A finales de 1984 escribí un par de cuentos, los compartí con Maco Quiroa y nos seguimos juntando para hablar de literatura. A él le dio por criticar a los escritores de la Academia Guatemalteca de la Lengua, asociada a la Real Academia Española y me propuso crear un grupo literario que les hiciera contrapeso. Yo no mostré mayor interés, pero cuando insistió le dije «Entonces ponele La Real Academia», pronunciando real como lo haría casi todo guatemalteco. «¡Eso!» Dijo, con los ojos brillantes. ¡La rial academia!
Invitó a Marco Vinicio Mejía, Carlos René García Escobar, René Leiva y un servidor a una reunión, en la cual nos pusimos de acuerdo en formar un grupo que afirmara el lenguaje popular en la literatura. Meses después, nos presentó a Juan Antonio Canel para que también se integrara al grupo. Publicamos la Revista ocasional de La rial academia un par de veces.
Para las elecciones de 1990 me inspiré en las publicaciones clandestinas samizdat y escribí un texto de pretendía concientizar a la ciudadanía sobre cómo votar. Maco lo leyó, lo editó, le hizo caricaturas y lo tituló Guía fácil para votar. Pedí una cita con el director de Prensa Libre y se lo llevé.
Pedro Julio García lo ojeó y me preguntó si sabía cuánto costaba un tonel de tinta y un rollo de papel periódico. Dijo que estábamos escribiendo puros chistes del No nos tientes, pero me sugirió llevárselo al director de Suplementos, Mario Armando Castro, quien ofreció leerlo. Para mi sorpresa y alegría, nuestro texto apareció en las páginas centrales del suplemento del siguiente domingo.
Envalentonados, escribimos otro artículo criticando el papel del Ejército en la política, pero no lo publicaron. Mario Armando me dijo que se nos había pasado la mano y que ganáramos espacios poco a poco.
El siguiente artículo mantuvo la tónica de denuncia social sin mencionar a los militares y fue publicado. Seguimos escribiendo y poco después Prensa Libre nos comenzó a pagar; nos repartíamos los tres mil algo quetzales por igual. La edición dominical de Prensa Libre alcanzó 80,000 ejemplares.
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La Casa Flavio Herrera organizó un conversatorio sobre periodismo. Maco participó en representación nuestra y José Ruben Zamora como editor de Siglo 21[1]. Durante el coctel, el buen Rubén me preguntó cuándo nos pasábamos a publicar con él, y medio en broma le dije «cuando llegués a 80,000 ejemplares». Pude haber sonado arrogante, pero me sentía orgulloso, pues según un estudio de Prensa Libre cada edición dominical era leída por un promedio de cinco personas, o sea que teníamos 400,000 lectores.
Maco sí quería pasarse y surgió cierta rivalidad entre nosotros. Hicimos un retiro en una casa de playa que pudo haberla resuelto, pero la agravamos. Mi amigo y colega me criticó todo el viaje, tanto que al regreso paré el carro y le dije que se bajara; no para pelear, sino para no seguirlo oyendo. Sonrió, dejó de atacar y al dejarlo en su casa le dije que agarráramos cada quien por su lado.
Poco después me llamó. «Para decirte que nos pasamos a Siglo 21 y nos llevamos el nombre». «Bueno», le dije. Marco Vinicio y Juan Antonio también se pasaron y Carlos René se distanció.
Esa semana escribí un artículo sobre el cultivo del café, con la colaboración de Rodolfo Espinosa Smith, quien nos había estado aportando dibujos y de Ingrid Asturias, artista gráfica; después se integró el médico y escritor Dhayajhul Méndez. Le pedí a Mario Armando que lo publicara bajo otro nombre, pero él desoyó mi petición y Moliendo al café apareció firmado por La rial academia.
Maco me llamó y me dijo que el artículo estaba bueno y que lo único que no le había gustado era que hubiéramos usado el nombre. Le expliqué la razón y allí lo dejamos.
Seguimos publicando en los dos periódicos, pero pronto los colegas de Siglo 21 publicaron artículos que expresaban su inconformidad por cómo firmábamos los nuestros. No les respondimos, pues me pareció improcedente que quienes se sentían llamados a crear conciencia se pelearan entre ellos; tampoco quería confundir a nuestros lectores con un problema interno. Me sentía comprometido con Maco, con el grupo original, con el nuevo grupo y con Prensa Libre.
El diferendo duró varios meses y provocó rivalidad entre los dos periódicos; nosotros mantuvimos la amistad y el respeto mutuo. Un día Marco Vinicio me informó que había inscrito el nombre La rial academia en el Registro de la Propiedad Intelectual y para evitar problemas legales le insistí a Mario Armando que publicáramos bajo el nombre La esquina del barrio.
Llegó el autogolpe de Serrano y los dos grupos dejamos de publicar. Durante 80 semanas habíamos divulgado nuestros mensajes contestatarios y populacheros, la mayoría en los dos periódicos más importantes lo que fortaleció nuestro granito de arena para cultivar una mayor autenticidad del lenguaje y a la libertad de expresión. La rial academia fue una escuela para todos.
Los colegas siempre dijeron que José Rubén nunca los censuró. Su actual encarcelamiento es injusto e inmerecido. Debemos insistir en su inmediata liberación.
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[1] Siglo 21 fue un periódico guatemalteco fundado el 1 de marzo de 1990 por un consorcio de influyentes empresarios guatemaltecos, bajo el nombre de Corporación de Noticias, S.A. https://es.wikipedia.org/wiki/Siglo_21_(peri%C3%B3dico
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