Me fui a estudiar becado a Michigan y me sorprendió que los cánticos de las misas fueran con guitarras al ritmo de la música folklórica gringa. Allí me di cuenta de que la religión era un mito cultural y que si hubiera nacido en el Oriente Medio habría sido musulmán. Esto y la ausencia de mi abuela me hicieron distanciarme del catolicismo.
Con el tiempo fui reemplazando las creencias religiosas con una espiritualidad laica. Seguí creyendo en un Dios y respetando a Jesucristo sin practicar ninguno de los rituales. En las misas de casamientos y bautizos solo me ponía de pie para la Consagración.
En mis 40 tenía una vida plena, excepto en el sentido espiritual. Alguna vez pensé que me caería bien desarrollar esta dimensión, pero no hice nada al respecto. Seguía creyendo en Dios como una especie de aspiración evolutiva hasta que leí Una breve historia del tiempo de Stephen Hawking y terminé por abandonar esta creencia también.
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Por esos días estaba desarrollando una cooperativa de servicio eléctrico en la isla de San Andrés. Parte del proceso incluía instalar equipos de generación y para ello había que hacer un concurso. El servicio estaba a cargo de una corporación eléctrica barranquillera plagada de corrupción. Todos los proveedores tenían o querían hacer componendas con los funcionarios y ¡hasta mi propio ingeniero estaba en pláticas secretas con un proveedor gringo!
La situación era tan compleja que una mañana me desperté sin saber qué hacer. Ofuscado, me senté en la cama y repetí en mi mente la palabra mantra. Lo seguí haciendo durante 15 o 20 minutos hasta que mis pensamientos se aclararon. Tomé una decisión, buena o mala, fundamentada en mi mejor criterio. Al final, los barranquilleros escogieron a quien más les convino.
Desde ese día seguí dedicándole 20 minutos al nomás despertar a repetir en mi mente esa misma palabra sentado en una posición cómoda y alerta. Varios meses después conocí a un meditador de verdad y le conté lo que había estado haciendo. Alarmado, me dijo que no era prudente meditar con cualquier palabra y me dio un mantra en sánscrito, con la recomendación de que siguiera con mi rutina diaria.
Lo hice así durante muchos años hasta que me tocó viajar de nuevo a Colombia. Había una discoteca frente a mi hotel y no pude dormir. Al día siguiente agarré mi maleta y caminé hasta encontrar otro, que resultó menos ruidoso.
Durante el desayuno se me acercó otro huésped y con fuerte acento indio me preguntó si se podía sentar a mi mesa. Durante la plática me confirmó que era de la India y añadió que era ingeniero aeronáutico, pero que andaba por Bogotá como instructor de meditación. Le comenté que yo también meditaba y me preguntó si usaba un mantra. Le dije cuál y me dijo que podía prescindir de él y aplicar una técnica que llamó Camino Natural. Me puso en contacto con una chica que me dio una hora de inducción, al término de la cual permanecí en un estado de aguda y clara conciencia y atención durante largo rato.
Adopté el Camino Natural y lo seguí practicando durante varios años. Un día, me llamaron dos amigas para contarme que se habían conocido en un curso de Vipassana. Llegaron el domingo a visitarme y me contaron que el curso consistía de 10 días de silencio y meditación; otra amiga lo había tomado en Suiza y me había parecido interesante, pero extremo. Al saber que lo daban en Guatemala y que este par de chicas lo había tomado se me despertó el interés.
Lo comenté con un amigo y me dijo que otro conocido también se había metido, pero no había podido aguantar. Sintiéndome retado y aprovechando un fin de año de pocos compromisos, me inscribí. No fue fácil, pero completé el curso y he practicado Vipassana hasta el día de hoy.
La técnica consiste en un escaneo de las sensaciones del cuerpo con la conciencia de que todas son pasajeras y que eso está bien. Esto conduce a identificar impresiones y sensaciones pasadas y darse cuenta de que también debieron haber sido pasajeras, lo cual lleva a descartar las que son obsoletas, dañinas o sin utilidad. De esta manera uno va limpiando su mente, lo cual permite percepciones más actualizadas.
Tengo varios años de ejercer esta práctica, descubierta y desarrollada por el mismo Buda y puedo decir que el curso Vipassana ha sido lo más importante que he hecho. No sé si voy a encontrar otra mejor forma de meditar. Lo que empezó como un acto desesperado condujo al desarrollo de un nuevo referente del ser, a la vez consciente y ecuánime, el cual toca cultivar dos veces al día.
Como efectos colaterales dejé el hábito del alcohol y mis relaciones se han vuelto más auténticas y sinceras. Sigo siendo no creyente, pero la vida me llevó a desarrollar una dimensión que a falta de mejor palabra puedo llamar espiritual. Sé que este espíritu perecerá conmigo, pero espero que me acompañe con ecuanimidad hasta el final.
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