Visas de trabajo, la oportunidad que terminó en terror
Visas de trabajo, la oportunidad que terminó en terror
El anuncio del Programa de Movilidad Laboral que impulsa el Ministerio de Trabajo en redes sociales interesó a un grupo de guatemaltecos que habla inglés. A cambio tendrían una visa temporal para emplearse en Carolina del Sur. Pero la oportunidad resultó lo contrario de lo prometido porque allá fueron víctimas de abusos laborales, amenazas e incumplimiento de contrato. El Ministerio de Trabajo no tiene filtros para evitar que se repita. El caso es investigado en Estados Unidos y Guatemala.
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Bajó las gradas con la sensación de flotar. «Tenía tanto miedo que no sentí cómo bajé, ingresé el código de la puerta y huí». La joven de 26 años salió de la casa que compartía con trabajadores guatemaltecos y jamaiquinos, en Myrtle Beach, una ciudad en la costa este en Carolina del Sur, Estados Unidos, a donde llegó con la convicción de trabajar cuatro meses.
Ella recuerda aquel momento como el más aterrador de su vida. Durante la huída se repetía para sí misma: «Puede que esto no lo cuente, no sé qué es lo que pueda pasar ahora». Al mismo tiempo otro pensamiento la movía: nunca volver. Era jueves 11 de julio de 2024.
En esa fecha cumplió 20 días de vivir en ese lugar y de trabajar bajo maltratos, amenazas, gritos y sin dinero siquiera para comer. En nada se parecía a la oportunidad que ofrecía el Programa de Movilidad Laboral para trabajar en Estados Unidos con la empresa de servicios de limpieza Caribbean Cleaning. La misma que promovía el Ministerio de Trabajo (Mintrab).
La joven que cuenta esta experiencia la vivió junto a otras ocho personas que viajaron en el mismo grupo con una visa laboral H2B, extendida por cuatro meses. Comparten temor por denunciar públicamente lo sucedido. «¿Quién les abriría las puertas laborales?», se preguntan. Por esa razón sus relatos son anónimos.
En este momento hay denuncias interpuestas ante el Departamento de Trabajo, el Departamento de Seguridad Nacional, el Departamento de Policía de Carolina del Sur, todos de Estados Unidos, y la Fiscalía Contra la Trata de Personas del Ministerio Público en Guatemala. Todas se encuentran en proceso de investigación. Ni el Mintrab ni el Ministerio de Relaciones Exteriores (Minex) acompañaron –durante y después de lo ocurrido– según los testimonios.
Las visas H2B, una oportunidad de trabajar en EE. UU.
El Programa de Movilidad Laboral en el que participó la joven entrevistada comenzó en 2019. De entonces a la fecha, 12,156 personas han viajado a Estados Unidos, Canadá, México, Italia y Alemania. El proyecto se promociona como una alternativa de migración segura y regular para quienes buscan oportunidades de trabajo en el extranjero.
Las personas mayores de edad de origen guatemalteco, con experiencia laboral certificada, sin historial de migración irregular aplican a esta opción. Si cumplen estos requisitos pueden registrarse a la base de datos, sin embargo, cada empresa contratista requiere otras características más específicas. Por ejemplo, dominio del inglés, ciertas características físicas o habilidades en el manejo de determinadas herramientas. Las áreas en las que se solicitan más trabajadores guatemaltecos son jardinería, asistente de carnaval (tareas de limpieza o atención al público) y agricultura.
«Vi la convocatoria el 25 de marzo (2024) en redes sociales de la página oficial del Ministerio de Trabajo. Se miraba como una buena oportunidad con visa al extranjero para ganar en dólares». Por entonces trabajaba en el negocio familiar, pero vio en esta una forma de ganar en dólares para montar ella misma algo propio. «Soy soltera, sin hijos, hablo inglés, con estudios universitarios». Fue así que asistió a la cita donde otras 1,000 personas aguardaban su turno, también aspirantes al programa. Al cumplir con el perfil deseado, el siguiente paso fue una entrevista en inglés por videollamada que no duró más de cinco minutos con Claudette Abraham –atención a este nombre–, representante de la empresa Caribbean Cleaning Company, dedicada a trabajos de limpieza. Durante las conversaciones, Abraham se mostró como «una señora risueña que halagaba mi habilidad con el idioma inglés». Eso cambió ya en persona.
La oferta de trabajo era tentadora: el empleador haría el reembolso del costo de la visa de cada trabajador, el pago ofrecido era entre 12.55 y 18 dólares por hora. «El salario puede variar según la experiencia», ofrecían. El transporte y la vivienda podrían ser proporcionados por el empleador, o no, según la elección de los trabajadores. En caso de aceptar, el trabajador pagaría hasta 440 dólares de renta.
Les pidieron pasaporte, constancia de arraigo, el pago para el trámite de la visa y un seguro de repatriación (en caso de muerte). La visa por cuatro meses fue aprobada para todos, el día de su cita en la embajada, al solo escuchar que trabajarían para la empresa Caribbean Cleaning. La oferta inicial era por seis meses pero finalmente se redujo a cuatro.
La cita fue el 13 de junio y el 24, con solo dos días de anticipación, le avisaron sobre la fecha del viaje. Fue un vuelo programado para la medianoche entre el 26 y 27 del mismo mes. Hasta este punto, el proceso fue acelerado y precipitado. La comunicación del Ministerio de Trabajo fue por Whatsapp.
Una segunda persona que decidió proporcionar su testimonio lo relata de esta forma: «Movilidad Laboral se comunicó conmigo a las 11:00 de la mañana para que me presentara en el aeropuerto a las 9:00 de la noche porque mi vuelo salía la madrugada del día siguiente hacia Myrtle Beach. Tuve que correr tratando de conseguir ciertos papeles y renunciar a mi empleo de ese entonces en un call center. Todo sin conocer la fecha exacta en que regresaría a Guatemala ni del contrato que nos hizo firmar un empleado de Movilidad Laboral, cinco minutos antes de hacer el check in (registro) del vuelo».
Ella también buscaba mejorar sus condiciones de vida. «He laborado en la industria del call center por alrededor de diez años. Vivo en una zona marginada de la ciudad capital, mi estatus socioeconómico es medio, por lo que hacía un tiempo estaba interesada en incrementar mis ingresos», describe sus razones.
El grupo tuvo a la vista su contrato laboral hasta llegar al aeropuerto La Aurora. «El contrato estaba en inglés y no tuvimos suficiente tiempo para leerlo o analizarlo, sentíamos la presión de firmarlo porque el empleado de Movilidad Laboral se atrasó con el grupo anterior y nos hizo correr». Ese fue el último contacto con el personal del Mintrab. A partir de ese momento la joven de esta historia y compañía estaban solos.
Días antes, otro grupo viajó también a Carolina del Sur. En medio de las entrevistas y citas hubo intercambio de contactos entre aspirantes. En una escala en Miami, uno de los jóvenes recibió un mensaje de alerta: «No vengan, aquí no hay trabajo, guarden su dinero… No le hicimos caso».
El lado menos amable de EE. UU.
Esa noche, al llegar a Carolina del Sur, encontraron una realidad que desvaneció el entusiasmo del grupo y sembró incertidumbre. El semblante de la empleadora, Claudette Abraham, era otro.
«Ya no era la persona risueña y amigable de la entrevista. No quería ni darnos la mano. Nos miraba de abajo para arriba. Debido a mi nivel de inglés, se dirigía a mí en todo momento. Me dijo que era de Jamaica», narró quien aportó un segundo relato. Sin dar mayor explicación, Abraham les advirtió que al lugar a donde irían no había agua ni comida. «Los vamos a llevar a Walmart, tienen que ir a abastecerse. Tienen una hora», amenazó Abraham.
En el proceso de inducción de Movilidad Laboral, les instruyeron sobre las prohibiciones que tendrían: no poder salir del Estado, no tener otro trabajo y no visitar familiares ni amigos. También les recomendaron llevar dinero en efectivo y una tarjeta de crédito en caso de una eventualidad.
Ella gastó 112 dólares en huevos, frutas, bebida y otros insumos básicos. Dos horas después, cinco personas del grupo fueron ubicadas en una casa habitada por trabajadores jamaiquinos. Les prohibieron utilizar la mesa para colocar sus compras, no les permitieron acomodar su ropa en ningún lugar ni emplear los utensilios de la cocina. Al resto del grupo lo instalaron en otra vivienda en similares condiciones.
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El recibimiento fue hostil, pero lo más preocupante llegó después: no tenían trabajo garantizado. Abraham les ordenó: «Arréglense, vamos a ir a buscar trabajo, hagan lo mejor que puedan en su entrevista porque si no vamos a meterlos donde podamos».
Aquellos con mejor dominio del inglés fueron ubicados con más facilidad; el resto del grupo estuvo sin empleo más de una semana. A partir de ese momento, la brecha entre la promesa y la realidad se hizo cada vez más evidente.
La empleadora les prohibía movilizarse por sus propios medios y optar por una vivienda distinta, a pesar de que el contrato laboral especificaba que los trabajadores tenían la opción de hacerlo. La habitación tenía tres literas aglomeradas en un espacio de 5x5 metros, con baños sin seguro para la puerta, en una casa llena de personas desconocidas, querían buscar un espacio propio. Era frecuente observar hombres jamaiquinos caminar en ropa interior y percibir olor a marihuana durante el día y la noche.
Uno de los primeros choques entre Abraham y los trabajadores fue por discrepancias en el contrato. «Lo primero que nos dijo fue que ese no era nuestro contrato, que en Guatemala no nos dieron el contrato real».
Al grupo de la joven que huyó –como si flotara– por las escaleras lo colocaron en labores de limpieza de un hotel. Aunque su jornada terminaba por la tarde, los recogían hasta la noche. No podían salir sin permiso de la empleadora ni optar por un transporte diferente. A todos les cobraba 12 dólares por llevarlos y traerlos (seis de ida y seis de vuelta). Alguien intentó debatir con ella: «Nos dijo que de renta serían 450 dólares al mes, pero el contrato decía 440. Se lo recordamos y lo siguiente fue que nos gritó».
Los días pasaban y aunque trabajaban, algunos menos horas que otros, el pago no llegaba. Tampoco recibieron reembolso por el costo de la visa que debían reintegrar a cada uno al llegar a Estados Unidos. Perdían más de lo que ganaban. Algunos necesitaban enviar dinero a sus familias en Guatemala, pero no pudieron hacerlo.
A la joven que relata este tramo de la historia se le quiebra la voz al recordar lo que ella y sus compañeros hicieron para sobrevivir mientras esperaban su pago. «Ya no teníamos comida, empezamos a comer los desperdicios, lo que dejaba la gente, porque no teníamos dinero para comer».
Los maltratos eran cosa de todos los días. «Nos gritaba, nos insultaba. La empleadora nos detestaba, siempre nos decía que hubiera preferido contratar gente de Haití. Decía: «Yo creía que era mejor traer gente de Guatemala, hubiera traído gente de otro lado».
«En ningún momento se nos trató con dignidad ni respeto, para ella sólo éramos animales de carga, mano de obra barata descartable. No nos dejaba hablar en español cuando íbamos de camino al apartamento», según el segundo testimonio.
Tampoco contaban con seguro para emergencias médicas. En una ocasión, cuando una de las jóvenes sufrió una lesión mientras trabajaba y solicitó apoyo para atención médica, la respuesta fue: «¿Tú quién crees que soy? Yo no soy el gobierno». Y colgó.
Fuera del horario de trabajo, los empleados eran vigilados por cámaras instaladas en la casa. Abraham hacía llamadas matutinas a los trabajadores para verificar que todos estuvieran en la vivienda. La empleadora les infundía miedo para evitar que denunciaran o intentaran escapar. “Nos dijo que a donde fuéramos, si alguien nos veía, nos iban a deportar, que la policía había llegado a tomar foto de nuestros pasaportes y que si nos miraban en la calle nos iban a regresar expulsados a Guatemala». Todos temían denunciar o pedir ayuda.
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Un llamado de auxilio sin respuesta
A pesar del miedo, los trabajadores sí dieron aviso al Mintrab sobre todo aquello. «En ningún momento se hicieron responsables por traernos de vuelta ni nos ofrecieron soluciones. Al principio trataron de dialogar con la contratista lo cual fue a peor porque nos reclamaba que por qué nos quejábamos si gracias a ella habíamos logrado ir a Estados Unidos», recuerda la joven.
En otra ocasión intentaron denunciar lo descrito en una estación local de la policía, pero les dijeron que «si no había violencia física no podían llenar un reporte».
Estaban solos.
En ese tiempo, Luis Juárez estaba a cargo del programa de Movilidad Laboral en Guatemala. En octubre de 2024 dejó la entidad. «Se enviaron correos (a Caribbean Cleaning) para solventar las situaciones, pero al no haber mayor reacción de la empresa decidimos buscar ayuda para ver cómo repatriar a los guatemaltecos», dijo al ser cuestionado sobre las acciones tomadas para apoyarlos.
En estos casos, el protocolo a seguir es primero hablar con los trabajadores y luego tener un acercamiento con el empleador. Si esto no funciona, acuden al Minex para que visiten el lugar de trabajo y realicen las evaluaciones in situ (en el lugar). No obstante, el consulado se limita a realizar visitas de cortesía para hablar con los empleadores. Ningún funcionario del consulado llegó a verificar su situación.
Adicional, ni la Cancillería ni el Mintrab cuentan con fondos para traer de vuelta a los guatemaltecos en situaciones como esta. El Minex solamente cuenta con recursos para gestionar repatriaciones para personas en situación irregular, no trabajadores temporales.
Juárez asegura que se interpuso una denuncia al Departamento de Trabajo de EE. UU. y enteró a la embajada estadounidense. En el tiempo que estuvo a cargo del programa, asegura que sucedieron no más de tres casos como este.
Al no recibir apoyo ni soluciones de las autoridades, buscaron a amigos y familiares. «Ya no podía estar ahí. Hablé con mi familia en Estados Unidos, me dijeron: este es un caso de trata, te vamos a sacar de ahí», recuerda la joven guatemalteca. En secreto, recibió la información de su vuelo y finalmente llegó el día en que sintió que flotaba escaleras abajo y logró escapar.
Antes de tomar el avión para volver a Guatemala, la joven hizo un nuevo intento por denunciar. En el baño del aeropuerto, antes de abordar, observó un mensaje: «Si has sido víctima de trata de personas, llama a este número». El mensaje fue el detonante para un ataque de ansiedad. Al ser abordada por personal del aeropuerto denunció lo sucedido al Departamento de la Policía en Los Ángeles. El caso fue remitido posteriormente a Carolina del Sur.
Sus compañeros le preguntaban: ¿No te detuvieron? ¿Lograste salir?
Estaban incrédulos porque Abraham les había hecho creer que serían detenidos por la policía si salían de ese lugar. «Y entonces empezaron a escapar uno por uno». Como ella, sin ayuda de alguna entidad pública.
Por competencia, el Minex es la encargada de velar por los derechos de los trabajadores guatemaltecos fuera del país a través de los consulados. En respuesta a los cuestionamientos de Plaza Pública sobre las acciones específicas para evitar abusos laborales a beneficiarios de este programa, la Cancillería informó por vía escrita que realizan visitas a guatemaltecos en viviendas y lugares de trabajo, brindan información sobre derechos laborales y acompañan en procesos ante autoridades laborales.
Sin embargo, estas acciones distan de los testimonios. Como ellos reclaman, «estábamos a la deriva. Nadie nos escuchaba».
«¿No están solos?»
Según el departamento de Movilidad Laboral, Caribbean Cleaning fue excluida del Programa de Trabajo Temporal; por incumplir con pago de salarios, pago de horas extras y someter a los trabajadores a condiciones de vivienda inadecuadas, además de incurrir en maltrato.
En total, 941 empresas estadounidenses han sido parte del programa de movilidad de contratación en el extranjero. Plaza Pública solicitó el listado de empresas extranjeras excluidas del programa de movilidad por incurrir en violaciones a los derechos de los trabajadores. Según la información proporcionada, en los últimos cinco años siete empresas han sido descartadas por esa razón.
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Heidy Sunún, actual encargada del programa, asegura que a la fecha durante la estadía de los guatemaltecos fuera del país, acompañan y dan seguimiento por whatsapp para saber en qué condición se encuentran las personas y si tienen alguna dificultad. «No los dejamos solos», asegura. Pero el caso de este texto pone en duda ese extremo.
También promete que un cambio a implementar será la traducción de los contratos al español, para que los trabajadores sepan sus obligaciones y derechos al firmar. El Mintrab sigue sin presupuesto para traer de vuelta a los guatemaltecos en peligro.
Sunún sostiene que durante su gestión las denuncias sobre condiciones inadecuadas o violaciones a derechos de trabajadores fuera del país han sido escasas. Recordó las siete empresas excluidas. «No hemos encontrado alguna anomalía con las empresas que hemos trabajado», agrega. El Mintrab no selecciona a las empresas empleadoras, son las empresas las que eligen a Guatemala por la mano de obra que ofrecen.
Según Juárez, el exjefe de ese departamento, entre 2021 y 2024, confirma que investigar a las empresas es algo que el Mintrab no realiza porque se asume que cuentan con el aval de Estados Unidos, al presentar sus documentos en orden. La auditoría a este programa ha sido solamente de parte de diputados que fiscalizan el funcionamiento del mismo.
Entonces, ¿cómo garantizar que un caso similar no vuelva a ocurrir? «Nosotros confiamos en que el empleador cumpla las condiciones laborales de los trabajadores», responde Sunún. En otras palabras: no hay manera de garantizar que esto no vuelva a suceder, pero sí de prevenir a las personas sobre sus derechos antes de irse e incitarlos a informar si son sujetos de algún abuso.
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Volver a Guatemala fue un desafío para aquel grupo de guatemaltecos. Ninguno de ellos recibió apoyo del gobierno para retornar. Familiares, amigos o asociaciones no gubernamentales costearon su regreso. Varios de los afectados interpusieron denuncias dentro y fuera de Guatemala. Otros prefieren no hacerlo por temor a represalias. En Estados Unidos, las autoridades lo calificaron como un caso de trata de personas. En Guatemala, el Ministerio Público refirió la denuncia a esa fiscalía. Aún están en investigación.
En Carolina del Sur hay una investigación en proceso en el Departamento de la Policía. El caso fue referido desde Los Ángeles, en donde la joven interpuso su denuncia, en el aeropuerto, antes de volver a Guatemala. Las autoridades extrajeron de su celular fotografías, videos y mensajes de Whatsapp como evidencia de lo ocurrido. El caso fue catalogado como trata de personas.
Los trabajadores recibieron correos para que resuelvan su situación fiscal en EE. UU. «Nos indicaron que la contratista debitó mal los impuestos y que le debemos al gobierno de Estados Unidos», relataron. El Mintrab se limitó a referirlos con una empresa privada para solventar su deuda.
De todo esto quedan secuelas. «Tuve estrés postraumático, depresión, no pude comer en mucho tiempo porque recordaba que comí basura. Regresar y venir sin nada y ver que lo que querías se acabó, cualquiera puede perder la vida por eso», reflexiona.
A pesar de todo lo vivido recibieron una invitación: «Nos dicen que hay otra oportunidad para viajar a Estados Unidos que vayamos a una entrevista, pero no tenemos que decir lo que pasó». Algunos tomaron esa oportunidad debido a sus necesidades económicas. La protagonista de este testimonio asegura que no volverá a intentarlo, no quiere tomar el riesgo de repetir el temor de aquel día que bajó las escaleras sin saber cómo. «Puede que esto no lo cuente», se decía. Sin embargo, este es el relato de lo que vivió.
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