Hace tres años escribí acá sobre la popularidad del presidente te Bukele. Tras el espectáculo que fue la toma de posesión en su, ¿inconstitucional e ilegal?, segundo y consecutivo mandato presidencial, estimo prudente y necesario recordar esas reflexiones.
Esto, no solamente por las extravagancias formales que caracterizaron el acto protocolario de la semana pasada. Pues, algunos dicen que les recordó los de los regímenes nazi de Alemania o fascista de Italia o España o, incluso, al imperio galáctico de las películas y series de La Guerra de las Galaxias. A otros les llamó la atención el atuendo de Bukele, imitación de los uniformes militares franceses del siglo XVIII, por lo que evocó en algunos la imagen de Napoleón Bonaparte, otros a Simón Bolívar, mientras que a otros el traje les pareció una jubba tradicional musulmana. En todo caso, fue un espectáculo propagandístico bien montado, con pajes y cortesanos que incluyeron a personajes como el rey de España o el presidente argentino Javier Milei.
Y todo esto fue posible porque es innegable que Bukele sigue gozando de una popularidad enorme, aunque no unánime ni total. La principal razón de este apoyo popular tan alto es que, también innegable, su gestión ha logrado algunos resultados que han impactado de manera directa y contundente en la vida cotidiana de la gran mayoría de las y los salvadoreños. Quizá, el más importante y significativo, la baja sensible en la violencia criminal de las pandillas, las denominadas maras.
[frasepzp1]
Sin embargo, la propaganda y el fanatismo se alejan de la información veraz y el análisis objetivo, cuando se niega con vehemencia que no todo ha sido éxitos y parabienes en El Salvador de Bukele. Posiblemente el aspecto más dañino y preocupante es su forma antidemocrática y autoritaria de gobernar, con una lista larga y creciente de acciones objetables: la captura de prácticamente todas las entidades en los tres poderes del Estado, lo que deja un régimen en el que no operan pesos ni contrapesos; desaciertos económicos con la adopción inconsulta y forzada de la criptomoneda bitcoin como de curso legal, entre otras medidas económicas sin fundamento técnico; deterioro de las condiciones de vida e incremento de la pobreza; intimidación y otras formas de represión a la oposición y la disidencia, intolerancia a la crítica; un culto descarado a su persona, con una actitud mesiánica, casi religiosa.
Operando en un permanente régimen de excepción, se acumulan los reportes de detenciones ilegales, violaciones gravísimas a los derechos fundamentales de defensa y debido proceso. Sus seguidores y simpatizantes zanjan el asunto, argumentan que los inocentes que puedan estar encarcelados son un precio justo que El Salvador está dispuesto a pagar a cambio de menos maras y su violencia criminal. Claro, eso es fácil decirlo y apoyarlo, si no se es uno o un familiar de quienes están injustamente en la cárcel.
Pero, quizá el riesgo más grande que nos enseña la historia es que cuando se trivializa a un régimen que acumula tanto poder, limitándose a discusiones sobre formas y vestimenta se pierde de vista la perspectiva de mediano y largo plazo. En 1938, cinco años después de que Hitler asumiera el poder, la gran mayoría de los alemanes no imaginaban, ni en la peor de sus pesadillas, cómo estarían -si es que seguían con vida- sumidos en la desgracia, luego de la derrota en la Segunda Guerra Mundial. ¿Cuánta gente en El Salvador estará pensando cómo será su situación cuando el régimen de Bukele llegue a su fin? Porque, sí, eterno no será…
Más de este autor