Permítaseme aclarar que, «según la “Nueva gramática de la lengua española” a los latinismos que acaban en -m- se les añade una -s- para la formación del plural. Por tanto, para la adaptación de pénsum es preferible el plural pénsums a la variante latina “pensa”, de uso extendido por influjo del inglés». Por tal razón, desde hace dos años, utilizo el término pénsum tildado en la letra -e-.
Hecha la aclaración regreso al propósito de este artículo que es abogar por la recuperación del poder comunicante y vinculante de la palabra como lo recomendó el Dr. Salomón Lerner Febres en la Lección Inaugural de la Universidad Rafael Landívar de Guatemala el año 2011.
En esa ocasión, el doctor Salomón Lerner Febres, Rector Emérito de la Pontificia Universidad Católica de Perú, aleccionó: «Hoy sabemos que el gran enemigo de la democracia y de la salud de la cosa pública no es en primer lugar la corrupción ni la inacción, sino la degradación del lenguaje. Por ello, si hay un cometido inexcusable para la universidad actual como aporte a la construcción de la ciudadanía, es el de preservar el poder comunicante y vinculante de la palabra». Su discurso se llamó Universidad, palabra y ciudadanía. Tan valiosa me pareció su recomendación que no es la primera vez ni la última que cito este elocuente párrafo.
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Para mejor argüir en orden a la advertencia del Rector Emérito, uno de los graves problemas que tenemos en las universidades de América Central es que, no pocos alumnos que culminaron su ciclo de estudios diversificado nos llegan con una capacidad de lectura que no rebasa las cien palabras por minuto. Y los expertos en estudios de velocidad y comprensión de lectura (entre otras disciplinas relacionadas con el tema) indican que para rendir adecuadamente en el nivel universitario se debe leer como promedio entre 230 y 250 palabras por minuto. Hay carreras donde se exige más por el volumen de sus contenidos teóricos.
Pero, más allá del ámbito académico, para el doctor Lerner Febres el impacto en la democracia y la salud de la cosa pública es terrible. Rebasa a la corrupción y a la inacción, y, por ello, nos apremia a quienes bregamos en los niveles universitarios a recuperar ese poder, comunicante y vinculante, de la palabra.
En Guatemala podemos comprobar a diario la presencia de ese gran enemigo. Baste leer los comunicados de muchos funcionarios públicos y del sector privado para percatarse que es real y está allí, haciendo daño a la construcción de la ciudadanía. Recuerdo, a manera de tragicomedia, lo sucedido a mi persona el año 2004 cuando, en ocasión de haber ganado la segunda edición del Premio Internacional de Ensayo Mariano Picón Salas, en el Centro de Estudios Latinoamericanos Rómulo Gallegos, de Caracas Venezuela, un funcionario público me llamó vía telefónica y me dijo textualmente: «Mire dóctor, acabo de leer en “la prensa” que usted ganó un premio de ensayo en Venezuela. Yo, como buen funcionario que soy, quiero preguntarle cómo lo podemos ayudar para que no gane solo en el ensayo sino también gane el mero día».
El hombre aquel estaba diciéndome lo que pensaba y deseaba. Nunca dudé de su buena fe. Así, en un acto de reciprocidad, lo visité personalmente y con mucho respeto le expliqué la diferencia entre el verbo ensayar y el género ensayo (como texto en prosa). Huelga decir, le pedí con vehemencia que no fuera a repetir semejante declaración a la prensa local.
Por las razones anteriores, haber visto durante la Feria Internacional del Libro en Guatemala –Filgua 2024–, la cantidad de niños que acudieron para participar de las múltiples actividades culturales, supuso para mí la visualización de un horizonte de esperanza para la construcción de ciudadanía. Por ser originario del territorio de Verapaz supe de infantes que viajaron desde Telemán, Cahabón, Purulhá y otros municipios del norte del país. Mas, seguro estoy de que llegaron de otros lares. Gracias por ello a sus padres, maestros, tutores y benefactores que los impelieron a encontrarse con el mundo mágico y a la vez tangible de los libros.
¿Cuándo perdimos en Guatemala la capacidad de enseñanza y aprendizaje de la lectura y la comprensión de lectura? Reitero, no lo sé. De lo que sí estoy seguro es que de gratis no fue y no me extrañaría que detrás hubiese existido una aviesa intención. Razón demás para hacer eco del consejo del doctor Lerner Febres en cuanto recuperar el poder comunicante y vinculante de la palabra.
Hasta la próxima semana si Dios nos lo permite.
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