Es la segunda obra de una serie de novelas de mi autoría que he llamado La Trilogía Dominica del Siglo XVI. Son, en su orden: Bartolomé de las Casas, la novela del Protector de los Indios, ya editada y publicada por Áltera Ediciones el año 2014, en Madrid. Las 12 cartas del obispo Valdivieso, ahora en proceso de edición y Vico, entre la historia y la leyenda que aún estoy escribiendo.
La primera sitúa a Bartolomé de las Casas en una dimensión más acorde con la realidad histórica y con su personalidad. Hay ficción en la novela, pero, esa ficción sustenta los entornos reales del fraile Las Casas y del Aj Jolomná[1] de toda la Tierra de Guerra, don Aj Pop O’ Batz. También, por su narrativa, hace más accesible el conocimiento de la dupla Las Casas-Aj Pop O’ Batz para quienes no gusten de leer ensayos ni obras mayores donde las posturas epistemológicas sobrecogen y por ello encogen los escenarios. Acá, Las Casas queda situado en una posición histórica más justa flanqueada por dos leyendas: la negra, propiciada por el anticlericalismo decimonónico, y la rosada, propiciada por Antonio de Remesal.[2] Además, provee información del impacto que tuvo en Verapaz la puesta en práctica de su obra De unico vocationis modo omnium gentium ad veram religionem.
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La segunda obra –la que nos interesa para fines de este artículo– da respuestas relacionadas con el silencio histórico de la Iglesia y de la Orden de Predicadores ante el asesinato del Tercer Obispo de Nicaragua, don Antonio de Valdivieso Álvarez. El prelado fue ultimado por los hijos de Rodrigo de Contreras (exgobernador de Nicaragua) y María de Peñalosa, hija de Pedrarias Dávila, el Miércoles de Ceniza 26 de febrero de 1550. Las respuestas pivotan alrededor de la situación política de la Iglesia, El Vaticano, las Cortes de Carlos V y Felipe II, y la continuidad de las injusticias cometidas por la invasión ibérica desde el siglo XVI a través de quienes se han considerado con derechos de sucesión. Estos quienes argumentan descendencia nobiliaria, arguyen derechos de posesión de la tierra usurpada y se arrogan una hegemonía que, desde los Estados que crearon, apuntó y apunta sobre las masas poblacionales cada vez más pobres. Me refiero a los descendientes de los invadidos.
Valdivieso fue molesto, fue incómodo aún para los obispos de aquella hora y para muchos prelados de la actualidad, porque con su martirio sigue increpándoles su silencio a lo largo de la historia como reza en su carta No. 9: «El obispo no es solo para tener mitra y renta, sino para usar jurisdicción, corregir vicios y remediar las opresiones que se hacen a sus ovejas. Y cuando no pueda hacer esto, está obligado a dejar su oficio para otro, para quien, por ventura, Dios lo tiene guardado».[3]
La tercera, la de Vico, también busca respuestas. El impacto de su muerte a manos de los lacandones y acalaes en la región conocida como Acalá La Chica (aledaña al actual municipio de Chisec) en noviembre de 1555, fue tremendo. No pretende constituirse en una biografía novelada de Domingo de Vico. El propósito es aclarar esas dudas y dar a conocer, por medio de la narrativa, rasgos no conocidos o poco sabidos de su personalidad, de su trabajo y de la situación sociopolítica sacristía adentro y sacristía afuera del territorio en disputa que era Tezulutlán-Verapaz. Razón demás para reiterar que la región poco o nada tuvo de Vera y menos de paz.[4]
Sabida y conocida la construcción de La Trilogía Dominica del Siglo XVI que nos permite estar al tanto de los propósitos de cada novela me permito compartirles que Las doce cartas del obispo Valdivieso es la obra que más investigación me ha exigido. Tres viajes a Nicaragua (2015, 2016 y 2017) para investigar documentalmente y en campo en León, Granada, Las Peñitas, Masaya, la Isla de Juan Venado Corinto y otros lugares similares y encontrar incluso los vestigios del burdel de Las Pedrarias, no fue poco. También, tuvimos que incursionar en Honduras, en Ciudad Gracias (antigua Ciudad de Gracias a Dios) donde está situado el edificio de la Audiencia Real de los Confines y la Iglesia de San Marcos (llamada Catedral, aunque no hay un dato eclesiástico que la confirme como tal). Allí fue consagrado obispo don Antonio Valdivieso.
¿El propósito de todos estos afanes? Solo uno: El rescate de nuestra verdadera historia porque, o se ha soslayado o se ha escondido, vaya usted a saber con qué fines.
Hasta la próxima semana, si Dios nos lo permite. Espero nos encontremos personalmente durante la presentación de Las doce cartas del obispo Valdivieso.
[1] Aj Jolomná significa Cabeza en idioma maya-q’eqchi’.
[2] Cronista e historiador dominico en Centroamérica (Allariz, Orense, 1570 - Madrid, 1619).
[3] Álvarez Lobo, José (1992). Fray Antonio de Valdivieso, obispo mártir de Nicaragua 1544-1550. Cartas. Costa Rica: Editorial Lascasiana.
[4] https://www.plazapublica.com.gt/opinion/revisemos-nuestra-historia-verap...
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