Fue un espacio de organización y formación estudiantil con profunda conciencia social en los años más duros del terrorismo de Estado. Ese atrevimiento costó la vida de cientos de estudiantes, dirigentes e integrantes de su dirigencia desde la invasión mercenaria en 1954. En 1978, tras participar en el desfile conmemorativo del 20 de Octubre, Olliverio Castañeda de León, su secretario general en ese momento, fue asesinado. Dos semanas después, el sucesor de Oliverio, Antonio Ciani García, fue secuestrado y continúa desaparecido al día de hoy. Iván Alfonso Bravo, también parte de ese secretariado, fue torturado y asesinado, junto a Marco Tulio Pereira y Julio César del Valle, el 22 de marzo de 1980. Aura Marina Vides Alemán, también parte del secretariado, fue detenida, torturada, violentada y asesinada en 1981 mientras que el también integrante de la AEU, Hugo Rolando Morán, secuestrado y desaparecido en 1982.
En 1984 otros tres integrantes de ese secretariado fueron detenidos y desaparecidos, en el marco de la operación contenida en el dossier de la muerte, el tenebroso Diario Militar. Julio Estrada Illescas, Héctor Alirio Interiano y Manuel Alfredo Baiza Molina figuran en las fichas que documenta ese informe del terrorismo estatal. Junto a ellos, otras 180 personas aparecen con registro como detenidas desaparecidas o ejecutadas por las fuerzas de seguridad a cargo de ese operativo.
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Un reportaje de Prensa Comunitaria cita una publicación de Inforpress que señala cómo en 1989, en pleno gobierno de Vinicio Cerezo, varios dirigentes de la AEU fueron víctimas de secuestro. «En menos de una semana fueron secuestrados Iván Ernesto González, Carlos Conde, Aarón Ochoa, Mario de León y Hugo Gramajo, todos estudiantes y algunos dirigentes de la Asociación de Estudiantes Universitarios (AEU). Igual acción se perpetró contra los esposos Hugo Rodríguez Jaramillo, egresado de la Escuela de Ciencia Política y Silvia María Azurdia, estudiante de sociología de esa escuela».
Con la sangría producida al liderazgo estudiantil y universitario durante la ejecución del terrorismo estatal, la AEU quedó profundamente debilitada. Ese momento lo aprovechó un grupúsculo que contó con el apoyo del eterno alcalde de la ciudad y su entorno, Álvaro Arzú, a fin de cooptar la AEU.
Tomó casi dos décadas para que con un enorme y tesonero esfuerzo un grupo de estudiantes lograra recuperar el espacio de dirigencia de la AEU. En 2015, durante las jornadas contra la corrupción del gobierno de Otto Pérez, la AEU volvió a las calles y logró coordinar con la dirigencia estudiantil de otras universidades. Lenina García, en la secretaría general, fue la sucesora del espacio que el liderazgo del rescate, devolvió al estudiantado universitario, la Asociación que merecía.
Hoy por hoy, la AEU y el liderazgo estudiantil de la digna resistencia enfrenta a la mafia y el crimen organizado que se enquistó en la Universidad de San Carlos (USAC). El usurpador de la rectoría, Wálter Mazariegos —al igual que el pacto de corruptos ha hecho con el sistema de justicia y conducción política— intenta mantener por la fuerza el control. Se vale de sus nexos con el criminal pacto de corruptos y las estructuras paralelas de la impunidad para manipular elecciones y asegurar no solo el control de las decisiones en la USAC sino, sobre todo, el manejo arbitrario de los recursos universitarios.
Tiempo es ya de que el estudiantado universitario abra los ojos, respire profundo y siga a su dirigencia en la centenaria AEU para recuperar la USAC y con ello, devolverle a los pueblos de Guatemala su casa de estudios. La AEU debe brillar de nuevo como lo que es, una joven centenaria nutrida de las luchas de quienes la fundaron y le dieron vida durante las noches más amargas de Guatemala.
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