La Fundación Contra el Terrorismo (FCT) inicia una fase de lucha cada vez más estéril, limosneando las migajas que le sueltan sus financistas secretos.
A lo largo de la historia fue común que las cortes tuvieran bufones, personajes notorios con lugares privilegiados junto a reyes y poderosos, que hacían reír con sus gracias y desgracias. Eran una suerte de payasos a sueldo, con cuotas de poder político y privilegios. Me parece que la ...
A lo largo de la historia fue común que las cortes tuvieran bufones, personajes notorios con lugares privilegiados junto a reyes y poderosos, que hacían reír con sus gracias y desgracias. Eran una suerte de payasos a sueldo, con cuotas de poder político y privilegios. Me parece que la notoria FCT, y en especial, su cabecilla, Ricardo Méndez Ruíz, se ajustan muy bien a esta definición.
En una democracia funcional y madura, una organización como la FCT tendría derecho a existir, pero la naturaleza de sus acciones la mantendría al margen de la importancia y la relevancia y, sobre todo, del poder legítimo. ¿Por qué en años recientes la FCT se tornó tan notoria? Definitivamente, no por mérito.
El estudio serio desde la técnica jurídica, revela una mediocridad enorme en los recursos judiciales que presenta. A sus integrantes les caracteriza el fanatismo anticomunista y fascista de una derecha extrema, antidemocrática y rancia, una actitud servil a quien les pague, más que aptitud o pericia política. La FCT no es una estrella que brille con luz propia. Basta responder la pregunta: ¿si el Ministerio Público (MP) estuviera dirigido por juristas rectos y probos, no capturado por la mafia encabezada por Consuelo Porras, y capitaneada por gánsteres de la calaña de Ángel Pineda Ávila, Rafael Curruchiche y Leonor Morales –recientemente sancionados por la Unión Europea– las denuncias presentadas por la FCT hubieran tenido la misma atención? Seguramente no.
Luego, el perfil actual de la FCT se debe a que alguien los ha financiado, y no ha sido poca plata. Es una tarea pendiente del sistema de justicia guatemalteco investigar el origen del dinero que inundó las cuentas de la FCT y los bolsillos de Méndez Ruíz y su gavilla. Porque, cuando uno pregunta a empresarios honestos –que son la mayoría en Guatemala–, niegan y ofrecen estar dispuestos a demostrar que no han sido ellos, y que, por decencia, jamás lo harían. Si el financiamiento de la FCT no provino de empresarios privados, está la posibilidad que haya sido el resultado de malversación o simple robo de fondos públicos durante las administraciones de los presidentes Jimmy Morales y Alejandro Giammattei. Esta es una tarea pendiente que, quizá, sea urgente solventar.
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Y, por último, no puede haber bufón sin monarca. Es posible que Consuelo Porras sea la monarca para la cual Méndez Ruiz y su FCT han venido siendo su bufón servil. Pero, no tan rápido ni fácil. Debe investigarse si el verdadero monarca en realidad no es alguien de más rango, con más poder económico y político. Quizá Giammattei y Miguelito, o algún personaje que ha preferido permanecer en la sombra, justamente ante el riesgo actual de rendir cuentas y enfrentar la justicia. Al final de cuentas, quizá ese fue el trabajo principal de Méndez Ruíz y la FCT: dar la cara y figurar públicamente, y proteger la identidad de sus financistas y capos políticos.
La realidad es que los factores de poder han cambiado y el MP es hoy una suerte de bastión en resistencia del régimen corrupto. Está por verse en cuánto tiempo caerá Porras y su pandilla, pero el panorama seguramente es un ocaso para la FCT.
Claramente, con Giammattei y su mafia fuera del Ejecutivo, hoy la FCT es menos peligrosa. Sin embargo, mientras Porras mantenga capturado al MP, y la identidad de sus financistas no salga a la luz pública, la FCT continúa siendo un actor con cierta capacidad de hacer daño.
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