Conocía la historia desde hace varios años, pero empecé a dimensionar el drama olvidado que ha significado para quienes sufrieron en carne propia la desventura de nacer en un país donde el Estado ha hecho muy poco para proteger a sus habitantes. Este fin de semana tuve la oportunidad de conocer a cuatro representantes del colectivo Estamos aquí, que aglutina a diversos actores que se han congregado en su demanda por justicia y en la incansable búsqueda de restablecer los lazos familiares desgarrados bajo la marcada indiferencia del Estado, que continúa develando sus perversos secretos.
El número de los afectados no parece mucho a primera vista. Se estima que alrededor de entre 35 y 50 mil niños fueron «adoptados» durante un extenso período, que va desde 1960 hasta 2007. Sin embargo, debido a falta de mayor investigación y documentación de los casos, esta cifra podría aumentar fácilmente. Los sobrevivientes de esta nefasta práctica rechazan ahora ese eufemismo de llamar «adopción» a lo que realmente ocurrió: fueron robados del seno de sus familias, con total complicidad e indiferencia de las autoridades del país, debido a que estos actos constituían un lucrativo negocio ilícito. Esto implica una larga lista de actores involucrados, directa o indirectamente, en la construcción de esta gigantesca cadena de dolor, desconcierto e insatisfacción que, hasta hoy, sigue afectando la vida cotidiana de sus protagonistas.
[frasepzp1]
La paradoja del caso es que lejos de obtener solidaridad y justicia, los responsables de tales actos criminales siguen tranquilamente sus vidas, incluso, siendo aspirantes a la más alta investidura de este país, tal como ocurrió con Edmond Mulet. Durante los procesos electorales del 2019 y 2023, Mulet —de quién se sospecha, justificadamente, que fue uno de los cabecillas principales de esta red de robo de niños— participó con algún grado de posibilidad para ser electo presidente de Guatemala. Esto es una evidencia contundente de lo perverso y podrido que está el sistema. Cuando se discutía este terrible defecto del candidato, muchos ciudadanos justificaban este «detalle» como algo menor; incluso, escuché en una oportunidad que lo único que había hecho, era promover mejores condiciones de vida para quienes tuvieron la «suerte» de salir del país. En concreto, dicho personaje obtuvo el tercer lugar en las elecciones 2019, con un total de casi medio millón de guatemaltecos, quienes no vieron en este comportamiento, algo reprochable. Ocurrió algo similar en 2023, Mulet quedó en quinto lugar, con casi 400 mil guatemaltecos que volvieron a votar por este oscuro personaje, como una dolorosa evidencia de que este país está lejos de erradicar a las redes de corrupción y despojo que han caracterizado a esta Patria del criollo, como la denominó Severo Martínez Peláez.
Buscando datos sobre este problema, he encontrado mucha información disponible gracias a diversas plataformas digitales como Plaza Pública, Agencia Ocote o Prensa Comunitaria, entre otros sitios destacados. Sin embargo, la difusión del robo de niños perpetrado por el Estado de Guatemala está lejos de ocupar un lugar en la conciencia de los guatemaltecos, quienes siguen ignorando sistemáticamente el drama olvidado de las familias separadas por la fuerza. Como me comentaba una de las representantes del colectivo, Marta Colaj, el tema está lejos de los libros de historia y de las cátedras de las Universidades, así como de las emisiones diarias de los noticieros, haciendo que la sociedad guatemalteca sea indiferente al drama de las familias afectadas por el proceder de estas mafias.
A pesar de tantas desventuras, hay buenas noticias: el 18 de mayo del 2018, la Corte Interamericana de Derechos Humanos condenó al Estado de Guatemala por su conducta despreciable en el robo de niños guatemaltecos. En especial, a la luz del caso del niño Osmin Tobar y su hermano, por lo que el 12 de julio de este año, el presidente Arévalo pidió perdón en nombre del Estado, por el daño causado, abriendo la brecha para que, algún día, los sobrevivientes de la mala fe del Estado, finalmente alcancen una digna y justa reparación.
Más de este autor