Cumplido el primer centenar de días en el poder, el presidente Arévalo debe demostrar sabiduría para aceptar que no todo ha sido perfecto y hacer correcciones.
Los primeros 100 días de los 1,461 que durará el gobierno del presidente Arévalo, equivalentes al 7 % del período, no tienen nada especial. Aunque sin significado legal o formal, es una marca simbólica par...
Los primeros 100 días de los 1,461 que durará el gobierno del presidente Arévalo, equivalentes al 7 % del período, no tienen nada especial. Aunque sin significado legal o formal, es una marca simbólica para hacer una primera evaluación de la gestión. Arévalo tiene cierta ventaja, porque comparando con los primeros 100 días de su antecesor, entonces la situación ya era un desastre, con encierros y toques de queda por la pandemia del covid-19; además, Miguel Martínez ya se perfilaba como la persona con más poder luego de Giammattei.
Quizá la principal lección en estos primeros 100 días es que el desafío más grande, lo más difícil no es sacar a Consuelo Porras del Ministerio Público, ni derrotar al pacto de corruptos, sino generar resultados y no defraudar las expectativas del electorado y la ciudadanía en general. Por supuesto, derrotar a la pandilla de Porras y a todo el pacto de corruptos es una tarea urgente, necesaria y difícil, pero aun recuperando las instituciones que hoy tienen capturadas, lograr una gestión gubernamental efectiva es un desafío mucho mayor.
Esto porque las debilidades y las deficiencias en las instituciones estatales no empezaron con Porras y el pacto de corruptos. La gran mayoría tiene décadas sufriendo procesos de deterioro, corrupción estructural, recurso humano inadecuado, legislación anacrónica y errónea, entre otras muchas razones. En algunos casos, lograr una gestión efectiva requiere prácticamente empezar de cero, cambiar a todo el personal actual, revisar toda una ley orgánica, aprender a hacer las cosas bien, por primera vez, porque nunca se ha hecho antes.
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Lograr superar esos desafíos con éxito es muy difícil, muy caro y muy lento. Es imposible lograrlo en un período de gobierno de cuatro años, mucho menos en los primeros 100 días. Esto, incluso en el caso teórico de una gestión gubernamental perfecta, lo cual, por supuesto, no es el caso de la administración del presidente Arévalo. Y no puede ni tiene por qué serlo. Se trata de seres humanos que, como todo el orbe, cometen errores. Y tampoco el electorado está exigiendo perfección. Lo que el electorado exige, con sobrada razón, es honestidad, que pare la corrupción galopante, como principal factor diferenciador respecto a los gobiernos anteriores.
Pero, acá, también los primeros 100 días dejan una lección: para lograr un gobierno efectivo, la lucha contra la corrupción es urgente y necesaria, pero no es suficiente. No basta con dejar de robar, se requiere, además, ser efectivos, trabajar sabiendo lo que se hace, con acciones certeras y decisiones acertadas.
Por muy buenas intenciones que se tengan, cuando en una gestión gubernamental sufre casos de desconocimiento, inexperiencia, arrogancia o inmadurez, los desafíos y dificultades, de por sí muy graves y serios, empeoran. Por ello, la autocrítica (siempre constructiva) es imprescindible, y para el gobierno de Arévalo, cumplir los primeros 100 días en el poder es una oportunidad idónea.
Sin importar participación partidaria, amistad u otro factor subjetivo, el presidente Arévalo debe evaluar con rigor. Continuar y reforzar donde estén generándose resultados, y donde no, destituir al rezagado, al negligente o al inefectivo. Una vez más, independiente de lo doloroso que pueda resultar en los casos en los que medie amistad o trayectoria partidaria.
No hay tiempo para otra ruta. Los primeros 100 días se fueron volando, y así se irán los 1,361 restantes. De acuerdo con que sacar a Porras es importante, pero generar resultados y mantener la legitimidad y la credibilidad de la ciudadanía es lo prioritario.
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