P es una artista gringa que vive de playa en playa entre Nicaragua y Panamá. Pinta paisajes paradisíacos sobre paredes de hoteles de playas de lujo, como quien lleva cocos al puerto. Cabe mencionar que también encarna la típica belleza a lo Sports Illustrated: surfista, rubia, shorts diminutos, la chica de al lado. En su último video la vemos a lo lejos, de perfil, a través de unas hojas de palmera curiosamente bajas, como si fuéramos voyeurs. Una mano invisible y descuidada manchó de pintura su muslo bronceado.  P toma un lienzo que descansa en el suelo, contra la pared, y le da vuelta –lentamente –deteniéndose justo antes de que podamos ver la obra.
Los comentarios:
–Amo tu arte [tres emojis de carita con ojos de corazón].
No tuve que darles follow, pues ya los seguía de hace ratos. A J lo vi en una nota de prensa –vestido– recibiendo el segundo lugar de un prestigioso concurso. Luego lo busqué para ver más de su trabajo. Con P tuve comunicación hace un par de años mientras yo fungía como curador para una cadena de hostales glorificados ya extinta. No supe nada de ella hasta ahora, que vi su reel, al menos, 37 veces. Pero así podría mencionar a varios. Como a este artista colombiano (cuyas pinturas se parecen curiosamente mucho a las de J en temática, técnica y paleta de color) quien participó en un montaje de la icónica ópera contemporánea de Lina Lapelyté Sun & Sea, con un grupo de amigos mostrando bultos en calzoneta.
[frasepzp1]
¿Desde cuándo los artistas dejaron de desnudarse figurativamente y empezaron a usar su perfil como galería del cuerpo? Yo les llamo (cariñosamente) «pornoartistas»  pero en realidad no hacen nada de porno, es mi pura envidia. Utilizan su cuerpo para obtener más visibilidad. De hecho, viven de distintos tipos de deseo y de dar acceso a su intimidad como performance extendido: el artista que vive de viaje; la que va a todas las aperturas; la de la familia perfecta con hijos que habitan cuerpos con rulos y pestañas cual niños jesuses. El artista ya no espera una reseña en ArtForum, sino un like de alguien que no recuerda su nombre pero que le hizo zoom a todas sus fotos y stalkeó a todos los etiquetados del story. 
Estamos, entonces, frente a un arte de consumo inmediato. De alta rotación y de estética llamativa, con conceptos superficiales o inexistentes. Estamos frente a un arte que no explica, solo impacta. Que genera likes y comentarios. Estamos frente a lo que viene siendo el fast art  (en analogía con la fast food y la fast fashion). Y es así como el pornoartista es el hije bastarde del curador más cruel y objetivo de la historia: el algoritmo. TikTok no entiende de procesos, solo de la constancia, del número de reproducciones, de cuántas rosas digitales te mandan. Pero el pornoartista lo tiene claro: su cuerpo y su vida son el anzuelo. Ojalá y al menos estén vendiendo algo.
Y puede ser. Según el Art Market Report 2025 de USB y Art Basel, los coleccionistas se han vuelto más jóvenes y compran menos a galerías y más a través canales directos, redes sociales y ferias. ¿Se ha reemplazado el vino de caja y el texto de sala por música de Rosalía y stickers de gatos con brillantina? ¿Estamos frente a la banalización del arte o frente a su más honesta mutación? Aquí la cosa es apropiarse del juego y crear contenido para cachar un pedacito del pastel y envolverlo en nuestra servilleta. Si bien la propuesta es la desinstitucionalización, no pretendo abolir los museos ni tampoco romantizar las redes sociales. Sino reconocer que OnlyFans y el fast art se parecen más de lo que queremos aceptar.
¿Qué pasaría si los museos financiaran la producción de memes? ¿Y si las residencias artísticas se transmitieran por live stream? ¿Qué pasaría si el nuevo manifiesto se plantea durante en un GRWM (del inglés get ready with me: prepárate conmigo)?
Eso sí, los artistas panzoncitos tenemos otras cositas qué considerar. ¿Qué hay de los proyectos que no se pueden reducir a 15 segundos de video y cuya crítica social no se ve bien en bikini? Yo abrí mi Only hace un par de años para juntar para una mi sopa china. No gané nada pero tampoco subí contenido (todavía). Nos queda, pues, construir nuevas formas de institucionalidad: redes autónomas, archivos vivos, círculos de estudio, colectivos, residencias autofinanciadas, plataformas sin algoritmo. ¿Querés saber cuáles son? ¡Dale like, suscribite y mandame para una Laki de pollo!
 
Más de este autor