Esa niñez arrancada de sus familias en aquellos años tiene ahora 30, 40 o 45 años. Estamos en 2023 y conozco por Facebook a Javier. Un francés nacido en Guatemala en 1977, robado a su mamá en la zona 18 en 1980 y adoptado por una pareja europea.
El 11 de octubre de 2023, día de su cumpleaños 46, Javier –pseudónimo que él escogió por razones de seguridad–, después de una denuncia que puso por haber sido robado en su infancia, está en su país natal, Guatemala. Es su primera vez en Guatemala desde que lo robaron. En enero de 2024, Javier regresó a Guatemala, yo quería conocerlo en persona, así como su historia, y lo invité a desayunar a mi casa. Me conmueven sus preguntas: «¿Entonces este paquetito que dice “Ducal”, son frijoles?», «¿pero los frijoles también se comen de otra manera, verdad?» Me da un poco de pena que el nuevo guatemalteco no vea frijoles cociéndose en la olla, sino que frijolitos empaquetados. Pero le hablé de la diferencia entre frijol colado y frijol parado. «¿Y la temporada de mangos, cuándo es?», pregunta. Luego me cuenta, contentísimo, que tomó clases de cocina guatemalteca y que ya hizo su primer pepián.
Javier me relata sobre sus dos identidades diferentes y ahí me pierdo un poco, pero me explica: «Tengo dos documentos de identificación, un francés y un guatemalteco, con apellidos diferentes. Precisamente porque soy uno de los niños robados de Guatemala. No es sólo tener varios apellidos diferentes, es tener dos identidades muy distintas, cada una con su propia nacionalidad. En 1980, mi hermano y yo fuimos robados a mi madre a través de un hogar de la Casa Canadá, hoy Casa Guatemala, haciéndonos creer que estábamos tan enfermos que sólo una estancia en un hospital de Estados Unidos podría curarnos. Este subterfugio nos sacó del país, y en realidad nos llevaron a Francia. Nunca hemos estado en Estados Unidos y en Francia nunca nos han tratado de una enfermedad grave».
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«En 1981, Francia dictó una sentencia de “adopción plena” destinada a crear una nueva identidad ficticia en la que los adoptantes se convertían en los “padres biológicos”. Hay que entender que, técnicamente, para que Francia pueda llevar a cabo una adopción plena de acuerdo con las normas, primero tiene que basarse en una sentencia de adopción dictada en el país de origen, con el procedimiento para obtener un visado de adopción de larga duración para poder llegar a suelo francés».
Lo que me explica ahí Javier es que finalmente tanto como Francia o como Guatemala avalaron legalmente un robo de dos niños.
«En realidad no hubo orden de adopción en Guatemala porque me robaron, así que no hay rastro de un visado de adopción de larga duración porque los documentos que firmó mi madre eran sólo para salir del territorio guatemalteco y volver con ella. Por eso nunca perdí mi identidad original y ahora tengo doble identidad», me narra. Javier encontró efectivamente su acta de nacimiento en el Renap.
«Mi objetivo es obtener el mayor número posible de hechos y argumentos para justificar mi presencia en Francia como guatemalteco, con mi verdadera identidad. Al mismo tiempo, por ejemplo, he conseguido abrir una cuenta bancaria en Francia con mi verdadera identidad, al igual que he creado la asociación con mi verdadera identidad».
La asociación a la que Javier se refiere es: www.associationiam.org
Javier insiste en su verdadera identidad: «Ya he ganado algo de dinero en Francia con mi identidad original, y la apertura de mi empresa virtual es también con el objetivo de poder facturar servicios en Francia. Pero esto no es un juego, es una especie de partida de ajedrez en la que tengo que planificar varios movimientos por adelantado para evitar que Francia normalice una vez más el tráfico de seres humanos del que sigo siendo víctima y para asegurarme de que sólo mi identidad original sea viable sin que ninguna de las dos identidades se fusione. Dada la falta de voluntad para impugnar la sentencia de adopción ilegal francesa, estoy creando una situación que sentará un precedente, no sólo para mí, sino para todas las demás víctimas que quieran recuperar su verdadera identidad y vida».
En nuestro desayuno de frijoles empaquetados, Javier me cuenta que quiere lograr una junta con algún asesor cercano al nuevo presidente Arévalo para poner el tema sobre la mesa de la reparación o el apoyo en la búsqueda de la identidad de origen. Insiste en que preservar la identidad de persona adoptada normaliza el secuestro de niñez por una entidad de justicia.
Javier quiere recuperar el tiempo perdido y conocer Guatemala. Con estas palabras termina nuestra reunión: «Me siento como en casa en el país de la eterna primavera. Y me alegra saber que ahora tengo la oportunidad de contradecir la idea de que, si no me hubieran adoptado, habría muerto en Guatemala. Me alegra y me entristece a la vez saber que estoy vivo, aunque haya perdido gran parte de mi historia guatemalteca».
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