Biotecnología agrícola e integridad intelectual -ix-
Este rescate y conservación está reconocido por acuerdos mundiales específicos, a los que Guatemala está oficialmente suscrita y comprometida, y cuenta con un marco institucional bien definido.
En la columna anterior usamos el sistema de cultivo Milpa como vehículo para explicar otra triada: patrimonio genético (partiendo de los Parientes Silvestres de Cultivos —PSC— y sus descendientes domesticados por la agricultura), desarrollo de nuevos cultivares a partir de la biotecnología moderna, y necesidad de aplicar protocolos de conservación y de seguridad para garantizar que no perdamos la materia prima que permite tal interacción. El resultado se puede traducir en seguridad alimentaria sostenible.
No son lucubraciones, fumadas, posiciones ideológicas, conspiraciones anticapitalistas u otras interpretaciones que justificarían a algunos para descartar de tajo el tema.
No son lucubraciones, fumadas, posiciones ideológicas, conspiraciones anticapitalistas u otras interpretaciones que justificarían a algunos para descartar de tajo el tema.
Tanta razón trae lo que se dice arriba que ya tiene sus planos conceptuales y normativos. Si lo dicho fuera un sinsentido, no existirían bancos de semillas, que operan desde el nivel comunitario hasta el nacional, sea por operadores privados, individuales y voluntarios hasta instituciones del Estado, como el Instituto de Ciencia y Tecnología Agrícolas —ICTA—. He aquí un ejemplo mesoamericano:
Y este otro video explica cómo opera el banco de semillas más grande del mundo, en Svalbard, Noruega. Lo llaman Bóveda del fin del mundo o Arca de Noé de las semillas. Aquí llegan colecciones recogidas por el mundo por centros internacionales como el Grupo Consultivo sobre Investigación Agrícola Internacional —CGIAR— y sus centros especializados (como el Centro Internacional de Mejoramiento de Maíz y Trigo —CIMMYT— en México o el CIP en Perú). En el caso de Guatemala, las semillas recorren el largo camino desde las plantaciones individuales hasta el ICTA y de allí a alguno de los centros internacionales conectados con Svalbard.
Importante: no es algo fácil y barato. El tener las semillas en la Bóveda del fin del mundo es solo la culminación de un proceso con etapas que no se pueden obviar.
Una vez identificados los PSC y las plantas domesticadas de interés, hay que disponer de protocolos para la recolección de las semillas. Luego, para integrarse a las colecciones nacionales se requiere un análisis genómico (un estudio completo de su ADN para realizar la identificación científica de sus genes) y de cómo estos se manifiestan en el ambiente.
También es necesario realizar estudios etnobotánicos (combinación de lo botánico, ambiental y social) con metodologías antropológicas.
Alcanzar una caracterización completa también incluye el rescate de conocimientos ancestrales sobre esas plantas. Obviamente el esfuerzo va más allá de recoger y empacar las semillas.
Este rescate y conservación está reconocido por acuerdos mundiales específicos, a los que Guatemala está oficialmente suscrita y comprometida, y cuenta con un marco institucional bien definido.
El acuerdo fundamental, que habla de soberanía nacional sobre recursos genéticos, se llama Convenio sobre la Diversidad Biológica (CDB) y se enfoca en tres objetivos: (a) Conservación de la biodiversidad; (b) Utilización Sostenible de sus componentes, y (c) La participación justa y equitativa de los beneficios derivados de la utilización de los recursos genéticos.
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A pesar de esta claridad en los objetivos, en instituciones clave e industria biotecnológica de Guatemala prevalece el criterio de declarar a los recursos fitogenéticos «Patrimonio común de la humanidad» y «bien público» (esto se encuentra en el proyecto de ley llamado UPOV, comentado ampliamente en esta misma columna hará un par de años). Su fin es que los recursos puedan ser extraídos libremente y utilizados como materia prima para mejoramientos mediante biotecnología. Entonces los resultados, también llamados obtenciones vegetales, se privatizan y quien quiera utilizarlas debe pagar con ellas. El CDB estableció que los Estados tienen derechos soberanos sobre sus recursos biológicos (Art. 15), dando a los países con centros de origen el poder legal de regular el acceso, pero la mala industria biotecnológica (que hay buena, aclaro) no quiere reconocerlo y tal proyecto de ley del Congreso de Guatemala viola este acuerdo internacional. Juzgue usted.
Del DCB se derivaron: el Protocolo de Nagoya (sobre Acceso y Participación en los Beneficios - ABS)para laimplementación del tercer objetivo del CDB. Establece los procedimientos para que el acceso a los recursos genéticos y los conocimientos asociados, parte de los cuales es el Consentimiento Fundamentado Previo (PIC) y los TérminosMutuamente Acordados (MAT), asegurando que los beneficios económicos o de otro tipo sean compartidos con el país de origen (¿cómo quieren que se financie todo el trabajo que debe hacerse para terminar almacenando las semillas en su Arca de Noé?).
Continuaremos en dos columnas más.
Byron Ponce Segura
Autor
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Ciudadano del mundo con nacionalidad guatemalteca e identidad latinoamericana. Cambia un asiento VIP por una buena compañía en la fila de atrás. Piensa que quien se cree amigo de todos no tiene ni un solo amigo y que la revolución es un acto perenne de empatía.
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