Del primero que tuve noticias sucedió en 1963. Yo tenía 10 años y en mi casa se recibía diariamente El Imparcial. En ese diario leía las noticias más relevantes del mundo y seguí paso a paso desde el fallecimiento de Juan XXIII hasta la elección de Paulo VI el 21 de junio de ese año. Cuando comenté del fallecimiento del papa Juan en un grupo de monaguillos de la Catedral de Cobán, el cura párroco nos dijo: «Todos creímos que sería un papa de transición y resultó dándole vuelta de gato a la Iglesia. Ya ven, estamos inmersos en el Concilio Vaticano II».
A partir de entonces seguí con mucho interés no solo el devenir histórico de los papas de la segunda mitad del siglo XX, sino de los cónclaves en los que fueron electos y he podido llegar a conclusiones que, dicho sea, provienen desde un enfoque muy laico y desde estas regiones del mundo (bastante lejos de Roma). No obstante, consideré importante compartirlas con nuestros lectores.
La primera es que los vaticinios de los expertos desde Juan XXIII para acá, no han dado cierto. Siempre se ha elegido al cardenal que menos se pensaba para dirigir el papado. La segunda corresponde a los medios de comunicación y a los sistemas informáticos de dominio público. Mientras más evolucionados son más confusión generan (noticias falsas, elucubraciones y profecías de calamidades) además del aparecimiento de expertos vaticanistas que saben tanto de sacristía adentro como yo de chino mandarín. La tercera es que sí se puede seguir medios de comunicación muy serios (L’Osservatore Romano, Radio Vaticano, Vatican News y Vatican Media, entre otros) que pueden orientar mejor no solo a la feligresía católica sino a la población mundial.
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También hay otros que no son necesariamente proclives a la Iglesia católica y que publican opiniones contrarias a las que se notician en los medios eclesiásticos, pero su seriedad no se puede negar y vale la pena tomarlos como referencia desde un enfoque histórico y académico. Usualmente abordan temas como los desafíos que la institución debe afrontar en la actualidad, el lugar que las mujeres deberían tener en la dirigencia de la Iglesia y la relación que tendría que haber entre la Iglesia y la sociedad. Ni qué decirlo, la argumentación acerca de los retos que tendrá el próximo pontífice son ahora tema de varias publicaciones. Le Monde, Der Spiegel y la TVE de España son tres de muchos. Conste, entre estas publicaciones (de medios serios y responsables aunque no necesariamente del mismo parecer) y las de contenido tendencioso en las redes sociales hay un mar de diferencia.
Y más allá de dichas conclusiones, es de reconocer que a veces la naturaleza y algunas acciones humanas que confluyen durante un periodo de Sede vacante alimentan las elucubraciones. El 28 de octubre de 2013 publiqué en este medio un artículo llamado Timonazos en la Barca de Pedro[1]. Fue atinente a la renuncia de Benedicto XVI (11 de febrero de 2013), la elección del papa Francisco y sus primeros timonazos durante los siguientes ocho meses. Destaqué –entre los prolegómenos de la renuncia y la elección– hechos extraños como un rayo que cayó en El Vaticano el día de la dimisión hasta otros como el paso de un asteroide por debajo de los satélites geosincrónicos y una lluvia de meteoritos en los Montes Urales. Sin embargo, entre esos sucesos y los timonazos del papa Francisco, nada hubo de sobrenatural.
Reproduzco a continuación parte de su contenido.
«Y, mientras el asombro seguía in crescendo, el Sumo Pontífice de la Iglesia católica nombró a un asesor jurídico a fin de asegurar una transición sin adversidades. Otra sorpresa del día 13.
»Durante su homilía, en la misa solemne del Miércoles de Ceniza, Benedicto XVI condenó la hipocresía Iglesia adentro y criticó las divisiones del cuerpo eclesiástico. Manifestó que dichas divisiones “desfiguran el rostro de la Iglesia” y llamó a “superar los individualismos y las rivalidades”».
»Catorce días después, las conjeturas acerca del posible sucesor campeaban con la misma fuerza que las imputaciones a la curia romana. Y en el barullo, pocos vislumbraron en Benedicto al Papa que no se sintió propietario ni indispensable en una institución y quien no huyó de sus obligaciones sino fue consecuente en orden a sus limitaciones.
»¿Que hubo tormenta en La Barca de Pedro? Ni dudarlo. Aunque su avanzada edad y su agotamiento haya sido la basa, la dimisión fue en parte, consecuencia de la borrasca. Con todo, no fue una acción absurda ni estólida. Por el contrario, incluso, sentó precedente para aquellos papas que en el futuro precisen renunciar, por necesidad o falta de vigor.
»Joseph Ratzinger no esperó acurrucado en un rincón de la barca a que la tormenta se la tragara y lo engullera a él, confió en el buen espíritu y la guio hacia los espacios de luz que encontró en el mundo para mantener firme el timón: Los medios de comunicación y la opinión pública. Y más allá de dichos espacios confió –como opción primera– en una saludable y pronta sucesión apostólica.
»De tal manera: La renuncia del Benedicto con sus prolegómenos y consecuencias, el rayo que cayó sobre El Vaticano inmediatamente después, la lluvia de meteoritos en los Montes Urales (que provocó más de mil heridos), el paso del asteroide 2012DA14 ocho kilómetros por debajo de los satélites geosincrónicos y la prueba nuclear en Corea del Norte, todo sucedido en un lapso de 72 horas, no debe sino hacernos recordar: Yo soy, no temáis (Juan 6:20).
»Los timonazos que para corregir rumbo ha dado el papa Francisco refrendan esa cita de consuelo y fortaleza».
Benedicto fue sucedido por Francisco y seguro estoy, la transición de Francisco al siguiente papa será menos tumultuosa.
Que así sea.
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[1] https://www.plazapublica.com.gt/content/timonazos-en-la-barca-de-pedro
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