlos si no mejoran su conducta productiva. Si no han escuchado algo así, vayan y pregúntenles a sus mayores. Seguramente practicaron algo así ellos mismos (y afirmarán la efectividad de la acción) o han escuchado historias similares.
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Y aquí estamos en el punto crítico. ¿Se trata de creencias tontas? ¿Debemos dejar de conversar con nuestras plantas de jardín y de maceta?
Otra pregunta: ¿por qué las ceibas están siempre en la plaza central? Quizá es momento de investigar la relación entre comunidades precolombinas y este árbol del que antiguamente se utilizaba todo: raíces, troncos, ramas, hojas, flores y frutos, además de que era usado como indicador claro de la presencia de fuentes de agua subterránea.
En años recientes se han tendido puentes entre las creencias antiguas y la ciencia moderna. Qué pena que no exista siquiera un tratado ancestral sobre los espíritus de los árboles, porque la ciencia moderna podría respaldar aquellas creencias con sólidas argumentaciones.
Por ejemplo, investigaciones en la Universidad de Stanford, en Estados Unidos, han demostrado que los árboles vibran energéticamente a frecuencias que pueden resultar sanadoras para los seres humanos y ayudarlos a combatir el estrés, reducir la depresión y hasta aliviar dolores de cabeza. Los seres humanos emitimos señales electromagnéticas y midiendo su longitud de onda podemos sacar conclusiones hasta sobre nuestro estado de salud (o de ánimo). Una persona sana debe vibrar arriba de 7,000 ángstroms. Una persona con cáncer vibra cerca de los 5,000. Los alimentos (y los árboles) vibran y pueden ayudarnos a elevar nuestros valores. Ahí está la ciencia que explica el poder sanador de algunos árboles (y alimentos), así como el poder de lo que nos hace daño. ¿Y acaso no sentimos la mala vibra de algunas personas?
Recordemos que los árboles atraen relámpagos. Se debe a que son receptores eléctricos y a que ponen a tierra las descargas. Por ello se aconseja abrazar rutinariamente a un árbol (cuando no haya tormentas eléctricas) para buscar sanación de algunos males físicos, mentales y emocionales (leer más aquí).
Continuará.
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