Así, lo que en algún momento pudo haber sido un plan perfecto se convirtió en un reloj de cuerda cuyos engranajes van perdiendo dientes poco a poco y cada vuelta de agujas se retrasa más y más.
Luego de la reunión entre el presidente desvaneciente (lo que resta de su mandato ya no se cuenta en meses sino en días, y muy pronto en horas, y luego en minutos) y los líderes de los 48 Cantones, se informó a la población que «quedó demostrado que no puede destituir a la fiscal general».
Demostrado, como si de ciencia se tratara. La conjugación es inequívoca, contundente. Desde que se demostró, termómetro en mano, que el agua hierve a cien grados centígrados cuanto está al nivel del mar, no se necesita de más experimentos o demostraciones científicas. Quedó demostrado y pasemos la página.
Pero como esto no es ciencia sino política, y porque el filósofo francés Charles Maurras dijo que «política es el arte de hacer posible lo necesario», uno se siente medio obligado a hacer una contribución al tema, no importa que no llegue el día en que lo agradezcan.
Seamos buenos ciudadanos y ayudemos a hacer posible lo necesario si queremos reencauzar el destino del país.
Denme una manita agregando ideas a lo siguiente:
Puesto que no se puede destituir directamente a quien ocupe el puesto de fiscal general, pedirle la renuncia es una opción para probar. Por supuesto, ya sabemos que todo esto es una grotesca pantomima, pero hagámonos los tontos por un rato.
Si a la persona supuestamente inamovible no se le destituye, pero se le pide la renuncia, es de esperar que acepte la invitación, pero también que no lo haga. En el primer caso todo queda resuelto y en el segundo seguramente están faltando incentivos.
Cuando una institución como el Ministerio Público (MP) rompe los protocolos legales y las normas constitucionales al dirigirse a otro poder del Estado (el Legislativo) para notificar una orden legal que no está firme (la del juez Orellana ordenando la cancelación del partido Semilla), eso es desobediencia a la institucionalidad constitucional.
Lo mismo sucede cuando, en una inverosímil acción, se dirige nada menos que a la Corte de Constitucionalidad para pedirle que destituya a un ministro del Ejecutivo, o para decirle a esa misma corte que, cual sargento mayor, tome un pelotón de soldados de tropa ajena y los mande a garrotear gente.
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Y ¿qué podemos decir de la desobediencia a una ley de rango constitucional (la ley Electoral y de Partidos Políticos) cuando arrebata al Tribunal Supremo Electoral y a las juntas receptoras electorales la potestad constitucional exclusiva de contar y custodiar votos, haciendo valer sus propios resultados de conteo sin que haya ciudadanos que den fe de ello? Por muchísimo menos que eso el mismo MP ha perseguido penalmente y hasta encarcelado a jueces y fiscales que solo cumplían con su deber.
¿Cómo se le puede llamar al acto de negar los detalles de las acusaciones a un sindicado (el Movimiento Semilla) al tiempo que se revelan detalles a elementos extranjeros, a la prensa y a terceras partes interesadas? Seguro que eso tiene varios nombres (y castigos) legales.
Cambiemos de enfoque. La ley dice que es un derecho (y una obligación en este caso) negarse a ejecutar órdenes que no son legales. Con esta base, el jefe del Ejecutivo no podría ser acusado de nada (y cumpliría con su juramento a la Constitución) si ordena a las instituciones bajo su responsabilidad directa (ministerios de La Defensa y de Gobernación) que se nieguen a acompañar actos ilegales (como el secuestro de las cajas de actas y votos o la captura de personas mediante procesos ilegítimos).
¿Qué impide al jefe del Ejecutivo, que tiene iniciativa de ley, solicitar que se cambie o al menos que se modifique la ley que no permite la destitución de un/una fiscal general, o que inicie procesos legales para hacer posible la destitución de la fiscal general?
Ya ven pues, hasta los fanáticos del estadio saben que sí se puede.
Aquí está nuestro granito de arena: muchas maneras de hacer posible lo necesario. Siempre que ronque la gana, he ahí el detalle.
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